domingo, 31 de julio de 2022

Los Perfectos Planes de Dios - DEUTERONOMIO (Parte VI) [Dt 31 a 34]

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos que se están estudiando (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios que surgen a partir de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)

[Comenzar en Deuteronomio Parte I]


EL NUEVO LÍDER 


Concluyendo con su discurso, Moisés hizo ver al pueblo que él ya era de ciento veinte años, y no tenía las fuerzas para estar yendo y viniendo. Además, Jehová le había dicho que él no cruzaría el Jordán, sino que su sucesor Josué iría al frente, en cuyas manos Dios iba a entregar las naciones para que Israel hiciera con ellas lo que se le había mandado. Los exhorta a esforzarse y animarse, porque Jehová nunca los dejará ni desamparará. En seguida llamó a Josué, y delante de todo el pueblo le dijo: "Esfuérzate y anímate; porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus padres que les daría, y tú se la harás heredar. Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides". Moisés puso la ley por escrito, y la dio a los sacerdotes y levitas a cargo del arca de Jehová, y a los ancianos de Israel, diciéndoles que, cada siete años, el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos, debían leer esta palabra ante el pueblo, para que la escuchen, aprendan y teman al Señor, y la pongan por obra, y para que sus hijos, que aún no tienen uso de razón, la conozcan y aprendan a obedecerla. (31:1-13)

* Cuando llegamos a esta parte de la historia, nos entristece ver que Dios no permitió a Moisés entrar en Canaán, y conquistarla, (tras cometer el grave pecado de no glorificar al Señor ante los hijos de Israel), misión que fue entregada a su sucesor Josué. Pero lo cierto es que el plan de salvación estaba siguiendo el curso trazado desde el principio: Moisés era el mediador del Pacto hecho en Sinaí, donde Israel se comprometió a obedecer todo lo que Dios mandaba en la Ley, pacto que fue quebrantado por los israelitas, por lo cual, el Señor los entregó en manos de sus enemigos. Pero eso no significaba que el plan de Dios hubiera fracasado, porque, de hecho, la ley no tenía otra finalidad que la de ser una suerte de tutor para enseñar a Israel en los caminos de Jehová, y prepararlo para la venida de su Mesías.
 
Aunque sabemos que no sólo eso hizo la ley, también demostró que nadie podía alcanzar la vida eterna a través de ella, pues, transgredir un sólo mandamiento significaba hacerse culpable de todos, y el hombre sin la intervención del Espíritu Santo sólo tiende al mal. Conclusión, ningún descendiente de Adán puede ser salvo por cumplir la ley; todos necesitamos de un Redentor que pague rescate por nuestras vidas. Tanto Moisés como su Ley eran guías para conducir hasta las fronteras antes de recibir la herencia prometida, pero no tenían ni tienen las llaves que llevan a la eternidadLa vida eterna la recibimos por medio de un Mediador distinto de Moisés, y un mejor pacto. 

¿Dónde encontramos el argumento para afirmar todo lo anterior? Remontándonos a un evento registrado en las Escrituras mucho antes que la ley mosaica, y es la promesa que Jehová hizo a Abraham, más de cuatrocientos años antes de la Ley, de que en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra. Promesa que el patriarca recibió por haber creído a Jehová y actuado en consecuencia, en otras palabras, por haber tenido FE, (pues la fe que salva es la que produce obras que dan testimonio de la conversión).  

Con respecto a la vigencia de la ley, en cuanto ésta fue aprendida e incorporada como parte de la identidad de Israel, y habiendo entrado en escena el Mesías, autor y consumador de la fe, Israel ya no necesitaba ayo, porque Jehová prometió que Él mismo enseñaría a su pueblo, lo que cumple por medio de su siervo, el Cristo, quien va delante de las ovejas como el buen Pastor, y se sirve de su Palabra viva y eficaz, que tiene el poder de transformarnos desde nuestro interior, cuando es consumida como alimento diario.

Resumiendo: no son los hijos del pacto mosaico los herederos de la promesa, sino todos los que tengan la misma fe que le fue contada por justicia al patriarcaincluidos los hijos de Israel, el primogénito. Y ¿qué nos manda Jehová ahora? Que creamos en Aquél que Él envió para salvar: en Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, mediador del nuevo Pacto, a través del cual Dios nos salva por la FE, pacto que fue puesto en vigencia con la sangre de la cruz.  

