sábado, 12 de marzo de 2016

Renovando Nuestro Entendimiento - DEUTERONOMIO (Parte I) - [Dt 1 al 6]

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos estudiados - identificados al pie de cada párrafo. Los textos en cursiva son los comentarios hechos por mí respecto de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)



[Comenzar en el libro de Génesis]


DATOS GENERALES



Título del LibroDEUTERONOMIO (Dt)
N° de Capítulos: 34
Autor : Moisés, según la tradición judía.
Fecha: Indefinida. Probablemente entre 1407 y 1406  a.C.
Clasificación: Quinto Libro del Pentateuco (1° Génesis; 2° Éxodo; 3° Levítico; 4° Números)
Tema: Reiteración de la Ley y Exhortación a Cumplirla.


Introducción:  


El nombre "Deuteronomio" viene de las palabras griegas "deuter", que significa "segundo", y "nomas", cuyo significado es "ley". Literalmente significa "segunda ley", sin embargo, no se trata de una nueva ley, sino de la reiteración de la ley entregada al pueblo en el Sinaí; en algunos casos, profundizando en detalles con respecto a lo que estudiamos en los libros precedentes, a fin de preparar al pueblo que estaba por tomar posesión de la tierra de Canaán, debido a que, los que estaban a punto de cruzar el Jordán, no eran los mismos que salieron de Egipto, sino una nueva generación.

Recordemos que sólo dos hombres, Josué y Caleb, de entre todos los que cruzaron el Mar Rojo, iban a ver cumplido el sueño de recibir la tierra que Dios había prometido a los hijos de Israel, debido a que creyeron a Jehová el Dios viviente. El resto de esa generación murió en el desierto. Los que ahora se encontraban en la frontera, listos para conquistar Canaán, eran los hijos de los que salieron de Egipto; la mayoría de ellos nacidos en el desierto.

Esta nueva generación de israelitas necesitaba saber que no había sido la fuerza y poder de los hombres lo que los había llevado hasta donde estaban, sino que su liberación de la esclavitud, y el éxito en las batallas habían sido por el poder de Jehová, porque lo cierto es que Israel era un pueblo terco, con tendencia a la infidelidad y a la rebelión, lo que muchas veces los hizo fracasar. Israel debía entender que sólo por la gracia de Dios ellos ahora estaban a punto de tomar posesión de la tierra, y que lo único que Jehová demandaba a cambio era fidelidad, esto es, que confiaran en Él, y que permanecieran en su ley.

El pacto no se extinguió con los que quedaron muertos en el desierto, pues, había sido hecho para los que iban a entrar a la tierra prometida. Por ese motivo, con el fin de que esa  nueva generación no repitiera los mismos errores que sus padres, Moisés comenzó a hacer un recuento de los hechos que Israel vivió desde el momento en que se aprestó para iniciar el camino por el desierto, luego de haber cruzado el Mar Rojo, hasta ese tan anhelado momento, cuarenta años más tarde, en que estaba a un paso de entrar a la tierra que fluye leche y miel.

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Estudio


RESUMIENDO LOS HECHOS


Cuarenta años habían pasado desde que Israel fue sacado de Egipto. Una ruta que normalmente tomaba once días, los Israelitas habían demorado todos esos años en completarla, y ahora se encontraban al este del Jordán, a un paso de cruzarlo, y tomar posesión de la tierra de Canaán. Estando en tierra de Moab, en la ribera oriente del río, luego de derrotar a los reyes que habían dominado esas tierras, Moisés se dirigió a los hijos de Israel, para comunicarles todo lo que Jehová quería que oyeran acerca de lo que el pueblo había vivido luego de ser liberado de la esclavitud. Comenzó relatando el momento en que, después de haber estado acampando por largo tiempo en el Sinaí, Jehová les dijo que había llegado el momento de emprender el viaje hacia la tierra prometida. Para ese entonces, Israel se había convertido en un pueblo numeroso, difícil de conducir por un solo líder, motivo por el cual, fue necesario elegir jefes por cada tribu, líderes de millares, de centenas, de cincuentenas y de decenas, quienes fueron constituidos jueces, encargados de resolver con justicia todo tipo de litigios, tanto entre israelitas como con los extranjeros, y sólo los casos más complejos iban a ser sometidos a consulta con Moisés. (1:1-18)

* ¡Cuarenta años les tomó un trayecto que no toma más de once días!... ¿Cuánto tiempo tomará a los que oyen el evangelio decidirse a entrar en el reposo de Cristo? Como dice el autor de la epístola a los Hebreos: "Cuando oigan hoy su voz, no endurezcan el corazón como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron...", quienes, por su desobediencia, no entraron en el reposo que Dios les había preparado en la tierra prometida. Jesús está llamando ahora al arrepentimiento y a creer el evangelio, para que entremos en su reposoEl fin del mundo vendrá sin previo aviso, pero Dios no quiere que el incrédulo se pierda, sino que se arrepienta de su pecado y crea en su Redentor, para que tenga vida eterna en la tierra nueva, donde ya no habrá sufrimiento ni injusticia, y la paz reinará eternamente.

SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS (He 11:6


Moisés recordó cuando salieron de Horeb, y llegaron a Cades Barnea, al monte del amorreo que Jehová les estaba entregando en posesión, y les mostró la tierra, diciendo al pueblo: "sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes". Pero el pueblo propuso enviar antes a hombres que fueran a reconocer el territorio. Moisés aceptó la proposición, así que enviaron a doce hombres, uno por cada tribu, a explorar el lugarA su regreso, trajeron frutos hermosos, reconociendo las bondades de la tierra que Jehová les estaba dando, pero también contaron que los amorreos eran poderosos, que había gigantes, y que las ciudades tenían murallas altas, imposibles de saltar. Tras estos relatos, el pueblo, en vez de ir y tomar posesión de la tierra, se rebeló contra Dios, diciendo que Jehová los había hecho llegar hasta allá para ser destruidos, y comenzaron a manifestar su deseo de volver a Egipto. Pero Moisés les insistía: "No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos". Aun así, no creyeron en Jehová, quien los había llevado por el desierto como un padre a su hijo, guiándolos con la columna de nube y de fuego. Por su falta de confianza y rebeldía, Jehová se enojó con ellos, y los condenó a morir en el desierto, declarando que ninguno de ellos entraría en la tierra prometida, excepto Caleb, y Josué, dos de los espías enviados, porque sólo ellos habían demostrado que creían en Jehová. Entonces el Señor les ordenó volver al desierto, camino del Mar Rojo. Moisés se lamentó al recordar que tampoco él podría entrar a Canaán, tras ser castigado por no glorificar el nombre de Jehová ante la congregación. Los que iban a entrar a la tierra prometida y conquistarla serían los hijos de esa generación quecuando el castigo fue pronunciado, eran niños incapaces de distinguir el bien del mal.  (1:19-40).

* Cuando leímos por primera vez que Jehová castigó a Moisés, quitándole el derecho a entrar a la tierra prometida, probablemente, la mayoría de nosotros, sino todos, pensamos que Moisés no merecía un castigo tan grande; sin embargo, eso es porque no entendíamos lo que Dios nos quería mostrar; esto es, que la salvación de Israel no iba a venir de la mano de la Ley mosaica, sino de la fe; y que la Ley era sólo un medio para conducir a Israel hasta su Mesías, a fin de que la justificación fuese por la fe.
 
En consecuencia, como aprendemos de la carta del apóstol Pablo a los Gálatas, una vez que Jesús el Mesías se hizo presente, ya la ley no tenía razón de ser, pues, comenzó a regir el nuevo pacto del que hablaron los profetas, cuyo mediador es el Hijo de Dios, simbolizado por Josué en el Antiguo Testamento, que es quien verdaderamente conduce a Israel la tierra prometida. Dice la Escritura: "ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley sea nuestra tutoraPues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Y todos los que fueron unidos a Cristo en el bautismo se han puesto a Cristo como si se pusieran ropa nueva. Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y ahora que pertenecen a Cristo, son verdaderos hijos de Abraham. Son sus herederos, y la promesa de Dios a Abraham les pertenece a ustedes" (Ga 3:25-29 NTV).
 
** La ley de Moisés era perfecta, pero no tenía el poder de perfeccionar a los hombres debido al pecado que domina a la humanidad. La ley decía que era maldito aquel que no hiciera todas las cosas que ella mandaba; consecuentemente, todos estaban bajo maldición, pues, si hubo algo que la ley dejó claro es que nadie era capaz de cumplirla, pues bastaba transgredir un solo mandato para hacerse transgresor de todos. Por tanto, el hombre no puede salvarse por medio de la ley; tiene que ser rescatado, pero, para que el rescate se haga efectivo, necesita creer en su Redentor. De eso se trata el nuevo Pacto: que la salvación se recibe por gracia (gratuitamente), sólo por la fe puesta en el Mesías, que es su mediador. Mientras los del judaísmo insistan en tratar de alcanzar justicia a través de la ley, seguirán estando bajo maldición.
 
*** Un día, cuando volvían los discípulos de haber cumplido con la misión que les dio, Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: "Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños". Cuando dijo esto, no estaba hablando de infantes, sino de personas humildes, sin mayores pretensiones, a quienes Dios escogió para fundar la fortaleza. En cambio, los eruditos fariseos, saduceos y escribas, que podían recitar los textos sagrados de memoria, eran incapaces de entender las señales que se desplegaban ante sus ojos, que indicaban que Aquél que venía en en nombre de Jehová se encontraba entre ellos. Este capítulo de Deuteronomio, donde dice que fueron los niños los que iban a entrar a la tierra prometida, hace referencia a estos hechos. Los religiosos líderes judíos, quienes debieron edificar la casa de Dios, no reconocieron la piedra angular del edificio, y la desecharon, por lo tanto, la construcción fue entregada en manos de otros, los que parecían más insignificantes en la escala social, a quienes el Mesías escogió para que les fueran revelados los misterios del reino, y sentaran los fundamentos de la Casa de Dios en la tierra, la Ciudad celestial, la novia del Cordero.

