[Comenzar en Deuteronomio Parte I]
CIUDADES DE REFUGIO
* A veces, involuntariamente, podemos vernos envueltos en accidentes que pueden terminar con la vida de otra persona, y luego de un juicio, probablemente salir absueltos. Sin embargo, cuando se trata de la vida eterna, no podremos ser declarados sin culpa si alguien no tiene la vida, debido a que omitimos hablarles del evangelio de la salvación en Jesucristo. "No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch 4:12); "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Jn 3:36).
El profeta Ezequiel habló sobre la misión del atalaya, que es advertir de las amenazas que se ciernen sobre los habitantes de una ciudad para que no mueran. Cada uno de nosotros es un atalaya dondequiera que Dios nos ponga, y, si bien es cierto, el pecador no arrepentido morirá por su pecado, se nos pedirá cuenta si no le hemos advertido que sus caminos lo estaban conduciendo a la condenación eterna, y por no haberle enseñado el camino a la salvación eterna. Dijo el Señor: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Jn 14:6).
También dice que, si el atalaya da aviso, pero el que fue avisado desecha la advertencia, entonces el atalaya quedará libre de culpa, pero el que hizo caso omiso, pagará por su rebeldía. Así dice la Palabra: "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas." (Jn 3:19).
* La Palabra de Dios es eterna e inmutable, y nadie tiene permiso para alterarla en ninguna de sus partes. "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno". (Dt 4:2); "No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso" (Pr 30:6); "Si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro" (Ap 22:19).
Toda la Escritura fue inspirada por Dios, y dada a los santos (es decir a los hijos de Dios por la fe en Jesucristo) para prepararlos para toda buena obra. Leemos en la carta a los Efesios que la iglesia se edifica "sobre el fundamento de los apóstoles [Nuevo Testamento] y profetas [Antiguo Testamento], siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Ef 2:20).
EL USO DE TESTIGOS EN ACUSACIONES
* La Ley de Moisés tenía mandatos muy duros e incomprensibles para nosotros, pero que obedecían a la maldad imperante en el mundo en aquel tiempo. Lo sabemos, porque Jesús, cuando los fariseos le preguntaron acerca del divorcio, respondió: "Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así" (Mt 19:8).
Sin embargo, cuando el Reino de Dios se acercó a la tierra por medio de Jesucristo, a diferencia de lo que dictaba la Ley mosaica, el Señor enseñó que no hay que resistir al malo, sino vencer el mal haciendo el bien. Dijo el Señor "Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero Yo les digo: no resistan al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. Y cualquiera que te obligue a ir un kilómetro, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado, no le vuelvas la espalda" (...) "Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque Él hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5:38-42, 44-45 NBLA).
Pablo también enseñó cómo debemos actuar frente al enemigo: "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal". (Ro 12:19-21).
También la Escritura nos enseña que "la dulzura de palabras aumenta la persuasión" (Pr 16:21 NBLA), es decir, si respondemos a un ataque con ira, no recibiremos sino ira de regreso, pero, si nuestras palabras son dichas con dulzura, hay mayor probabilidad de que lo que digamos guíe a esa persona al arrepentimiento.
LA EXHORTACIÓN A SER FUERTE Y VALIENTE
* Martín Lutero decía que no puedes evitar que los pájaros vuelen sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que hagan nido en ella, refiriéndose a aquellas ideas pecaminosas que rondan nuestros pensamientos, y que, si no las frenamos, pueden hacernos pecar. A veces, nuestro mayor enemigo está en el pecado remanente en los miembros de nuestros cuerpos. Por eso, cuando aceptamos con mansedumbre y humildad el regalo de la gracia del arrepentimiento, y decidimos comenzar a vivir para Cristo, necesitamos ser muy fuertes y valientes, porque habrá momentos en que nuestra integridad será puesta a prueba, y deberemos estar firmes para no resbalar. Dice la Escritura que, "cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte" (Stg 1:14-16).