Volviendo a Deuteronomio, Josué, el escogido para conducir a Israel a la tierra prometida, era un tipo de Jesús el Mesías. De hecho, el nombre de ambos en hebreo es Yeshúa, que significa Dios Salva. El Pacto de la salvación por Gracia no es como el de Sinaí, que fue escrito en piedras, sino uno en el cual Dios escribe su ley en los corazones de sus escogidos para que le obedezcan, y no se desvíen de sus caminos. Promesa que se cumple con la venida del Espíritu Santo al corazón de los creyentes en el nuevo nacimiento, quien produce el querer como el hacer en cada nuevo hijo de Dios. 

** El año séptimo es el año del perdón, que está haciendo referencia al tiempo de la venida de nuestro Redentor, en quien tenemos perdón de pecados y vida eterna. Se inició con la manifestación del Hijo de Dios; su llamado a escuchar el evangelio; su sacrificio como el Cordero pascual para expiación de pecados; su resurrección, y la puesta en vigencia del Pacto de la Gracia. A partir de entonces, comenzó a vivirse lo que el antiguo pacto representaba con la fiesta de los tabernáculos, un simbolismo que alude a la nueva condición del creyente renacido, que ahora habita en el mundo como extranjero y peregrino, porque su ciudadanía, que antes era de las tinieblas, ahora es del reino de los cielos, y aunque ya fue redimido, debe seguir en el mundo, habitando en sus cuerpos de carne y sangre, a los que el Apóstol Pablo se refiere como "tabernáculos", porque no son nuestra habitación definitiva. Sólo cuando el Señor vuelva por su iglesia, luego de la resurrección de los muertos, esta tienda de campaña que se deshace será transformada en un cuerpo celestial incorruptible, nuestra morada definitiva en la ciudad de Dios, en la tierra nueva que recibiremos junto a nuestro Señor Jesucristo, como herencia por la eternidad.

 

EL CÁNTICO DE MOISÉS


Luego Jehová anunció a Moisés que el día de su muerte se había acercado, y le mandó ir, junto a Josué, a la tienda de reunión, para ungir al sucesor. Estando allí, Dios apareció en la columna de nube que se posó sobre la puerta de la tienda. Entonces el Señor hizo saber a Moisés que, después de su muerte, luego que Israel fuera introducido a la tierra prometida, habiéndose saciado y engordado, se iba a prostituir, e iba a adorar dioses extraños, quebrantando el pacto, lo que iba a provocar la ira del Señor contra ellos, y recibirían muchos males. A fin de que el pueblo lo aprendiera, y no lo olvidara, Jehová mandó a Moisés escribir un cántico, el cual les iba a servir de testigo contra ellos, porque Él sabía adónde sus pensamientos los conducirían aun antes de introducirlos a Canaán. Moisés hizo como Jehová le ordenó, y enseñó el cántico a Israel. Asimismo, en cuanto terminó de escribir la ley, pidió a los levitas que la pusieran al lado del arca, como testigo contra Israel.  (31:14-30)

Y Moisés recitó a oídos de la congregación las palabras de este cántico: 

