DATOS GENERALES
Introducción:
Recordemos que sólo dos hombres, de entre todos los que cruzaron el Mar Rojo, Josué y Caleb, por su fidelidad a Jehová, iban a ver cumplido el sueño de recibir la tierra que Dios había prometido a los hijos de Israel. El resto de esa generación murió en el desierto. Los que estaban en la frontera, listos para conquistar Canaán, eran los hijos de los que salieron de Egipto; la mayoría de ellos nacidos en el desierto.
Esta nueva generación de israelitas necesitaba saber que no había sido la fuerza y poder de los hombres lo que los había llevado hasta donde estaban, sino que su liberación de la esclavitud, y el éxito en las batallas habían sido por el poder de Jehová, porque lo cierto es que Israel era un pueblo terco, con tendencia a la infidelidad y a la rebelión, lo que muchas veces los hizo fracasar. Israel debía entender que sólo por la gracia de Dios ellos ahora estaban a punto de tomar posesión de la tierra, y que lo único que Jehová demandaba a cambio era fidelidad, esto es, que confiaran en Él, y que permanecieran en su ley.
El pacto no terminó con los que habían muerto en el desierto, sino que fue hecho para que los que estaban por entrar a la tierra prometida, lo cumplieran una vez que se establecieran allí. Por eso, con el fin de que esa generación no repitiera los mismos errores que sus padres, Moisés comenzó a hacer un recuento de los hechos que Israel vivió desde el momento en que se aprestó para iniciar el camino por el desierto, luego de haber cruzado el Mar Rojo, hasta ese tan anhelado momento, cuarenta años más tarde, en que estaba a un paso de entrar a la tierra que fluye leche y miel.
Estudio
RESUMIENDO LOS HECHOS
- ¡Cuarenta años les tomó un trayecto que no toma más de once días!... ¿Cuánto tiempo tomará a los que oyen el evangelio decidirse a entrar en el reposo de Cristo? Como dice el autor de la epístola a los Hebreos: "Cuando oigan hoy su voz, no endurezcan el corazón como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron...", quienes, por su desobediencia, no entraron en el reposo que Dios les había preparado en la tierra prometida. Jesús está llamando ahora al arrepentimiento y a creer el evangelio, para que entremos en su reposo. El fin del mundo vendrá sin previo aviso, pero Dios no quiere que el incrédulo se pierda, sino que se arrepienta de su pecado y crea en su Redentor, para que tenga vida eterna en la tierra nueva, donde ya no habrá sufrimiento ni injusticia, y la paz reinará eternamente.
SIN FE ES IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS (He 11:6)
- El hecho de que Moisés quedara impedido de entrar a la tierra prometida nos estaba haciendo ver que la entrada al reino no sería a través del pacto mosaico, ni a través del judaísmo, sino por medio de un nuevo pacto, que daría a luz a la iglesia, un pueblo nuevo, que comenzó a gestarse con la venida de Jesús, donde no habría diferencia entre judíos y gentiles; una nación santa, para servir al Dios eterno, bajo la influencia del Espíritu Santo. Mientras el pueblo judío siga rechazando a Jesús el Mesías, no podrá ver a Dios. Porque para entrar al Reino de los Cielos es necesario volver a nacer, y eso sólo es posible por la fe en el Hijo de Dios. Necesitan oír el evangelio, para que reconozcan que su Mesías ya vino, y se arrepientan de haberle matado, entonces serán salvos. Lamentablemente, muchos de los judíos se resisten a oír hablar de Jesucristo.
- La ley de Moisés era perfecta, pero no tenía el poder de perfeccionar a los hombres debido al pecado que domina a la humanidad. La ley decía que era maldito aquel que no hiciera todas las cosas que ella mandaba; consecuentemente, todos estaban bajo maldición, pues si hubo algo que la ley dejó claro es que nadie era capaz de cumplirla, pues basta transgredir un solo mandato para hacerse transgresor de todos. Por tanto, el hombre no puede salvarse por medio de la ley; tiene que ser rescatado, pero, para que el rescate se haga efectivo, necesita creer en su Redentor. De eso se trata el nuevo Pacto: que la salvación se recibe por gracia (gratuitamente), sólo por la fe puesta en el Mesías, que es su mediador. Mientras los del judaísmo insistan en tratar de alcanzar justicia a través de la ley, seguirán estando bajo maldición.