SÓLO CON JEHOVÁ LA OBRA PROSPERA (Sal 127:1)


Moisés recuerda cómo los condenados a morir en el desierto, tras ver el enojo de Dios, se arrepintieron, y decidieron hacer lo que Jehová les había mandado previamente. Todos se organizaron y armaron para ir a conquistar la nueva tierra, pero Dios les advirtió por medio de Moisés, que no lo hicieran, porque Él no estaría con ellos, por tanto iban a ser derrotados; pero no escucharon a Moisés, y salieron para conquistar de todos modos. Lamentablemente, los amorreos les salieron al camino, y los derrotaron, y aunque a su regreso lloraron y se arrodillaron ante Jehová, el Señor no los escuchó, y debieron permanecer en Cades por muchos años. (1:41-46)

* Dios es el Todopoderoso, y sin Él las luchas de los hombres no tendrán solución. El hombre que no tiene a Cristo no puede lidiar con la miseria de su alma. Actualmente, el humanismo nos trata de convencer de que en nosotros está el poder para hacer de éste un mundo mejor, pero el hombre natural, aunque intente hacer lo bueno, lo hace según su deteriorada cosmovisión, y sólo consigue empeorar la condición humana. Muchas de la luchas sociales que se llevan a cabo en estos tiempos, buscando justicia e igualdad, están conduciendo a la humanidad a una decadencia moral y ética de proporciones difíciles de dimensionar. Al sacar a Dios y su ley de en medio, el ser humano está destruyendo las bases sobre las cuales se sustentan la convivencia y el respeto mutuo, y comienza a caminar peligrosamente por el borde de un abismo de depravación que no va a poder detener, pues esa moral relativa que el mundo está tratando de imponer va a dar paso al relativismo en muchos aspectos de los derechos humanos.
** El tiempo para salvación es ahora. Jesús está llamando a su pueblo en este tiempo, que conocemos como "Era de la Gracia", que significa que somos salvos por fe, tiempo que comenzó desde que Jesucristo se ofrendó en la cruz, derramó su sangre expiatoria, y resucitó, para luego ascender a la diestra de la Majestad en los cielos, y terminará cuando regrese por su iglesia, conformada por todos los que, habiendo oído el Evangelio de la salvación, se arrepienten de su pecado, y reciben el Espíritu Santo en sus corazones como garantía de la redención para vida eterna. Dios ha sido paciente, y ha esperado largo tiempo que la gente se vuelva a Él para ser salva, pero cuando se cumpla el tiempo, ya no habrá vuelta atrás. Ninguno que no haya sido sellado por el Espíritu Santo de Dios va a poder entrar al Reino, y le aguarda una condena horrenda.

DESPUÉS DEL DESIERTO, VIENE LA CONQUISTA


Tal como Jehová les ordenó, se dirigieron al desierto por la ruta del Mar Rojo, y permanecieron muchos años rodeando el Monte Seir, hasta que un día, habiendo transcurrido casi cuarenta años, tiempo durante el cual había perecido en el desierto la generación de guerreros que fue castigada por su rebelión, Jehová les mandó volver hacia el norte. Les dijo que pasarían por tierra de los hijos de Edom, quienes tendrían temor de Israel, pero que no pensaran que iban a recibir alguna porción de esos territorios, pues Él había dado el monte de Seir a Esaú (Edom) como heredad. Les dijo que debían pagar por cualquier alimento o agua que tomaran de las tierras de Esaú, pues Jehová había bendecido el trabajo de Israel durante todos esos años, y tenían cómo pagar. Luego de pasar por territorio de Esaú, siguieron más al norte, por territorio de Moab. Jehová nuevamente les advirtió que no daría ninguna porción de ese territorio a Israel, pues se lo había dado a los moabitas hijos de Lot. Más al norte, siguieron hasta el territorio de Amón, del cual tampoco tomarían porción, pues Jehová se lo había dado en heredad a los amonitas hijos de Lot. (Tanto en las tierras de Moab como de los amonitas habían habitado gigantes que fueron destruidos por Jehová en otro tiempo). Cuando llegaron al límite del arroyo de Arnón, Jehová les dijo que se prepararan para la guerra, pues había llegado el momento en que les entregaría en sus manos a los amorreos, cuyas tierras conquistarían con la ayuda del Señor. A partir de entonces, todos los pueblos de la tierra tuvieron gran temor de Israel. (2:1-25)

* Este paso por el desierto, en que murieron todos los que se rebelaron contra Jehová, además de hablar de la falta de fe como la principal causa que los condenó a morir en el trayecto - hecho que los creyentes del nuevo pacto no podemos subestimar - lleva también implícito el mensaje para los cristianos de que, mientras nos encaminamos hacia nuestra heredad, necesitamos hacer morir al "viejo hombre" en nosotros, y dejarnos moldear, por el Espíritu Santo, a la imagen de Jesucristo, porque, insistimos, dice la Palabra que ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios.
 