"Escuchad, cielos, y hablaré; y oiga la tierra los dichos de mi boca. 
Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento; 
Como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba; 
Porque el Nombre de Jehová proclamaré. 
Engrandeced a nuestro Dios. 
Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; 
Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto. 
La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, 
Generación torcida y perversa. ¿Así pagáis a Jehová, pueblo loco e ignorante? 
¿No es Él tu padre que te creó? Él te hizo y te estableció. 
Acuérdate de los tiempos antiguos, considera los años de muchas generaciones; 
Pregunta a tu padre, y él te declarará; a tus ancianos, y ellos te dirán. 
Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, 
Cuando hizo dividir a los hijos de los hombres, 
Estableció los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel. 
Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. 
Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; 
Lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo
Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, 
Extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas, 
Jehová solo le guio, y con él no hubo dios extraño. 
Lo hizo subir sobre las alturas de la tierra, y comió los frutos del campo, 
E hizo que chupase miel de la peña, y aceite del duro pedernal; 
Mantequilla de vacas y leche de ovejas, 
Con grosura de corderos, y carneros de Basán; también machos cabríos, 
Con lo mejor del trigo; y de la sangre de la uva bebiste vino. 
Pero engordó Jesurún, y tiró coces (engordaste, te cubriste de grasa); 
Entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación.
Le despertaron a celos con los dioses ajenos; 
Lo provocaron a ira con abominaciones. 
Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; a dioses que no habían conocido, 
A nuevos dioses venidos de cerca, que no habían temido vuestros padres. 
De la Roca que te creó te olvidaste; te has olvidado de Dios tu creador. 
Y lo vio Jehová, 
Y se encendió en ira por el menosprecio de sus hijos y de sus hijas. 
Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; 
Porque son una generación perversa, hijos infieles. 
Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; 
Me provocaron a ira con sus ídolos; 
Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, 
Los provocaré a ira con una nación insensata
Porque fuego se ha encendido en mi ira, 
Y arderá hasta las profundidades del Seol; 
Devorará la tierra y sus frutos, y abrasará los fundamentos de los montes. 
Yo amontonaré males sobre ellos; emplearé en ellos mis saetas. 
Consumidos serán de hambre, y devorados de fiebre ardiente y de peste amarga; 
Diente de fieras enviaré también sobre ellos, 
Con veneno de serpientes de la tierra. 
Por fuera desolará la espada, y dentro de las cámaras el espanto; 
Así al joven como a la doncella, al niño de pecho como al hombre cano. 
Yo había dicho que los esparciría lejos, 
Que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos, 
De no haber temido la provocación del enemigo, 
No sea que se envanezcan sus adversarios, 
No sea que digan: Nuestra mano poderosa ha hecho todo esto, y no Jehová.
 Porque son nación privada de consejos, y no hay en ellos entendimiento. 
¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, 
Y se dieran cuenta del fin que les espera! 
¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer huir a diez mil, 
Si su Roca no los hubiese vendido, y Jehová no los hubiera entregado? 
Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca, 
Y aun nuestros enemigos son de ello jueces. 
Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos, y de los campos de Gomorra; 
Las uvas de ellos son uvas ponzoñosas, racimos muy amargos tienen. 
Veneno de serpientes es su vino, y ponzoña cruel de áspides. 
¿No tengo yo esto guardado conmigo, sellado en mis tesoros? 
Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo su pie resbalará, 
Porque el día de su aflicción está cercano, 
Y lo que les está preparado se apresura. 
Porque Jehová juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá, 
Cuando viere que la fuerza pereció, y que no queda ni siervo ni libre. 
Y dirá: ¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban; 
Que comían la grosura de sus sacrificios, y bebían el vino de sus libaciones? 
Levántense, que os ayuden y os defiendan. 
Ved ahora que Yo, Yo Soy, y no hay dioses conmigo; 
Yo hago morir, y Yo hago vivir; Yo hiero, y Yo sano; 
Y no hay quien pueda librar de mi mano. 
Porque yo alzaré a los cielos mi mano, 
Y diré: Vivo yo para siempre, si afilare mi reluciente espada, 
Y echare mano del juicio, Yo tomaré venganza de mis enemigos, 
Y daré la retribución a los que me aborrecen. 
Embriagaré de sangre mis saetas, y mi espada devorará carne; 
En la sangre de los muertos y de los cautivos, 
En las cabezas de larga cabellera del enemigo. 
Alabad, naciones, a su pueblo, porque él vengará la sangre de sus siervos, 
Y tomará venganza de sus enemigos, 
Y hará expiación por la tierra de su pueblo". (32:1-47).

* No es coincidencia que el libro del profeta Isaías, (quien desarrolló su ministerio en Jerusalén entre 740 y 685 a.C.), comienza casi de la misma manera que este cántico. Isaías fue testigo de la caída de Israel, el reino del norte, en manos de los asirios en 722 a.C., y hacía lo imposible por evitar la caída de Jerusalén, (cuya caída en manos de Babilonia ocurrió unos cien años después de la muerte del profeta). Las palabras que siguen, expresadas por Jehová a través de Isaías, en tiempos en que el reino de Judá seguía los mismos pasos que llevaron al desastre a su hermana, la rebelde Israelmuestran cómo se iba cumpliendo cada palabra de la profecía contenida en este cántico: "Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra míEl buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños. Y queda la hija de Sion como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada. Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra." (Is 1:2-9 RVR60). 

De más está decir que las palabras de este cántico también deben ser tomadas como una advertencia contra todo el que se levanta contra el Señor. Jesús dijo que no debemos temer a lo que pueda hacernos el hombre, sino, más bien, debemos temer a Aquél que puede matar el alma y el cuerpo en el seol, refiriéndose al Dios Altísimo. Dios está llamando, y ha sido más que paciente, esperando a que todos procedan al arrepentimiento, y se vuelvan a Él, pero llegará el momento en que las puertas se cerrarán, y ya nadie más podrá entrar al Reino. 