- Un día, cuando volvían los discípulos de Jesús de haber cumplido con la comisión que les dio, Él se regocijó en el Espíritu, y dijo: "Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños". Cuando dijo esto, no estaba hablando de infantes, sino de personas humildes, sin mayores pretensiones, a quienes Dios escogió para fundar la fortaleza. En cambio, los eruditos fariseos, saduceos y escribas, que podían recitar los textos sagrados de memoria, eran incapaces de entender las señales que se desplegaban ante sus ojos, que indicaban que Aquél que venía en en nombre de Jehová se encontraba entre ellos. Este capítulo de Deuteronomio, donde dice que fueron los niños los que iban a entrar a la tierra prometida, hace referencia a estos hechos. Los religiosos líderes judíos, quienes debieron edificar la casa de Dios, no reconocieron la piedra angular del edificio, y la desecharon, por lo tanto, la construcción fue entregada en manos de otros, los que parecían más insignificantes en la escala social, a quienes el Mesías escogió para que les fueran revelados los misterios del reino, y sentaran los fundamentos de la Casa de Dios en la tierra, la Ciudad celestial, la novia del Cordero.
SÓLO CON JEHOVÁ LA OBRA PROSPERA (Sal 127:1)
- Dios es el Todopoderoso, y sin Él las luchas de los hombres no tendrán solución. El hombre que no tiene a Cristo no puede lidiar con la miseria de su alma. Actualmente, el humanismo nos trata de convencer de que en nosotros está el poder para hacer de éste un mundo mejor, pero el hombre natural, aunque intente hacer lo bueno, lo hace según su deteriorada cosmovisión, y sólo consigue empeorar la condición humana. Muchas de la luchas sociales que se llevan a cabo en estos tiempos, buscando justicia e igualdad, están conduciendo a la humanidad a una decadencia moral y ética de proporciones difíciles de dimensionar. Al sacar a Dios y su ley de en medio, el ser humano está destruyendo las bases sobre las cuales se sustentan la convivencia y el respeto mutuo, y comienza a caminar peligrosamente por el borde de un abismo de depravación que no van a poder detener, pues esa moral relativa que están tratando de imponer va a dar paso al relativismo en muchos aspectos de los derechos humanos.
- El tiempo para salvación es ahora. Jesús está llamando a su pueblo en este tiempo, que conocemos como "Era de la Gracia", que significa que somos salvos por fe, tiempo que comenzó desde que Jesucristo se ofrendó en la cruz, derramó su sangre expiatoria, y resucitó, para luego ascender a la diestra de la Majestad en los cielos, y terminará cuando regrese por su iglesia, conformada por todos los que, habiendo oído el Evangelio de la salvación, se arrepienten de su pecado, y reciben el Espíritu Santo en sus corazones como garantía de la redención para vida eterna. Dios ha sido paciente, y ha esperado largo tiempo a que la gente se vuelva a Él para ser salva, pero cuando se cumpla el tiempo, ya no habrá vuelta atrás. Ninguno que no haya sido sellado por el Espíritu Santo de Dios va a poder entrar al Reino, y le aguarda una condena horrenda.