En consecuencia, "la travesía por el desierto" es necesaria en la vida del cristiano, porque es en el desierto donde sale a la luz todo aquello de lo que adolecemos, y es donde aprendemos a depender sólo de Dios, es decir, comenzamos a desarrollar fe. Dice la Escritura: "Mediante la fe ustedes son protegidos por el poder de Dios, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo. En lo cual ustedes se regocijan grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, sean afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de la fe de ustedes, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; a quien sin haber visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno de gloria, obteniendo, como resultado de su fe, la salvación de sus almas". (1Pe 1:5-9 NBLA)
 
Es en el desierto donde aprendemos que Dios está a cargo, y que, sin importar cuán grande pueda ser la prueba, el Señor hará que todo obre para bien, conforme a sus propósitos eternos. Mientras atravesamos los valles de sombra de muerte, el Señor guía nuestros pasos, para ayudarnos a crecer en el conocimiento de Él. Nunca estamos solos, y cuando nuestras fuerzas desfallecen, si no sabemos cómo orar o qué pedir, su Espíritu Santo en nosotros intercede ante Él para que recibamos lo que necesitamos en medio de la angustiaEn el desierto comenzamos a entender la soberanía de Dios y lo pequeños que somos. El Señor dijo que son bienaventurados los que creen sin haber visto.

Moisés contó que envió un mensaje de paz a Sehón, rey de Hesbón, pidiéndole que les permitiera pasar por el camino real, para llegar hasta la tierra que Dios había prometido dar a Israel, cruzando el Jordán. Pero Jehová endureció más el terco corazón del rey Sehón, y éste salió contra Israel, junto a todo su pueblo, en Jahaza. Entonces Jehová entregó en manos de Israel la tierra de Hesbón, muriendo su rey y todos los habitantes, no quedando ningún hombre, ni mujer, ni  niños. Israel tomó posesión de todas sus ciudades, y se apoderó del ganado y del botín de las ciudades conquistadas.  (2:26-37).

* A veces nos cuesta entender por qué Dios permitió que murieran todos los habitantes de las ciudades conquistadas, incluidos los niños, sin embargo, no nos corresponde cuestionar lo que Dios en su soberanía dispone, sino que debemos poner atención al mensaje que Jehová nos envió a través de estos eventosIsrael era el pueblo escogido para modelar en él lo que Jehová espera de los que son llamados a su reino, para lo cual le dio una ley. Los amorreos, por su parte, simbolizan el sistema del mundo, con todos sus atractivos y sus perversiones. La conquista de la tierra de los amorreos por Israel simboliza el poder que, por la gracia de Dios, recibimos los hijos de Dios para deshacernos de las pecaminosidades que arrastramos de lo que era nuestra vida antes de venir a Cristo.
 
Antes de nacer de nuevo no podíamos liberarnos de nuestra natural tendencia al pecado, pero cuando el Espíritu Santo tomó control de nuestras vidas, comenzamos a hacer uso efectivo del libre albedrío, pudiendo, en consecuencia, escoger actuar conforme a la justicia de Dios. (Aunque se dice que todos tenemos libre albedrío; en los hechos, la voluntad del hombre sin Cristo está esclavizada por el pecado, por tanto, no es libre para escoger hacer el bien sin que el egoísmo o la arrogancia estén presentes).
 
El Señor nos llama a la santificación; por lo cual, no debemos dejar pasar ningún pecado, por insignificante que parezca (simbolizado por esos niños amorreos), para que nos vayamos limpiando cada vez más de nuestras impurezas, y nos asemejemos más y más a nuestro Señor Jesucristo, permaneciendo de esta manera en perfecta comunión con Dios.

LOS QUE DECIDIERON QUEDARSE AL ESTE DEL JORDÁN


Luego de esa conquista, subieron a Basán, y Dios entregó en manos de Israel al Rey Og, y se apoderaron de todas las ciudades de Basán, y se quedaron con todo el ganado y botín de sus ciudades, y no dejaron sobrevivientes. De este modo, se apoderaron de toda la tierra en la ribera este del Jordán, la que fue repartida entre los rubenitas, gaditas y la media tribu de ManasésPor cierto, el rey Og era el último de los gigantes que quedaba. Su lecho medía casi cinco metros de longitud por dos metros de ancho. Moisés advirtió a aquellos a quienes se les había asignado posesión de tierras al oriente del Jordán, que deberían armarse para acompañar a sus hermanos a conquistar las tierras cruzando el Jordán, y que no podrían regresar a sus heredades, en tanto sus hermanos no recibieran su porción en Canaán. (3:18-20)

* Cuando estudiamos el capítulo 32 del libro de Números, nos detuvimos bastante en el pasaje a que hace referencia esta porción, y llegamos a tres interpretaciones sobre estos hechos:
 