 

BENDICIÓN DE MOISÉS AL PUEBLO


Ese mismo día, Jehová habló a Moisés y le dijo que subiera al monte de Abarim, al monte Nebo, situado en la tierra de Moab, frente a Jericó, desde donde iba a contemplar de lejos la tierra de Canaán que Israel iba a recibir en herencia, pero que él no iba a entrar en ellapor cuánto, junto a Aarón, habían pecado en Meriba y que, así como Aarón ya había muerto, Él también lo haría sobre ese monte, para ser reunido a su pueblo. (32:48-52)

Antes de partir, Moisés pronunció las siguientes bendiciones a cada tribu:  

Rubén: "Viva Rubén, y no muera; y no sean pocos sus varones".   
* La BTX traduce: "aunque sus varones sean pocos...". Rubén era el primogénito de Jacob (Israel), hijo de su primera esposa Lea, pero perdió su primogenitura cuando traicionó a su padre durmiendo con una de sus concubinas. La primogenitura, dice la Palabra, pasó a José, el primer hijo de Jacob con Raquel, su segunda esposa, a la que él amaba.  

Judá: "Oye, oh Jehová, la voz de Judá, y llévalo a su pueblo; sus manos le basten, y tú seas su ayuda contra sus enemigos". 
* Como dijimos anteriormente, la primogenitura de Rubén pasó a José, sin embargo, en el Salmo 78:67-72, Asaf, inspirado por el Espíritu Santo, dice que Jehová, debido a la rebelión de Israel: "Desechó la tienda de José, y no escogió la tribu de Efraín, sino que escogió la tribu de Judá, el monte de Sion, al cual amó..."  para edificar su santuario.  Judá es el hijo de Israel del cual procede el Mesías, el León de Judá, como las Escrituras llaman a Jesucristo Sin dudas estas palabras aluden a Jesús.

Leví: "Tu Tumim y tu Urim sean para tu varón piadoso, a quien probaste en Masah, con quien contendiste en las aguas de Meriba, quien dijo de su padre y de su madre: Nunca los he visto; y no reconoció a sus hermanos, ni a sus hijos conoció; pues ellos guardaron tus palabras, y cumplieron tu pacto. Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel; pondrán el incienso delante de ti, y el holocausto sobre tu altar. Bendice, oh Jehová, lo que hicieren, y recibe con agrado la obra de sus manos; hiere los lomos de sus enemigos, y de los que lo aborrecieren, para que nunca se levanten". 

Benjamín: "El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará"
* Benjamín era el hijo menor de Jacob, el segundo hijo de Raquel. Como veremos más adelante, la tribu de Benjamín fue la única que permaneció desde el principio junto a la tribu de Judá en lo que se conocía como Reino del sur, después de la división de Israel en dos reinos, cuyo trono estaba en Jerusalén. Benjamín siempre habitó confiado en el lugar donde el nombre de Jehová era invocado.

José: "Bendita de Jehová sea tu tierra, con lo mejor de los cielos, con el rocío, y con el abismo que está abajo. Con los más escogidos frutos del sol, con el rico producto de la luna, con el fruto más fino de los montes antiguos, con la abundancia de los collados eternos, y con las mejores dádivas de la tierra y su plenitud; y la gracia del que habitó en la zarza venga sobre la cabeza de José, y sobre la frente de aquel que es príncipe entre sus hermanos. Como el primogénito de su toro es su gloria, y sus astas como astas de búfalo; con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra; ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés"

Zabulón e Isacar: "Alégrate, Zabulón, cuando salieres; y tú, Isacar, en tus tiendas. Llamarán a los pueblos a su monte; allí sacrificarán sacrificios de justicia, por lo cual chuparán la abundancia de los mares, y los tesoros escondidos de la arena"Gad: "Bendito el que hizo ensanchar a Gad; como león reposa, y arrebata brazo y testa. Escoge lo mejor de la tierra para sí, porque allí le fue reservada la porción del legislador. Y vino en la delantera del pueblo; con Israel ejecutó los mandatos y los justos decretos de Jehová"Dan: "Dan es cachorro de león que salta desde Basán"Neftalí: "Neftalí, saciado de favores, y lleno de la bendición de Jehová, posee el occidente y el sur". Aser: "Bendito sobre los hijos sea Aser; sea el amado de sus hermanos, y moje en aceite su pie. Hierro y bronce serán tus cerrojos, y como tus días serán tus fuerzas. (33:1-25) 

* Jacob tuvo doce hijos y una hija. Seis de sus hijos los tuvo con Lea, la esposa despreciada (Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón); dos hijos tuvo de Bilha, sierva de Raquel (Dan y Neftalí); dos hijos de Zilpa, sierva de Lea (Gad y Aser); dos hijos de Raquel su esposa amada (José y Benjamín), y su única hija fue Dina, hija de Lea.

** Llama la atención que no aparece ninguna referencia a la tribu de Simeón en estas bendiciones. Quizás fue un error de omisión de los copistas que transcribieron las Escrituras.