DESPUÉS DEL DESIERTO, VIENE LA CONQUISTA
- Este paso por el desierto, en que murieron todos los que se rebelaron contra Jehová, creo que hace referencia a este tiempo, en que los escogidos estamos siendo llamados a la vida eterna, y debemos hacer morir lo que éramos antes de conocer a Cristo, lo que Pablo llama "el viejo hombre", que se rebelaba contra Dios, lleno de malos deseos y concupiscencia, para comenzar a ser revestidos del nuevo que es según Jesucristo. El proceso de santificación toma tiempo, porque son muchas las fortalezas que hemos construido en nuestro corazón, las cuales deben ser derribadas. Hay creencias, hábitos, pensamientos, etc., que es necesario desaprender. Si bien es cierto, la sangre de Jesús nos limpió de pecado, y fuimos declarados justos, no quiere decir que seamos justos, sino que "legalmente", por así decirlo, estamos en condiciones de presentarnos ante Dios como libres de pecado, porque ahora estamos en Cristo, y Dios nos ve en su Hijo; sin embargo, en nuestro cuerpo carnal aún reside el pecado que nos va a estar asediando siempre, tratando de hacernos tropezar, al cual debemos resistir con todas nuestras fuerzas. Ya no somos del mundo, sino del reino de los cielos, pero estamos en este mundo para ser luz en medio de las tinieblas, y debemos transitar por él como peregrinos y extranjeros, sin dejarnos influenciar por él.
- La travesía por el desierto es necesaria para entrar al Reino. Es en el desierto donde aprendemos a depender sólo de Dios por medio de la fe. ¿Por qué el proceso de santificación se representa como un paso por el desierto? Creo que es porque durante todas las luchas que se nos presentan, pareciera que estamos solos, porque no vemos a Dios, no vemos a Jesús, no vemos al Espíritu Santo, sin embargo, cuando acudimos a Dios en oración, en el nombre de nuestro Sumo Sacerdote Jesucristo, Dios nos oye, y responde, demostrando que, aunque no lo vemos ni sentimos, su Espíritu Santo está con nosotros, cubriéndonos contra el calor abrasador y contra el frío que congela, del mismo modo en que cubrió a Israel durante su trayecto con una columna de nube y de fuego. El paso por el desierto nos hace desarrollar fe, porque, cada vez que enfrentamos las más complejas pruebas, y recurrimos a Señor con oraciones y súplicas, aunque no lo vemos, sí vemos cómo empieza a abrir caminos, extiende puentes, allana sendas pedregosas, y nos saca a un lugar seguro. Es en el desierto que desarrollamos la certeza de que, por duras que parezcan las aflicciones, Dios está a cargo, y hará que todo obre para bien, en conformidad a sus propósitos eternos; convencidos de que el Señor está guiando nuestra vida espiritual a un nivel superior; y que, cualquiera sea la prueba, Él siempre dará la salida. Además, sabemos que su Espíritu Santo en nosotros intercede ante Él cuando no sabemos qué pedir o cómo hacerlo. El Señor dijo que son bienaventurados los que creen sin haber visto.
- A veces nos cuesta entender por qué Dios permitió que murieran todos los habitantes de las ciudades conquistadas, incluidos los niños, sin embargo, no nos corresponde cuestionar lo que Dios en su soberanía dispone, sino que debemos poner atención al mensaje que Jehová nos envió a través de estos eventos: Israel era el pueblo escogido para modelar en él lo que Jehová espera de los que son llamados a su reino, para lo cual le dio una ley. Los amorreos, por su parte, simbolizan el sistema del mundo, con todos sus atractivos y sus perversiones. La conquista de la tierra de los amorreos por Israel simboliza el poder que, por la gracia de Dios, recibimos los hijos de Dios para deshacernos de las pecaminosidades que arrastramos de lo que era nuestra vida antes de venir a Cristo. Antes de nacer de nuevo no podíamos liberarnos de nuestra natural tendencia al pecado, pero cuando el Espíritu Santo tomó control de nuestras vidas, comenzamos a hacer uso efectivo del libre albedrío, pudiendo, en consecuencia, escoger actuar conforme a la justicia de Dios. (Aunque se dice que todos tenemos libre albedrío; en los hechos, la voluntad del hombre sin Cristo está esclavizada por el pecado, por tanto, no es libre para escoger hacer el bien sin que el egoísmo esté presente). El Señor nos llama a la santificación; por lo cual, no debemos dejar pasar ningún pecado, por insignificante que parezca (simbolizado por esos niños amorreos), para que nos vayamos limpiando cada vez más de nuestras impurezas, y nos asemejemos más y más a nuestro Señor Jesucristo, permaneciendo de esta manera en perfecta comunión con Dios.