Pero no hay que temer, pues, ahora que estamos en Cristo, el Espíritu de Dios mora en nosotros y nos da poder para vencer ese pecado remanente. La Palabra de Dios dice: "Sabemos que lo que antes éramos fue crucificado con Cristo, para que el poder de nuestra naturaleza pecadora quedara destruido y ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado. Porque, cuando uno muere, queda libre del pecado" (...) "Pues Cristo, al morir, murió de una vez para siempre respecto al pecado; pero al vivir, vive para Dios. Así también, ustedes considérense muertos respecto al pecado, pero vivos para Dios en unión con Cristo Jesús. Por lo tanto, no dejen ustedes que el pecado siga dominando en su cuerpo mortal y que los siga obligando a obedecer los deseos del cuerpo. No entreguen su cuerpo al pecado, como instrumento para hacer lo malo. Al contrario, entréguense a Dios, como personas que han muerto y han vuelto a vivir, y entréguenle su cuerpo como instrumento para hacer lo que es justo ante él" (Ro 6:6-7, 10-13 DHH).
** Aquí vemos cómo Dios cuidaba de su pueblo fiel, y quería que cada uno de sus hijos disfrutara de lo que había construido, eximiendo de ir a la guerra a los que no habían aún tenido oportunidad de probar lo que habían logrado, o de disfrutar a su mujer, si estaba recién casado. Sin embargo, más adelante veremos que una de las maldiciones que traía la rebelión a la ley de Jehová decía: "te desposarás con mujer, y otro varón dormirá con ella; edificarás casa, y no habitarás en ella; plantarás viña, y no la disfrutarás" (Dt 28:30).
*** El miedo puede ser contagioso. Un creyente miedoso es uno que no ha sido perfeccionado en la fe, porque la fe es la confianza en que Dios está en control, y que, sin importar las circunstancias o las amenazas que se ciernen, el Señor hará que todo obre para bien, según sus propósitos eternos. En la iglesia, es importante que los hermanos más maduros en la fe estén siempre atentos a los nuevos creyentes, acompañándolos durante sus procesos, a fin de que su fe no decaiga, enseñándoles a perseverar en la oración, y a reconocer el mover de la mano del Señor en cada situación.
No hay gigante a nuestros ojos que el Dios Todopoderoso no pueda derribar. Temer a los gigantes de este mundo es el resultado de haber quitado los ojos de nuestro Redentor, que va delante de nosotros, también protegiendo nuestras espaldas, y cubriendo nuestras cabezas en todo momento.
CONQUISTANDO LA TIERRA PROMETIDA
* Cuando el Espíritu Santo nos regenera, nacemos a una nueva vida. Antes éramos esclavos de nuestros deseos pecaminosos, pero Cristo desató ese yugo, y ahora nos está ofreciendo una vida en el espíritu.
Si llevamos al plano espiritual lo que Moisés está diciendo a Israel, el mensaje es que debemos hacer morir al viejo hombre en todo sentido, sin que quede ningún remanente de la vida que llevábamos antes de que Cristo tomara posesión de nuestro corazón. Si no renunciamos a los deseos de la carne, o nos permitimos pequeños recreos, estamos arriesgando volver a hacernos esclavos de ellos, y, aunque no perderemos la salvación (si es que verdaderamente somos salvos), estaremos contristando el Espíritu con que Dios nos selló para vida eterna y alejándonos del Señor, lo que, sin dudas, provocará que nuestras oraciones sean estorbadas.
** En las Escrituras, a veces el árbol se usa para simbolizar personas. Un árbol que da frutos es aquella persona que, aunque nueva en la fe, con un buen discipulado, y si persevera en buscar a Dios diariamente en Su Palabra, puede llegar a dar preciosos frutos para el reino. Pero también hay árboles que, lamentablemente, sólo sirven para hacer leña de ellos, es decir, personas que, aunque creen, no se arrepienten de su pecado, por tanto, no podrá dar fruto, porque no tiene el Espíritu Santo morando en su interior, que es quien va transformando el corazón antes endurecido.
PROFUNDIZANDO EN ALGUNAS LEYES
Sobre Muertos
* La iglesia local juega un importante rol dentro de la comunidad cristiana. Todas las congregaciones tienen un solo Buen Pastor que es Jesucristo el Señor; sin embargo, Él ha delegado la responsabilidad de apacentar sus ovejas en líderes dentro de cada congregación. Los primeros, fueron los profetas y apóstoles, cuyas enseñanzas son el fundamento de la doctrina cristiana, "siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Ef 2:20-21). Asimismo, el Señor constituyó a evangelistas, pastores y maestros, que "tienen la responsabilidad de preparar al pueblo de Dios para que lleve a cabo la obra de Dios y edifique la iglesia, es decir, el cuerpo de Cristo. Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo" (Ef 4:12-13 NTV).