Moisés también comenta que dio instrucciones a Josué de no tener miedo de ir a conquistar la tierra prometida, porque, igual como Dios había entregado a los dos reyes amorreos en manos de Israel, pelearía por Israel para conquistar las tierras de Canaán. Moisés recuerda cómo oró a Jehová para que le permitiera pasar a Canaán, pero Jehová no lo escuchó, y le reiteró que sólo le permitiría ver desde la distancia la tierra, y que debía animar a Josué, pues, a él se le había dado la misión de conducir a Israel para recibir su heredad en la tierra prometida. (3:21-29)

* Como ya dijimos, el hecho de que Moisés quedara impedido de entrar a la tierra prometida nos estaba haciendo ver que la entrada al reino no sería a través del pacto mosaico, ni a través del judaísmo, sino por medio de la fe en el Hijo de Dios, mediador de un nuevo pactoque iba a dar a luz a la iglesia, el pueblo santo nacido del Espíritu de Dios, donde no hay diferencia entre judíos y gentiles.
 
Mientras el pueblo judío siga rechazando a Jesús el Mesías, no podrá ver a Dios. Porque, para entrar al Reino de los Cielos es necesario volver a nacer, y eso sólo es posible por la fe en el Hijo de Dios. Ellos necesitan oír el evangelio, para que reconozcan que su Mesías ya vino, y se arrepientan de haberle matado, entonces serán salvos. Lamentablemente, muchos de los judíos se resisten a oír hablar de Jesucristo. 
 
** Así como Jehová iba delante de Israel, guiándolos por medio de Moisés, cuando los sacó de Egipto, Él va delante de nosotros, por medio de Jesucristo, para llevarnos a la vida eterna. Dice la Palabra que los escogidos "ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni ardor alguno;  porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Ap 7:16-17 RVR77). 
 
Tenemos que dar gracias a Dios, porque no nos ha pagado conforme a lo que merecemos, sino que, a pesar de lo que somos, tuvo misericordia de nosotros para redimirnos De hecho, sin Dios, no hubiésemos tenido ninguna posibilidad de ser rescatados del pecado que nos condenaba a la muerte eternaTodo el proceso de redención depende de nuestro CreadorJehová proveyó el Cordero que fue sacrificado para expiar nuestros pecados. Jehová es el que cambia nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de recibir su Palabra. Jehová es el que llama por medio de su Evangelio. Es la Palabra de Jehová la que nos guía al arrepentimiento; y es por oír su Palabra que viene la fe
 
¿Dónde está la jactancia? pregunta Pablo, porque lo cierto es que nuestra naturaleza adánica no tiene ninguna posibilidad de hacer algo que agrade a Dios, pues, incluso nuestras obras más sublimes son como trapo de inmundicia a sus ojos, porque están teñidas de nuestro egoísmo y orgullo. De hecho, tendemos a pensar que nosotros escogemos venir a Cristo, pero ni eso podemos hacer, porque el hombre sin Espíritu Santo nunca va a escoger venir a DiosEs Dios quien llama a los que escogió desde la fundación del mundo para salvación, a quienes da un corazón capaz de oír ese llamado. Para heredar las promesas de vida eterna, Dios sólo nos pide lo mismo que pidió a Israel en el pasado: tener fe. Es Jehová quien salva, nosotros sólo debemos dejarnos guiar.

EXHORTACIÓN A LA OBEDIENCIA A JEHOVÁ


Moisés, entonces, comenzó a exhortar a Israel diciendo: "oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis, y entréis y poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres os da". También les mandó no añadir ni quitar nada a los mandamientos entregados. Les recordó que sólo los que no fueron tras ídolos falsos, y se mantuvieron fieles a Dios estaban vivos, y los instó a poner en práctica los estatutos y decretos dados, demostrando sabiduría e inteligencia entre las naciones. Moisés llamó a no olvidar todo lo que Israel había experimentado, y a comunicarlo a sus hijos y nietos. Les recordó cuando, estando a los pies del monte Horeb, Jehová les hizo oír sus palabras, y cómo ardía el monte con fuego en medio de las tinieblas, mientras les anunciaba su pacto; los diez mandamientos, los cuales escribió en dos tablas de piedra para que lo cumplieran en la tierra que ahora estaban por poseer (4:1-14). 