LOS QUE DECIDIERON QUEDARSE AL ESTE DEL JORDÁN
- Puedo ver dos posibles motivos por los cuales Dios dispuso que estos eventos quedaran escritos en su Palabra. Primeramente, que aquellos que escogieron no recibir herencia en Canaán, y permanecer al este del Jordán estarían señalando a esa porción de Israel que se aferra al pacto mosaico, y que no ve cuánto mejor es el pacto de la gracia, cuyo mediador es Jesús, por tanto, no entra al reposo que Dios ofrece en su Ungido. En su epístola a los romanos, Pablo dice que se dio un espíritu de estupor a los hijos de Israel a fin de permitir la salvación a los gentiles. Cuando la totalidad de los gentiles escogidos entre al reino, se dará por concluida la salvación de Israel. Sabemos que Israel es la nación de los descendientes de Jacob según la carne, pero un israelita, dicen las Escrituras, no es según la carne, sino aquel que, por la fe, heredará las promesas hechas a Abraham, el padre de la fe. En otras palabras, el remanente de Israel es el grupo de creyentes que ha renacido espiritualmente por la fe en Jesucristo, sin hacer diferencia entre judío y gentil. Si los descendientes de Jacob, que quedaron fuera por su incredulidad, se arrepienten y creen, van a ir siendo incorporados al Israel celestial, porque la salvación siempre fue y seguirá siendo por fe.
- Para la segunda interpretación, debemos remitirnos a la epístola a los hebreos, donde aparecen aquellos a los que se les ha denominado "los héroes de la fe", del capítulo 11, donde leemos que estos hombres y mujeres del Antiguo Testamento vivieron sabiendo que no verían en vida concretarse la promesa de recibir la tierra en herencia. Ninguno de estos héroes de la fe, a pesar que sus vidas quedaron registradas en la Biblia para dejarnos ejemplo a imitar, fue glorificado antes que el resto de las generaciones creyentes que les siguieron, pero todos murieron con la esperanza cierta de que recibirán su parte cuando el tiempo se cumpla. Cuando suene la última trompeta, y llegue ese glorioso día en que Cristo vuelva por su iglesia, entonces, todos los que hemos creído, antes y después de Jesucristo, seremos resucitados al mismo tiempo; en un abrir y cerrar de ojos, en cuerpos incorruptibles e inmortales, y subiremos al cielo glorificados, para encontrarnos con nuestro amado Rey y Señor y, después que el mundo sea juzgado, recibir la nueva tierra en herencia, donde ya no existirá el pecado, y la justicia y la paz no tendrán fin.
Moisés también comenta que dio instrucciones a Josué de no tener miedo de ir a conquistar la tierra prometida, porque, igual como Dios había entregado a los dos reyes amorreos en manos de Israel, pelearía por Israel para conquistar las tierras de Canaán. Moisés recuerda cómo oró a Jehová para que le permitiera pasar a Canaán, pero Jehová no lo escuchó, y le reiteró que sólo le permitiría ver desde la distancia la tierra, y que debía animar a Josué, pues él conduciría a Israel para heredar la tierra prometida. (3:21-29)
- Así como Jehová iba delante de Israel, guiándolos por medio de Moisés, cuando los sacó de Egipto, Él va delante de nosotros, por medio de Jesucristo, para llevarnos a la vida eterna. Tenemos que dar gracias a Dios, porque no nos ha pagado conforme a lo que merecemos, sino que, a pesar de lo que somos, tuvo misericordia de nosotros para redimirnos. De hecho, sin Dios, no hubiésemos tenido ninguna posibilidad de ser rescatados del pecado que nos condenaba a la muerte eterna. Todo el proceso de redención depende de nuestro Creador: Jehová proveyó el Cordero que fue sacrificado para expiar nuestros pecados. Jehová es el que cambia nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de recibir su Palabra. Jehová es el que llama por medio de su Evangelio. Es la Palabra de Jehová la que nos guía al arrepentimiento; y es por oír su Palabra que viene la fe. ¿Dónde está la jactancia? pregunta Pablo, porque lo cierto es que nuestra naturaleza adánica no tiene ninguna posibilidad de hacer algo que agrade a Dios, pues, incluso nuestras obras más sublimes son como trapo de inmundicia a sus ojos, porque están teñidas de nuestro egoísmo. De hecho, tendemos a pensar que nosotros escogemos venir a Cristo, pero ni eso podemos hacer, porque el hombre sin Espíritu Santo nunca va a escoger venir a Dios: Es Dios quien llama a los que escogió desde la fundación del mundo para salvación, a quienes da un corazón capaz de oír ese llamado. Para heredar las promesas de vida eterna, Dios sólo nos pide lo mismo que pidió a Israel en el pasado: tener fe. Es Jehová quien salva, nosotros sólo debemos dejarnos guiar.