Finalmente, a todo Israel, dice: "No hay como el Dios de Jesurún, quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos; él echó de delante de ti al enemigo, y dijo: Destruye. E Israel habitará confiado, la fuente de Jacob habitará sola en tierra de grano y de vino; también sus cielos destilarán rocío. Bienaventurado tú, oh Israel. ¿Quién como tú, pueblo salvo por Jehová, escudo de tu socorro, y espada de tu triunfo? Así que tus enemigos serán humillados, y tú hollarás sobre sus alturas". (33:26-29)

* Las bendiciones de Moisés a cada tribu son una luz de esperanza para el pueblo, pues, habla de la fidelidad de Jehová que no termina, sobre lo cual los hijos de Israel necesitaban oír, tras haber recibido el cántico que era una dura advertencia de lo que iban a padecer, por desviarse de los caminos de Jehová. Las palabras de Moisés son, además, la última oración de intercesión del profeta por la nación de Israel ante Dios.  

MUERTE DE MOISÉS

Luego de esto, Moisés ascendió al Monte Nebo, frente a Jericó, y el Señor le mostró el territorio que Israel iba a heredar. Moisés murió en la tierra de Moab, a los ciento veinte años. Su cuerpo quedó sepultado allí, pero ningún hombre conoció el lugar de su sepulcro. Durante treinta días, Israel lloró la muerte de su líder. A partir de entonces, Josué - lleno del Espíritu de Sabiduría, porque Moisés puso sus manos sobre él - tomó su lugar a la cabeza de Israel, para introducirlo en la tierra prometida. Concluye el escritor del último capítulo de Deuteronomio diciendo: "nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel.".  (34:1-12)

* Los que conocemos a Cristo, con poderosos argumentos escriturales, podemos agregar... Hasta que vino el Hijo de Dios, el Mesías prometido, del cual Moisés habló al pueblo diciendo: "Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis" (Dt 18:15 RVR60). Porque Jesús es mayor que Moisés Él nos dio a conocer en su humanidad la imagen del Dios viviente. Por medio de Él fueron hechas todas las cosas, pues Él es el Logos de Dios Creador del cielo y de la tierra. En Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento; lo que Moisés ignoraba, Cristo lo sabía, porque Él es desde el principio; y Jesús es el verdadero Redentor de Israel. 

Moisés, por medio de su Ley, guio a los hijos de Israel hasta las fronteras de la tierra prometida, es decir, hasta la manifestación del Mesías enviado a redimir, y Jesús, el Mesías, es el que abre el camino a la eternidad, a través de su sacrificio y resurrección, liberándonos de la esclavitud del pecado, y trasladándonos de las tinieblas del mundo a su luz admirable. Él ahora nos pastorea por medio de su santo Espíritu a través del proceso de santificación, y va produciendo de día en día la transformación de todos los escogidos a la imagen de Aquél que nos creó, la cual se perfeccionará el día en que el Rey y Señor vuelva, para decirnos: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". (Mt 25:34 RVR60)


CONCLUSIONES:


Los pensamientos de Jehová y sus caminos son demasiado elevados como para que nosotros los comprendamos con nuestra pequeña mente. En esta vida, muchas cosas suceden que a nuestros ojos se perciben como tremendas tragedias, sin que logremos ver nada bueno en ellas, pero el Señor las usa para cumplir sus propósitos, convirtiéndolas en una bendición para la eternidad. Quizás nunca sabremos, mientras estemos en estos cuerpos, cómo esas experiencias amargas produjeron una bendición en la vida venidera. Es, quizás, ése el motivo por el cual las Escrituras nos invitan a alabar al Señor aún en la adversidadUn ejemplo de esto es la persecución de los cristianos en los primeros siglos, respecto de lo cual, Jesús dijo que ayudaría a que el evangelio se esparciera, y para que fuera predicado ante reyes, autoridades y los gentiles. Podemos imaginar el sufrimiento desgarrador de los primeros cristianos, sin embargo, sus huidas de un pueblo a otro sirvieron para que el evangelio se esparciera por todas las regiones, y muchos lo conocieran, y se convirtieran a Cristo, para salvación eterna.  
 