* La Biblia, como la conocemos, está completa. Dios ya habló, y no hay nada que podamos añadir ni quitar a su Palabra (v.2). Lamentablemente, hay religiones monoteístas que han agregado a las profecías textos complementarios, supuestamente inspirados por profetas venidos después de Cristo, cometiendo un grave pecado no sólo porque desobedecen este mandato, sino, porque han hecho que muchos se extravíen por ese motivo. Pero no sólo han tergiversado la Palabra de Dios, lo peor es que han relegado a un lugar secundario al único intercesor válido entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien tiene el poder para llevarnos a la vida eterna, y exaltan a falsos profetas en su lugar. Por tanto no sólo no entrarán ellos al reino, sino que han puesto tropezadero a las ovejas, desviándolas al despeñadero.
** Jehová escribió en tablas de piedra los mandamiento (v.13), lo que nos habla de que la ley de Moisés fue entregada a corazones endurecidos por el pecado. Pero más tarde, por medio de Ezequiel, el Señor prometió lavarnos de nuestras inmundicias, y darnos un corazón de carne para hacernos andar conforme a su justicia. Asi mismo, a través de Jeremías, Jehová anunció un nuevo pacto, por medio del cual pondría su ley en nuestra mente, y que la escribiría en nuestro corazón. Como hemos dicho, Jehová cumplió estas profecías por medio de su Verbo encarnado, quien nació como hombre para tomar nuestro lugar en la cruz, y allí reunir en sí mismo a judíos y gentiles, limpiándonos con su sangre y, regenerando nuestro corazón por medio de su Palabra que es vida y espíritu, capaz de transformar nuestra alma para hacernos obedientes al Señor.

ADVERTENCIA CONTRA LA IDOLATRÍA


Moisés dijo que, así como no vieron ninguna imagen de Dios cuando habló con ellos desde el fuego, tenían prohibido hacerse imágenes para adorar. Les advirtió que, si luego de vivir mucho tiempo en esas tierras, se corrompían, y seguían a otros dioses, haciendo así lo malo ante el Señor su Dios, provocando su ira; que el cielo y la tierra quedaban como testigos contra ellos, de que no vivirían allí mucho tiempo, sino que serían destruidos por completo. El Señor dijo que los dispersaría entre las naciones, y sólo quedarían unos pocos, pero les dijo: "si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma. Cuando estuvieres en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres a Jehová tu Dios, y oyeres su voz; porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a tus padres". Moisés los llamó a meditar en todo lo que Jehová hizo por Israel, de lo cual ninguna otra nación puede decir que su dios haya hecho, como hablar con ellas desde el fuego, o que los haya rescatado de la esclavitud en medio de otra nación con maravillas y brazo poderoso como lo hizo Jehová cuando sacó a Israel de Egipto, o cuando echó naciones más poderosas que Israel de delante de su presencia para dar a sus escogido la tierra que estaban por poseer. Todo lo hizo Jehová "para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él". Por tanto, dijo Moisés: "Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otroY guarda sus estatutos y sus mandamientos, los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre". (4:15-40).

* Esta profecía que habla de la dispersión de Israel (vv.27-31) fue escrita alrededor del 1400 a.C., y se cumplió tal como fue pronunciada, pues, Israel, por causa de su rebelión e infidelidad, fue dispersado por todo el mundo. Antes de Cristo, el reino de Israel, o reino del norte, fue llevado cautivo por Asiria en el 722, y de allí, dispersado al resto de las naciones; un par de siglos después, el reino de Judá, o reino del sur, fue deportado a Babilonia, desde donde sólo pudieron volver a Jerusalén después de setenta años de exilio, pero nunca como nación libre, sino bajo el yugo de poderosos imperios. Lamentablemente, eso no fue todo, porque la dispersión de Israel volvió a producirse en el año 70 d.C., cuando fue destruido el segundo templo en Jerusalén, y los judíos tuvieron que huir, repartiéndose por todo el mundo. 
 
Sobre la dispersión producida antes de Cristo, es lamentable decir que, hasta este día, sólo es posible distinguir con certeza a los descendientes del reino de Judá, pues, los del norte, que fueron dispersados entre las naciones, terminaron mezclándose con los habitantes locales, perdiendo su identidad. En cambio, los del reino del sur, que fueron exiliados a Babilonia, pudieron mantener la pureza de su linaje, y sus nombres patriarcales. Allí están, principalmente, los descendientes de Judá y Benjamín que formaron el Reino de Judá, pero también los de Leví, porque los sacerdotes y levitas que habían quedado en el reino del norte abandonaron sus tierras para venir a Judá, tras ser excluidos del ministerio religioso por el Rey de Israel. Asimismo, del resto de las tribus también es posible identificar un remanente, pues, varias familias de las tribus que habían quedado en el reino del norte se unieron al reino del sur cuando vieron cómo el reino de Israel se corrompía, cayendo en idolatría, rebelándose contra YHWH.
 
** Las siguiente cita bíblica revela lo que pasa al hombre que pone su confianza en el hombre o en las cosas del mundo, en contraste con aquéllos que ponen su confianza en el Señor: "Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto" (Jer 17:5-8 RVR).  
 
Tratar de encontrar respuesta a nuestras aflicciones fuera de nuestro Dios es idolatría y falta de fe, y Dios no se agrada de los que no confían en Él. Esto aplicó tanto para los que salieron de Egipto, como para los que hemos oído el llamado de Dios en la era de la Gracia. De la misma forma en que los rebeldes murieron en el desierto por su falta de fe, y los que confiaron en Jehová seguían con vida, y estaban listos para entrar al Reposo que Dios les estaba dando en Canaán, todos los que no se aparten de Dios ante las situaciones de aflicción, sino que perseveren en la fe, verán la poderosa mano de Dios moverse a su favor, y entrarán en el Reposo que se nos ofrece en Cristo Jesús.
 