Con todo, es responsabilidad de cada miembro de la congregación llevar el evangelio a toda persona que el Señor ponga en su camino, y discipular a aquéllos que reciben la buena noticia con entusiasmo; "entonces ya no seremos inmaduros como los niños. No seremos arrastrados de un lado a otro ni empujados por cualquier corriente de nuevas enseñanzas. No nos dejaremos llevar por personas que intenten engañarnos con mentiras tan hábiles que parezcan la verdad. En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor" (Ef 4:14-16 NTV).
Si todos cumplimos con nuestro papel como cristianos, estaremos siendo luz en medio de las tinieblas; así cuando el Señor nos demande cuentas sobre la misión que nos dio, de llenar la tierra con el evangelio, no tendremos que avergonzarnos, ni lamentar la pérdida de almas por causa de nuestra negligencia.
Sobre Uniones Matrimoniales con Mujeres Cautivas
* El mandato del Señor es a no unirnos en matrimonio con los incrédulos. Dice la Palabra: "No estén unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo, como Dios dijo: «Habitaré en ellos, y andaré entre ellos; y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo" (2Co 6:14-16 NBLA).
No obstante lo anterior, y sin ánimo de contradecir el mandato del Señor, Él también nos llama a ser luz en medio de las tinieblas. La experiencia en la iglesia nos dice que no son pocos los (as) cristianos (as) que han conocido a su futuro (a) cónyuge en ámbitos seculares, y les han anunciado el evangelio de la salvación en Cristo; entonces, la persona, que antes era incrédula, llega al Señor gracias a la intervención de ese creyente. Pero esto se debe hacer antes de entrar en una relación amorosa con esa persona, de modo de no correr el riesgo de que el incrédulo influya negativamente en el creyente. Si el incrédulo se convierte a Cristo, sólo entonces es tiempo de intentar una relación de pareja entre ambos. Pero si el incrédulo rechaza a Cristo, el creyente debe salir de ahí, porque si esa relación crece y permanece, mayor probabilidad hay de que el incrédulo afecte la vida espiritual del creyente que al revés.
En cuanto a las personas que han conocido a Cristo estando casados, pero su cónyuge se rehúsa a oír del evangelio, hay consejo sobre el tema en las cartas apostólicas (ver 1Co 7:12-16; 1Pe 3:1-2).
Sobre Primogenitura
* Sabemos que Jehová llamó "mi primogénito" al pueblo de Israel. Aún cuando el primer pacto fue quebrantado por causa de la permanente rebelión de Israel, "irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios" (Ro 11:29), y su fidelidad es para siempre.
Si bien es cierto, no toda la nación de Israel será salva, "no ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció" (Ro 11:2); y "aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia" (Ro 11:5), al cual está llamando junto a los gentiles. En otras palabras, el remanente de Israel escogido por gracia está en igualdad de condiciones que los gentiles escogidos por gracia; es decir, "todos están bajo pecado" y "están destituidos de la gloria de Dios" (Ro 3:9, 23), "porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos" (Ro 11:32).
La fidelidad de Dios para con Israel se muestra también en que el ministerio terrenal de Jesús el Mesías estaba dirigido a los judíos, no al resto de las naciones (aunque tuvo compasión de todos por igual): "No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 15:24), dijo el Señor. Sólo después de su muerte y resurrección, se comenzó a predicar a los gentiles, ministerio entregado al apóstol Pablo. No obstante, a los primeros que Jesús visitó después de su resurrección fue a los de su pueblo según la sangre. Sobre la preeminencia del pueblo judío por sobre el resto de las naciones hay abundante testimonio, a lo menos, en los primeros nueve capítulos del libro de los Hechos, donde se habla principalmente de lo que ocurría en medio del pueblo judío. Pedro, dirigiéndose a los hijos de Israel, les dice: "Ustedes son los hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo con sus padres, al decir a Abraham: “Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra”. Para ustedes en primer lugar, Dios, habiendo resucitado a Su Siervo, lo ha enviado para que los bendiga, a fin de apartar a cada uno de ustedes de sus iniquidades" (Hch 3:25-26 NBLA). Más adelante, vemos a Pablo y Bernabé, decir a los judíos: "A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles" (Hch 13:46).