Los planes de Dios no pueden ser estorbados, y Él tiene el poder de hacer que incluso la maldad de los hombres se convierta en una bendición para las almas de sus escogidosLa caída de Israel, si bien no fue provocada por Jehová, sino que fue producto del pecado de los hijos de Israel, y la malévola ambición y soberbia de los pueblos enemigos, Dios la usó para cumplir sus propósitos, lo que podemos comprobar, por ejemplo, al devolvernos al Génesis:

Allí vemos a Jacob, poco antes de morir, dando la bendición a sus nietos, los hijos de José. De manera intencional el patriarca puso su mano derecha sobre Efraín en vez de Manasés, el primogénito, y ante la advertencia de José, de que estaba equivocándose al dar la bendición de primogénito al hijo menor, Jacob insistió, diciendo: "también él (Manasés) vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor (Efraín) será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones." (Gn 48:19 RVR60). La historia cuenta que las diez tribus que conformaban el reino del norte, Israel, luego de ser desterradas de Samaria (testimonio que encontramos en los libros de los Reyes y las Crónicas en la Biblia), fueron dispersadas por el mundo, desconociéndose su destino final. No es extraño deducir que, como no tenían arraigado el temor de Jehová, no tuvieron problemas en mezclarse y formar familias con los habitantes de los lugares a que llegaron, lo que los llevó a perder su identidad hebrea y, de hecho, no ha sido posible, hasta ahora, encontrar e identificar fehacientemente a esos descendientes de Israel. El reino del norte (o casa de Israel) es llamado Efraín en las Escrituras, y no cabe dudas de que la profecía de Jacob se cumple con la dispersión de Efraín por el mundo, lo que permitió que, al unirse a las naciones, su descendencia se multiplicara de maneras que no podemos dimensionar. Es probable que la mayoría de esos hijos de Abraham según la carne, nacidos en tierras extrañas, no tengan idea de que por sus venas corre sangre de aquel a quien fueron hechas las promesas... Pero el Señor prometió que los traería de regreso. Los únicos hijos de Israel que pueden identificarse plenamente como descendientes de Abraham (hay otros descendientes de Abraham, pero no son la descendencia de la promesa) son los que ahora conocemos como judíos, que provienen del remanente del reino de Judá (o casa de Judá) que volvió de Babilonia a Jerusalén después del cautiverio de setenta años: la mayoría era de las tribus de Judá Benjamín, (con el tiempo, se agregaron al reino de Judá familias de todas las tribus del reino del norte, que escaparon al del sur, al ver la rebelión del reino de Israel contra Jehová), además de los levitas que tenían parte en los territorios de estas dos tribus, y de los que salieron de Samaria al ser excluidos del servicio sacerdotal. 
 
Con todo, importante es aclarar que no importa si corre sangre de Abraham por nuestras venas, porque las Escrituras dicen que los herederos de la promesa no son según la sangre, sino según la fe, pero sí podemos extraer de este análisis que los designios de Dios siempre se cumplen. 


Los últimos tiempos ya llegaron, y corren desde que el Señor fue exaltado, y recibido a la diestra de Jehová. Ahora es cuando, tanto gentiles, como los descendientes de la casa de Israel y de la casa de Judá, están siendo llamados a mirar a la cruz, y volverse a Jerusalén, no la terrenal, que sigue en esclavitud, sino la ciudad que levanta sus muros con piedras vivas, la Jerusalén renacida por el Espíritu en Cristo Jesús. Si oímos hoy su voz, no nos hagamos los desentendidos, ni seamos como los que vivían en tiempos de Isaías, a los cuales Jehová les anunció lo que iban a padecer por causa de su rebelión, y en vez de lamentar y arrepentirse, dijeron “Comamos y bebamos, que mañana moriremos. ¡Cuidado!, porque muchos son los llamados, pero pocos serán escogidos, dijo el Señor, y el tiempo apremia.

 




viernes, 3 de junio de 2022

Consecuencias de la Obediencia y la Desobediencia/ DEUTERONOMIO (Parte V) [Dt 26 a 30]

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos que se están estudiando (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios que surgen a partir de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)


[Comenzar en Deuteronomio Parte I]