EXHORTACIÓN A LA OBEDIENCIA A JEHOVÁ
- La Biblia, como la conocemos, está completa. Dios ya habló, y no hay nada que podamos añadir ni quitar a su Palabra. Lamentablemente, hay religiones monoteístas que han agregado a las profecías textos complementarios, supuestamente inspirados por profetas venidos después de Cristo, cometiendo un grave pecado no sólo porque desobedecen este mandato, sino, porque han hecho que muchos se extravíen por ese motivo. Pero no sólo han tergiversado la Palabra de Dios, lo peor es que han relegado a un lugar secundario al único intercesor válido entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien tiene el poder para llevarnos a la vida eterna, y exaltan a falsos profetas en su lugar. Por tanto no sólo no entrarán ellos al reino, sino que han puesto tropezadero a las ovejas, desviándolas al despeñadero.
- Jehová escribió en tablas de piedra los mandamiento, lo que nos habla de que la ley de Moisés fue entregada a corazones endurecidos por el pecado. Pero más tarde, por medio de Ezequiel, el Señor prometió lavarnos de nuestras inmundicias, y darnos un corazón de carne para hacernos andar conforme a su justicia. Asi mismo, a través de Jeremías, Jehová anunció un nuevo pacto, por medio del cual pondría su ley en nuestra mente, y que la escribiría en nuestro corazón. Como hemos dicho, Jehová cumplió estas profecías por medio de su Verbo encarnado, quien nació como hombre para tomar nuestro lugar en la cruz, y allí reunir en sí mismo a judíos y gentiles, limpiándonos con su sangre y, regenerando nuestro corazón por medio de su Palabra que es vida y espíritu, capaz de transformar nuestra alma para hacernos obedientes al Señor.
ADVERTENCIA CONTRA LA IDOLATRÍA
- Esta profecía que habla de la dispersión de Israel fue escrita alrededor del 1400 a.C., y se cumplió tal como fue pronunciada, pues, Israel, por causa de su rebelión e infidelidad, fue dispersado por todas las naciones, y hasta este día, sólo es posible distinguir con certeza a los descendientes de aquellos que fueron exiliados a Babilonia, principalmente, de las tribus de Judá y Benjamín, algunos levitas, y unos pocos del resto de Israel, que se unieron al reino de Judá cuando vieron cómo el reino del norte se corrompía, cayendo en idolatría, rebelándose contra YHWH. El reino de Israel, o reino del norte, fue dispersado por Asiria en el 722 a.C, y el reino de Judá, o reino del sur, fue deportado a Babilonia un par de siglos después, y sólo pudieron volver a Jerusalén después de setenta años de exilio. Sin embargo, la dispersión de Israel volvió a producirse en el año 70 d.C., cuando fue destruido el segundo templo en Jerusalén, y los judíos tuvieron que huir, repartiéndose por todo el mundo y, aunque en 1948 se les reconoció como Estado, y tienen soberanía sobre su territorio, muchos siguen dispersos por todas las naciones.