La iglesia no es el plan B de Dios, sino la continuidad de lo que comenzó con la promesa hecha a Abraham, el patriarca de los judíos, porque "la salvación viene de los judíos" (Jn 4:22), pero estaba destinada a alcanzar a todas las naciones, y Jesús es el cumplimiento de esa promesa. Dice la Escritura: "Sabed, por tanto, que los que son de fe, estos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham" (Ga 3:7-9. Ver Ga 3:16, entre otros).
Sobre Hijos Desobedientes
* Cristo dijo: "Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo" (Lc 14:26 DHH). Los padres debemos orar siempre por la salvación de nuestros hijos, pero nunca permitir que ellos afecten nuestra comunión con el Señor. Si ellos, siendo cristianos o no, viven vidas desordenadas, no debemos ser condescendientes, pues, los hijos deben respetar y honrar a sus padres, y nuestro deber es hacer que se sujeten a las reglas que, según la Palabra de Dios, se han impuesto en nuestros hogares. "¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!" (Hch 5:29 NVI).
Con todo, sin dejar de tener mano firme, el amor debe gobernar nuestras acciones, por lo que debemos cuidar de tener siempre presente los mandatos del Señor respecto a la crianza de los hijos, que dicen: "Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor" (Ef 6:4); y "no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten" (Col 3:21).
Sobre Colgado en un Madero
* Ser colgado en un madero estaba destinado para crímenes realmente graves, tanto, que el mandato era no dejar que el cuerpo del criminal quedara colgado toda la noche, a fin de no contaminar la tierra, sino que había que enterrarlo el mismo día.
Así tan miserable era nuestra condición. Jesús tomó nuestro lugar en el madero, cargando sobre sí todos nuestros pecados. Maldito fue por nuestra causa. Tal como manda la ordenanza que estamos estudiando, el cuerpo de Cristo no permaneció colgado durante esa noche, a solicitud de los judíos, pues, era la preparación de la pascua, por lo cual, rogaron a Pilato que acelerara la muerte de los crucificados quebrándoles las piernas; sin embargo, a Jesús no se las quebraron, pues, cuando llegaron a Él, ya había entregado el espíritu. Así, de manera simultánea, entre tantas otras, también fueron cumplidas las Escrituras referidas al Cordero Pascual, que mandaban no quebrar ninguno de sus huesos, y no dejar del animal sacrificado para la mañana.
Varios Mandatos (22:1-12):
* La Palabra de Dios tiene aplicación eterna. No está sujeta al paso del tiempo, es decir, no pasa de moda, ni queda obsoleta. Los que cambiamos somos los seres humanos, y en la medida que pasa el tiempo, es evidente que más nos alejamos de la ley de Dios. No hablamos específicamente de la ley de Moisés, sino del consejo de Dios comprendido en toda su Palabra, es decir, Antiguo y Nuevo Testamentos. Las ordenanzas de este capítulo van desde prácticos consejos para hacer las cosas bien, hasta una prohibición que no deja de llamar la atención, pero que es enfática: "No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace" (v.5).
En los tiempos que corren, referirse al tema es un asunto delicado, porque el engaño ha proliferado de manera incontenible. La Verdad ha sido tergiversada, y no pocos la han creído. Pero lo cierto es que la Biblia sólo habla de dos sexos: hombre y mujer, y no sólo eso, es muy clara en rechazar la homosexualidad.
** En las Escrituras, muchas veces, los temas se abordan de manera muy clara, como en lo expuesto en los párrafos previos; en otras, los mensajes vienen ocultos en un misterio. En los versículos 9-11, se dice que no se deben mezclar semillas al sembrar una viña; tampoco se debe arar con buey y con asno a la vez; ni tampoco deben vestir ropa mezcla de lino con lana. Son consejos prácticos para la vida diaria, pero también nos hablan de que un creyente no debe mezclar lo sagrado con lo profano en su andar, para que no tropiece y caiga de la Gracia que es en Cristo.