SOBRE PRIMICIAS Y DIEZMOS

Moisés manda que, cuando habiten en la tierra que Jehová les dará en herencia, tomen de las primicias de la tierra en una canasta, y las lleven al lugar que Jehová haya escogido para que su Nombre sea invocado, y las presenten ante el sacerdote, declarando que Jehová es su Dios, y que con esa ofrenda reconocen que han entrado en la tierra que Jehová prometió a sus padres que daría a sus descendientes. Entonces, el sacerdote pondrá las primicias en el altar ante el Señor. En esa ocasión, deberán recordar y declarar que, siendo su padre un arameo a punto de perecer, descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, hasta llegar a convertirse en una gran nación, fuerte y numerosa. Traerán a la memoria que los egipcios los maltrataron y afligieron, y los sujetaron a dura servidumbre, pero que, cuando clamaron a Jehová, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Señor oyó su voz, y los sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros, y los condujo hasta esta tierra, que fluye leche y miel. Una vez depositada la ofrenda, podrán disfrutar con la familia de todo lo recibido de parte de Jehová, junto a los levitas y prosélitos que habiten en el lugar. Al tercer año diezmarán de todo lo recibido, y lo darán al levita, al extranjero, a la viuda y al huérfano, los cuales podrán comer hasta saciarse en las aldeas donde habiten. Al respecto deberán declarar ante Jehová, que todo fue hecho bajo estricta observancia a los mandatos que hablan sobre la pureza del diezmo. Entonces, podrá solicitar al Señor mirar desde el cielo, y bendecir al pueblo y a la tierra que fluye leche y miel. De esta manera estarán declarando solemnemente que Jehová es su Dios, y que se comprometen a andar en sus caminos, y a obedecerlo en todo. Asimismo, Jehová declara que Israel es pueblo suyo, al cual exaltará sobre todas las naciones como pueblo santo, si escucha a su voz. (26:1-19)

* La entrada de Israel a la tierra prometida equivale al momento en que el creyente recibe el bautismo del Espíritu Santo. La verdadera conversión se produce cuando, al ver nuestra miseria, aceptamos, como hacían los hebreos, que no somos más que condenados a muerte, esclavos del pecado, y habiendo oído el llamado, venimos al Señor reconociendo que necesitamos un Redentor que nos libere de esa lamentable condición; entonces, ponemos nuestras vidas a disposición del Señor. Ahí viene el Espíritu Santo que nos toma, nos pone su sello de pertenencia, y nos da la ciudadanía del Reino de los cielos en Cristo Jesús.

No es el final, sino el principio de una nueva vida, en la cual la primera misión es disponerse a iniciar el proceso de santificación, de manera de comenzar a dar frutos (nuestras primicias) para Dios (Si bien es cierto, Dios nos hizo santos, es decir, nos separó para Él, el proceso de santificación del que hablamos aquí se refiere a comenzar a despojarnos del viejo hombre, que está viciado, conformado al mundo, para revestirnos de Cristo). Mientras permanezcamos en la tierra, aún seguiremos habitando en estos tabernáculos que se deshacen (nuestros cuerpos terrenales), y seguirá siendo así por todas las generaciones venideras, hasta el día de la redención final, cuando el Señor venga por su iglesia, y nos vista de nuestra habitación celestial definitiva. Entretanto, muchas batallas se nos presentarán, pero si obedecemos al Señor, y ponemos por obra su Palabra, es el mismo Espíritu Santo el que nos guía a la victoria, para alabanza y gloria del Nombre de Dios.

 

 LA LEY ESCRITA EN PIEDRAS


Moisés, junto a los líderes, se dirigió al pueblo, y les mandó guardar todos los mandamientos prescritos. Les dijo que, una vez que crucen el Jordán, deberán levantar unas piedras grandes en el monte Ebal, las que recubrirán de cal, y escribirán sobre ellas todas las instrucciones que recibieron. Además, deberán hacer un altar de piedras enteras, sin labrar, y ofrecerán sobre él ofrendas de paz, y se regocijarán en presencia del Señor. También Moisés, con los sacerdotes levitas, llamó a Israel a prestar atención, pues, a partir de ese momento se habían convertido en pueblo de Dios, por tanto, debían oír la voz de Jehová, y cumplir sus mandamientos y estatutos que se les habían ordenado ese día. Además, les mandó que, una vez que cruzaran el Jordán, las tribus de Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín debían subir al monte Gezirim, y proferir las bendiciones que recibirá Israel por su obediencia; por su parte, las tribus de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí subirían al monte Ebal para pronunciar la maldición que traerá la desobediencia. Tras cada palabra que los levitas iban a pronunciar, el pueblo responderá: "Amén":  
  • Maldito el hombre que hiciere escultura o imagen de fundición, abominación a Jehová, obra de mano de artífice, y la pusiere en oculto. 
  • Maldito el que deshonrare a su padre o a su madre.
  • Maldito el que redujere el límite de su prójimo
  • Maldito el que hiciere errar al ciego en el camino.
  • Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda
  • Maldito el que se acostare con la mujer de su padre, por cuanto descubrió el regazo de su padre. 
  • Maldito el que se ayuntare con cualquier bestia
  • Maldito el que se acostare con su hermana, hija de su padre, o hija de su madre. 
  • Maldito el que se acostare con su suegra
  • Maldito el que hiriere a su prójimo ocultamente
  • Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente.
  • Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas. (27:1-26)