- Los profesantes del judaísmo, como dijimos antes, mientras perseveren en rechazar a Yeshua Ha Mashiaj seguirán estando bajo maldición, porque siguen llevando sobre sus lomos la pesada carga de sus pecados que los condenan a muerte, y que les impiden entrar al Reino de los cielos. Ningún pecador puede entrar al reino de Dios, por eso necesitan de la sangre expiatoria que Jesús el Mesías derramó en la cruz, porque Él, siendo Elohim se hizo Cordero para expiar los pecados de los que creen que es el Cristo, el Hijo de Dios. Los judíos fueron excluidos de la salvación, pero, si se vuelven a YHWH, y se arrepienten de no haber creído que Jesús es el Ungido enviado por YHWH, para dar su vida en propiciación por los pecados del mundo, serán reinjertados a la Vid, y tendrán vida eterna. Aún están a tiempo.
- "Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto" (Jer 17:5-8 RVR). Estas palabras del profeta Jeremías revelan lo que pasa al hombre que pone su confianza en el hombre o en las cosas del mundo, en contraste con aquellos que ponen su confianza en el Señor. Tratar de encontrar respuesta a nuestras aflicciones fuera de nuestro Dios es idolatría y falta de fe, y Dios no se agrada de los que no confían en Él. Esto aplicó tanto para los que salieron de Egipto, como para los que hemos oído el llamado de Dios en la era de la Gracia. De la misma forma en que los rebeldes murieron en el desierto por su falta de fe, y los que confiaron en Jehová seguían con vida, y estaban listos para entrar al Reposo que Dios les estaba dando en Canaán, todos los que no se aparten de Dios ante las situaciones de aflicción, sino que perseveren en la fe, verán la poderosa mano de Dios moverse a su favor, y entrarán en el Reposo que se nos ofrece en Cristo Jesús.
Luego, Moisés apartó tres ciudades de refugio en la tierra que antes perteneciera a los amorreos, para que sirvieran de refugio a aquellos de las tribus de Rubén, Gad y media tribu de Manasés, que se iban a establecer al este del Jordán, para que huyeran en caso que dieran muerte a su prójimo sin intención, a fin de salvar su vida. Y estando en tierra de Sehón, que fue conquistada por Israel, comenzó Moisés a recapitular la promulgación de la ley que el profeta dio a Israel cuando salieron de Egipto. (4:41-49)
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
- Esto de que el pacto lo hizo con los que estaban vivos, y no con los muertos en el desierto, estaba revelando que las promesas que Jehová hizo a Abraham son para los que han recibido la vida por la fe. Jesús dijo que Jehová es Dios de vivos. Antes de venir a Cristo, dicen las Escrituras, todos estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, y así siguen los que rechazan al Hijo de Dios como salvador, incluidos los del pacto mosaico, porque para ver a Dios no sirve ser descendiente de Abraham según la carne; es necesario volver a nacer, es decir, nacer del Espíritu Santo, lo cual sólo es posible por medio de la fe en Jesús el Mesías. La promesa que YHWH hizo a Abraham dice: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 22:18); no lo dice en plural ("tus simientes"), sino que habla de Una, es decir, estaba señalando a Jesucristo, en quien somos bendecidas todas las naciones por la fe en su preciosa ofrenda en la cruz.