Previamente, cuando hablamos de la prohibición de unirse en matrimonio con un incrédulo, citamos una porción de la segunda carta de Pablo a los corintios, donde aborda ese tema. A continuación, el apóstol hace un enfático llamado a limpiarnos de toda contaminación de carne y espíritu, diciendo: "Por lo tanto, el Señor dice: «Salgan de en medio de ellos, y apártense; y no toquen lo inmundo; y yo los recibiré. Y seré un Padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos y mis hijas.» Lo ha dicho el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios". (2Co 6:17-18; 7 RVR/60).
Sobre Castidad (22:13-30):
* El adulterio y la fornicación son condenados por Dios. Pero Jesús enseñó que no sólo el acto de adulterar condena al hombre, sino el sólo hecho de mirar a una mujer y codiciarla en su corazón es suficiente para pecar.
Los que No Serán Admitidos en la Congregación
* Podríamos preguntarnos: ¿Por qué no se permitiría el ingreso a la congregación del varón que sufrió amputación de su miembro viril? Si bien es cierto, la ley se aplicó literalmente en ese tiempo, ésta, como tantas otras ordenanzas, también encierra un misterio, que la misma Palabra de Dios se encarga de aclarar. Por ejemplo, la virilidad, en la Biblia, en ocasiones, se asocia a una persona virtuosa e íntegra. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce "varonilmente" en el libro de Números, cuando dice: "E Israel se portará varonilmente" (Nm 24:18 RVR), es la misma que se traduce como "virtuosa" para referirse a la mujer en Proverbios 31:10. En la primera epístola a los corintios, Pablo se dirige a la iglesia diciendo: "Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos" (1Co 16:13 RVR). En otras palabras, el mensaje en forma de misterio no está dirigido a los amputados físicamente, sino a los que no son íntegros en su vida diaria. Como lo expresa el escritor de la carta a los hebreos: si decimos ser cristianos, debemos procurar "vivir en... santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (He 12:14 RVR).
En cuanto a que no se permitirá el ingreso de un bastardo (que no es hijo legítimo) a la congregación, el misterio lo devela el evangelio de san Juan, cuando dice que Jesús "a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Jn 1:11-13 RVR). En otras palabras, ninguno que rechace al Hijo de Dios como su Salvador verá el reino de Dios, y son considerados bastardos, porque sólo por la fe en Cristo somos hechos hijos de Dios.
Leyes Sanitarias
* Pablo dijo en una de sus epístolas que, todo lo que antes consideraba valioso en su vida, ahora que conocía a Cristo, lo consideraba "estiércol" (ver Fil 3:7-9). Cuando nos rendimos a Cristo, el Espíritu Santo transforma nuestra cosmovisión por medio de la Palabra de Dios, entonces comenzamos a ver las cosas en su verdadera dimensión; es decir, lo que antes teníamos en alta estima, nos damos cuenta que no son más que banalidades, que, como señala la Escritura que estamos estudiando, igual que el estiércol, deben quedar enterradas, para dejar espacio en el corazón a los verdaderos tesoros espirituales, que son las cosas que no se ven.
Leyes Humanitarias (23:15-25)
* Día a día Dios sigue llamando a sus escogidos. Un grupo no pequeño de los que responden al llamado viene de trasfondos muy oscuros: esclavos de adicciones, delincuencia, prostitución, etc. A ninguno debemos desechar, sino, por el contrario, acogerlos y guiarlos a la Verdad. Sin embargo, si, habiendo recibido la doctrina de la fe, alguno insiste en perseverar en su pecado, el bautismo no le debería ser administrado, hasta que se vean evidencias de un verdadero arrepentimiento, no porque haya que negárselo, sino porque se le estaría haciendo creer erradamente que es salvo, cuando no lo es, pues, ninguno que no haya mudado los inmundos ropajes del viejo hombre podrá entrar en el reino, y la fe que salva se evidencia por sus frutos.
** Jesús nos llama a no juzgar a los demás. Somos muy rápidos para juzgar a los hermanos, o personas de otras denominaciones, pero Pablo condena fuertemente esas prácticas diciendo: "Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme" (Ro 14:4).