En cuanto a los profesantes del judaísmo, como dijimos antes, mientras perseveren en rechazar a Yeshua Ha Mashiaj seguirán estando bajo maldición, porque ningún pecador puede entrar al reino de Dios, y todos necesitamos de la sangre expiatoria que el Hijo de Dios derramó en la cruz para darnos salvación, quien, siendo Elohim, se hizo Cordero para expiar los pecados de los que creen. Los judíos incrédulos están excluidos de la salvación, pero, si se vuelven a YHWH, y se arrepienten de no haber creído que Jesús es el Ungido enviado por YHWH para dar su vida en propiciación por los pecados del mundo, serán reinjertados a la Vid, y tendrán vida eterna. Aún están a tiempo.

 

Luego, Moisés apartó tres ciudades de refugio en la tierra que antes perteneció a los amorreos, para que sirvieran de refugio a aquéllos de las tribus de Rubén, Gad y media tribu de Manasés, que se iban a establecer al este del Jordán, para proteger la vida de aquéllos que, por accidente, causaran la muerte de una persona. Así fue como, estando en tierra de Sehón, que fue conquistada por Israel, Moisés habló a los israelitas, recordándoles los testimonios, estatutos y decretos que el profeta había dado a Israel cuando salieron de Egipto. (4:41-49)

LOS DIEZ MANDAMIENTOS


Entonces Moisés dijo: "Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra". Les declaró que el pacto que Jehová hizo con ellos en Horeb era un pacto con aquéllos que vivían, no con los que habían muerto en el desierto. Les recordó que Jehová habló cara a cara al pueblo, por medio de Moisés, desde el fuego en el monte, diciendo: (1) "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.(2) "No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos". (3) "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque Jehová no dará por inocente al que tome su nombre en vano". (4) "Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo". (5) "Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da". (6) "No matarás." (7) "No cometerás adulterio." (8) "No hurtarás." (9) "No dirás falso testimonio contra tu prójimo". (10) "No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo". Todos estos mandamientos, sin añadir más, Jehová los escribió en dos tablas piedra, y se los dio a Moisés. (5:1-22). 

Antes de venir a Cristo, dicen las Escrituras, todos estábamos muertos en nuestros delitos y pecadosEsto de que el pacto lo hizo con los que estaban vivos, y no con los muertos en el desierto, estaba revelando que las promesas que Jehová hizo a Abraham son para los que están siendo llamados a la vida eterna por la feJesús dijo que Jehová es Dios de vivosPara ver a Dios es necesario volver a nacer, es decir, nacer del Espíritu Santo, lo cual sólo es posible por medio de la fe en Jesús el Mesías. La promesa que YHWH hizo a Abraham dice: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 22:18); no lo dice en plural ("tus simientes"), sino que habla de Una, es decir, estaba señalando a Jesucristo, en quien somos bendecidas todas las naciones por la fe en su preciosa ofrenda en la cruz

Moisés recordó aquel momento cuando Israel tuvo miedo del fuego abrasador que había en la montaña, mientras Dios hablaba al pueblo. Entonces los príncipes de las tribus manifestaron a Moisés que el pueblo temía morir ante la gloria y grandeza de Jehová si volvían a oír su voz, y le pidieron que intermediara entre Dios y ellos, y que ellos acatarían lo que el Señor les mandase. Jehová aprobó lo solicitado, deseando que el pueblo tuviera siempre un corazón dispuesto a temerle y obedecerle, para que le fuera bien en todo para siempre. Así que les mandó volver a sus tiendas, mientras Moisés debía permanecer con Él para recibir los mandamientos, estatutos y decretos que el pueblo debía cumplir en la tierra que Jehová les iba a dar por posesión. Entonces Moisés les dijo: "Mirad, pues, que hagáis como Jehová vuestro Dios os ha mandado; no os apartéis a diestra ni a siniestra. Andad en todo el camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer". (5:23-33).

* Ningún ser humano tiene la capacidad de comprender cuán excelso es nuestro Creador. Él es Santo, Santo, Santo... Es imposible para nosotros, criaturas imperfectas, que nos jactamos de nuestra inteligencia y sabiduría, ignorando que nuestro razonamiento obedece a nuestro corazón entenebrecido, poder apreciar la magnificencia del Dios Todopoderoso, si no ha habido previamente una transformación en nuestro corazón, por medio del Espíritu Santo. Aún así, nuestra mente finita es incapaz de dimensionar correctamente la grandeza del Altísimo.
 
Tan sublime es nuestro Dios Todopoderoso, y tan distante su perfección de nuestra naturaleza terrenal que, aunque fuimos reconciliados con Él mediante la sangre de Jesucristo, seguimos necesitando un intercesor entre Él y nosotros para estar ante Él. En el pasado, fue Moisés, escogido por Jehová, porque no había otro tan manso como él. Sin embargo, hasta Moisés debía usar un velo sobre su rostro, cada vez que volvía de hablar con YHWH, porque su cara resplandecía después de estar ante el Eterno, lo que asustaba a los hebreos. En el nuevo Pacto, nuestro intercesor es nada menos que el Hijo de Dios, el Hombre perfecto, fiel reflejo del Dios Todopoderoso, quien abrió el camino que nos acerca, por medio de Él, al trono de la Majestad en los cielos.
 