- Ningún ser humano tiene la capacidad de comprender cuán excelso es nuestro Creador. Él es Santo, Santo, Santo... Es imposible para nosotros, criaturas imperfectas, que nos jactamos de nuestra inteligencia y sabiduría, ignorando que nuestro razonamiento obedece a nuestro corazón entenebrecido, lo que nos convierte en necios pensantes, poder apreciar la magnificencia del Dios Todopoderoso, si no ha habido previamente una transformación en nuestro corazón, por medio del Espíritu Santo. Aún así, nuestra mente finita es incapaz de dimensionar correctamente la grandeza del Altísimo. Tan sublime es nuestro Dios Todopoderoso, y tan distante su perfección de nuestra naturaleza terrenal que, aunque fuimos reconciliados con Él mediante la sangre de Jesucristo, seguimos necesitando un intercesor entre Él y nosotros para estar ante Él. En el pasado, fue Moisés, escogido por Jehová, porque no había otro tan manso como él. Sin embargo, hasta Moisés debía usar un velo sobre su rostro, cada vez que volvía de hablar con YHWH, porque su cara resplandecía después de estar ante el Eterno, lo que asustaba a los hebreos. En el nuevo Pacto, nuestro intercesor es nada menos que el Hijo de Dios, el Hombre perfecto, en cuya faz podemos contemplar la gloriosa hermosura del Dios Todopoderoso, y que abrió el camino que nos acerca, por medio de Él, al trono de la Majestad en los cielos. Aún no podemos ver a Dios directamente, porque aún somos imperfectos, pero cuando el tiempo se cumpla, seremos transformados en la gloria de Jesucristo, y entonces podremos contemplar la hermosura de nuestro Soberano, y comprenderemos cuán grande es Él.
SHEMA, ISRAEL
- Israel hizo todas estas cosas literalmente, (crearon el tefilín, unas cajita con textos de la ley que se fijan en el brazo izquierdo y en la frente), pero su corazón no las guardaba. Atarlas en las manos y que estén como frontales entre los ojos significa que hay que ser hacedores de la ley, y estar siempre meditando en ella. Pero Israel no era peor que muchos cristianos, que andan con una Biblia bajo el brazo, y que incluso pueden recitar varios pasajes de memoria, pero no son hacedores de la palabra. Las Escrituras pueden hacernos sabios, si nos dejamos enseñar, corregir e instruir en justicia por ellas, pero poner en práctica lo que recibimos es primordial, de lo contrario, sólo tendremos un conocimiento intelectual, y muchas veces el conocimiento sólo envanece.
- Nunca olvidemos que ¡Toda la gloria es del Señor! No pocas veces, después que Dios nos ha sacado de una aflicción, olvidamos reconocer lo que Él hizo por nosotros. Debemos cuidarnos de caer en la tentación de robar a Dios la gloria, o de atribuir a la casualidad o suerte el haber salido airosos de situaciones que nos atribulaban. Peor es imputar los milagros del Señor a ídolos falsos, como "vírgenes", "santos", "animitas", "ángeles", etc., porque lo cierto es que el paganismo sigue vigente, y las personas no han tomado conciencia de cómo la tradición religiosa les ha hecho pecar contra Jehová. Otros ídolos son el dinero, el trabajo, nuestros dones, etc. porque no debemos olvidar que Jehová es el que provee todo eso, por tanto, en vez de decir que gracias a esas cosas obtenemos beneficios, debemos dar gracias a Dios por concedernos esos medios que nos permiten obtener lo que necesitamos o deseamos.
- Los escogidos fuimos librados de la esclavitud del pecado para manifestar la gloria de Dios entre los hombres. La voluntad de Dios es nuestra santificación, y Jesús es el ejemplo de santidad que debemos imitar. Él mostró en su vida terrenal la imagen del Dios invisible; en Él resplandecía la gloria de Dios, era la imagen misma de la sustancia del Creador. Jesús murió, pero como no había mancha de pecado en Él, resucitó, y ascendió a los cielos, no con un cuerpo mortal, sino con un cuerpo glorificado, y se sentó a la diestra de la Majestad de los cielos, desde donde reina e intercede por sus escogidos. Él es el primogénito de los hombres que resucitan para vida eterna, y nosotros fuimos predestinados y llamados para ser hechos conforme a esa imagen. Cuando fuimos justificados en la sangre que Jesús derramó en la cruz, el Espíritu Santo inició en nosotros el proceso de regeneración de nuestra naturaleza humana, proceso que continuará perfeccionándose hasta cuando Jesucristo retorne por su iglesia, y seamos glorificados con un cuerpo espiritual como el de Jesucristo hombre, nuestro Señor, y así vivamos en Dios, y Dios en nosotros eternamente.