Cada uno de nosotros es un siervo de Jesucristo, y no nos corresponde juzgar lo que hacen creyentes de otras iglesias, llámese católicos, testigos de Jehová, anglicanos, etc., porque sólo el Señor sabe quiénes son verdaderamente sus hijos, y Él los juzgará. Nuestro deber es llevar la Verdad a todo el que quiera oírla. Con seguridad, así como hay cizaña en medio del trigo, también hay trigo en medio de la cizaña. Cualquiera que haya entregado su vida a Cristo para servirle es lo que Pablo llama "criado ajeno", porque su amo es Cristo, no nosotros.
La Carta de Repudio
* Sobre la carta de repudio, Jesús aclaró que el divorcio no es la voluntad de Dios, y que Moisés lo permitió por causa de la dureza de corazón del pueblo. Dios siempre nos hizo saber que la unión en matrimonio es un acto sagrado, y que nada debería disolverlo, porque, al unirse sexualmente un hombre con una mujer forman una sola carne, y ya no son dos, sino uno. Pero también dice la palabra que la inmoralidad sexual es motivo de divorcio. De hecho, el adulterio es condenado a través de toda la Biblia.
El Apóstol Pablo también se refiere al matrimonio, diciendo, primero, que los creyentes no deben unirse en matrimonio con no creyentes. Sin embargo, también dice que, si alguien se hizo cristian@ estando casad@, y su cónyuge sigue siendo incrédulo, que no l@ abandone, a menos que el incrédulo se quiera separar; pero si el incrédulo quiere seguir unido en matrimonio con su cónyuge creyente, que no se separen. Pedro también hace mención al matrimonio entre incrédulos y creyentes, exhortando, en ese caso, a la esposa creyente, (pero también es aplicable al esposo), a esforzarse por mostrar una conducta integra, de modo que el esposo sea atraído a abrazar el Evangelio al ver el cambio que éste ha producido en ella.
Otras Leyes Humanitarias (24:5-22)
Sobre Variados Temas (25:1-16)
* La ley decía que el culpable de delito debía recibir cierta cantidad de azotes, de acuerdo a la gravedad de su delito, pero que el número de azotes no podían exceder de cuarenta. Aunque la Biblia no lo especifica, se cree que los azotes que Jesús recibió, cargando nuestra culpa, fueron treinta y nueve, de conformidad a esta ley. Pablo tampoco escapó de este tipo de tortura, y cinco veces, dice a los corintios, que recibió treinta y nueve azotes de parte de los judíos, por predicar el evangelio.
** El Apóstol Pablo, en su carta a los corintios, explica que el mandamiento que prohíbe poner bozal al buey mientras está trillando, no se refiere sólo a los animales usados para arar la tierra, sino que está referido a los ministros que han recibido el mandato de proclamar el evangelio, los cuales tienen derecho a vivir de su trabajo, recibiendo de la grey para su sustento. Si se pone bozal al buey mientras ara, el animal estará impedido de comer de lo que se está sembrando, y eso lo debilitaría; lo mismo sucede con los siervos del Señor; si no reciben de las ofrendas para su sustento, se verán obligados a buscar un trabajo secular, paralelo a su trabajo como pastor, lo que los distraerá de su principal obligación, que es apacentar la grey de Jesucristo, "porque el que ara debe arar con esperanza, y el que trilla debe trillar con la esperanza de recibir de la cosecha" (1 Co 9:10 NBLA).
ORDEN DE EXTERMINAR A AMALEC
* Amalec es el primer enemigo que debió enfrentar Israel luego de su redención de Egipto. La guerra entre Israel y Amalec es como la guerra que se libra entre los deseos de la carne y los deseos del espíritu en el creyente: no cesarán mientras estemos en estos cuerpos carnales, donde yacen los residuos del pecado. Cristo nos liberó de la esclavitud del pecado, y nos dio una nueva vida en el espíritu; por tanto, no debemos permitir que el pecado vuelva a reinar en nosotros, pues, nos hacemos esclavos de aquello a lo que obedecemos, y nosotros no fuimos rescatados para seguir sirviendo al pecado, sino para poner todo lo que somos al servicio de nuestro Señor. Día tras día, cada uno de nosotros debe procurar hacer morir todo rastro de nuestra anterior vida de pecado, y ofrecer lo que resta de nuestras vidas en estos cuerpos, como sacrificio santo, para la gloria de Dios en Cristo Jesús.
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