Aún no podemos ver a Dios directamente, porque aún somos imperfectos, pero cuando el tiempo se cumpla, seremos transformados en la gloria de Jesucristo, y entonces podremos contemplar la hermosura de nuestro Soberano, y comprenderemos cuán grande es Él.

SHEMA, ISRAEL


Habiendo reiterado los mandamientos que Jehová dio al pueblo, Moisés les habló sobre la importancia de que estos fueran obedecido por ellos, y por las generaciones posteriores, a fin de que tuvieran larga vida, y fueran prósperos en la tierra que iban a poseer, que fluía leche y miel, y pudieran convertirse en una nación grande. Les dijo Moisés: "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas". (6:1-9)

* Israel hizo todas estas cosas literalmente, (crearon el tefilín, unas cajita con textos de la ley que se fijan en el brazo izquierdo y en la frente), pero su corazón no las guardaba. Atarlas en las manos y que estén como frontales entre los ojos significa que hay que ser hacedores de la ley, y estar siempre meditando en ella. Pero Israel no era peor que muchos cristianos, que andan con una Biblia bajo el brazo, y que incluso pueden recitar varios pasajes de memoria, pero no son hacedores de la palabra. Las Escrituras pueden hacernos sabios, si nos dejamos enseñar, corregir e instruir en justicia por ellas, pero poner en práctica lo que recibimos es primordial, de lo contrario, sólo tendremos un conocimiento intelectual, y el mero conocimiento sólo envanece

Luego Moisés exhortó a Israel a no olvidar, después que reciban la tierra en herencia, y comiencen a vivir en casas que no edificaron, y reciban tierras, viñas y cisternas que no les costaron trabajo, y se sacien de comer, que fue Jehová quien los libró de la esclavitud en Egipto. A procurar temer sólo a Jehová, servirlo a Él, y jurar sólo por su nombre. Los llamó a no caer en idolatría, siguiendo a los dioses de los pueblos que estaban por conquistar, porque Jehová es Dios celoso. A guardar sus mandamientos, y hacer lo correcto a los ojos de Jehová para que les vaya bien y hereden las promesas, y para que Él expulse a los enemigos que se les opondrán. Asimismo, cuando sus hijos pregunten sobre el significado de los mandamientos, les contarán que Jehová los libró de la esclavitud de Egipto con mano poderosa, y les dio los mandamientos para que los cumplan, de modo que prosperen en la tierra que prometió dar a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, "Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado", dijo Moisés.  (6:10-25)

* Nunca olvidemos que ¡Toda la gloria es del Señor! No pocas veces, después que Dios nos ha sacado de una aflicción, olvidamos reconocer lo que Él hizo por nosotros. Debemos cuidarnos de caer en la tentación de robar a Dios la gloria, o de atribuir a la casualidad o suerte el haber salido airosos de situaciones que nos atribulaban. Peor es imputar los milagros del Señor a ídolos falsos, como "vírgenes", "santos", "animitas", "ángeles", etc., porque lo cierto es que el paganismo sigue vigente, y las personas no han tomado conciencia de cómo la tradición religiosa les ha hecho pecar contra Jehová. Otros ídolos son el dinero, el trabajo, nuestros dones, etc. porque no debemos olvidar que Jehová es el que provee todo eso, por tanto, en vez de decir que gracias a esas cosas obtenemos beneficios, debemos dar gracias a Dios por concedernos esos medios que nos permiten obtener lo que necesitamos o deseamos. 
 
** Los escogidos fuimos liberados de la esclavitud del pecado para manifestar la gloria de Dios entre los hombres. La voluntad de Dios es nuestra santificación, y Jesús es el ejemplo de santidad que debemos imitar. Él mostró en su vida terrenal la imagen del Dios invisible; en Él resplandecía la gloria de Dios, era la imagen misma de la sustancia del Creador. Jesús murió, pero como no había mancha de pecado en Él, resucitó, y ascendió a los cielos, no con un cuerpo mortal, sino con un cuerpo glorificado, y se sentó a la diestra de la Majestad de los cielos, desde donde reina e intercede por sus escogidos. Él es el primogénito de los hombres que resucitan para vida eterna, y nosotros fuimos predestinados y llamados para ser hechos conforme a esa imagen.
 
Cuando fuimos justificados en la sangre que Jesús derramó en la cruz, el Espíritu Santo inició en nosotros el proceso de santificación, el que continuará perfeccionándose hasta cuando Jesucristo retorne por su iglesia. Entonces seremos glorificados con un cuerpo espiritual como el de Jesucristo hombre, nuestro Señor, y así Dios sea todo en todos.

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