 Lo que en el pasado se escribió en tablas de piedras, ahora se está escribiendo en la tabla del corazón de cada creyente. Jehová, por medio de Ezequiel, dijo que quitaría de su pueblo el corazón de piedra, y lo reemplazaría por un corazón de carne, y que pondría espíritu nuevo en cada uno, para que anduvieran en sus estatutos. También prometió, por medio de Jeremías, que daría su ley en la mente, y la escribiría en cada corazón. Es decir, la ley escrita en tablas de piedra quedó en el pasado, porque ahora se escribe en el corazón de cada hijo de Dios. Esta promesa se cumple por medio del Espíritu Santo, quien nos abre el oído para que oigamos, nos impulsa a buscar la Palabra de Dios para enseñarnos, nos guía a través de ella, nos da entendimiento, y nos la recuerda cada vez que la necesitamos.  

** Maldito es cualquiera que pervierte la Verdad, ya sea, por incitar a la idolatría, que no sólo se refiere a adorar imágenes, sino incluso cuando los líderes tratan de atraer hacia sí mismos la atención de las personas, y no hacia la figura de Cristo. Malditos son los que se aprovechan de los sedientos que buscan calmar su sed espiritual, y los engañan enseñando mentiras. Malditos los que predican un falso evangelio, cerrando las puertas del reino a los que caen en sus trampas. Todos recibirán la paga por sus obras.


CONSECUENCIAS DE LA OBEDIENCIA Y LA DESOBEDIENCIA


Moisés dijo que, si oyen atentamente la voz de Jehová para poner por obra todo lo que se les ha instruido, Jehová los exaltará por sobre todas las naciones, y les alcanzarán las siguientes bendiciones:
  • Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campoBendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar
  • Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir.
  • Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti.
  • Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da.
  • Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán.
  • Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que Jehová juró a tus padres que te había de dar.
  • Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado.
  • Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, para que los guardes y cumplas, y si no te apartares de todas las palabras de la ley, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos y servirles. (28:1-14) 
* Estas promesas no sólo están dirigidas al pueblo que salió de Egipto, sino a la nación santa redimida por Jesús con su sangre, para servir a Dios. Si nosotros hacemos lo que Jesús nos manda, que, a la verdad, no son mandatos gravosos, la bendición de Jehová nunca se apartará de nosotros. Jesús nos enseñó que toda la ley se cumple en dos mandamientos: amar a Dios, primeramente, y amar al prójimo. Haciendo así, permaneceremos en Cristo el Señor, y toda bendición se nos dará por añadidura.  


Pero si Israel no obedece a Jehová, las maldiciones que se dicen a continuación recaerán sobre ellos: 

  • Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campoMaldita tu canasta, y tu artesa de amasar. Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas
  • Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir.
  • Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. 
  • Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas. 
  • Los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas.
  • Jehová te entregará derrotado delante de tus enemigos; por un camino saldrás contra ellos, y por siete caminos huirás delante de ellos; y serás vejado por todos los reinos de la tierra. Y tus cadáveres servirán de comida a toda ave del cielo y fiera de la tierra, y no habrá quien las espante.
  • Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curadoJehová te herirá con locura, ceguera y turbación de espíritu; y palparás a mediodía como palpa el ciego en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos; y no serás sino oprimido y robado todos los días, y no habrá quien te salve.
  • Te desposarás con mujer, y otro varón dormirá con ella; edificarás casa, y no habitarás en ella; plantarás viña, y no la disfrutarás. Tu buey será matado delante de tus ojos, y tú no comerás de él; tu asno será arrebatado de delante de ti, y no te será devuelto; tus ovejas serán dadas a tus enemigos, y no tendrás quien te las rescate. Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo, y tus ojos lo verán, y desfallecerán por ellos todo el día; y no habrá fuerza en tu mano. El fruto de tu tierra y de todo tu trabajo comerá pueblo que no conociste; y no serás sino oprimido y quebrantado todos los días
  • Y enloquecerás a causa de lo que verás con tus ojos
  • Te herirá Jehová con maligna pústula en las rodillas y en las piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado.
  • Jehová te llevará a ti, y al rey que hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres; y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra.  Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará Jehová. 
  • Sacarás mucha semilla al campo, y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá. Plantarás viñas y labrarás, pero no beberás vino, ni recogerás uvas, porque el gusano se las comerá. Tendrás olivos en todo tu territorio, mas no te ungirás con el aceite, porque tu aceituna se caerá.
  • Hijos e hijas engendrarás, y no serán para ti, porque irán en cautiverio.
  • Toda tu arboleda y el fruto de tu tierra serán consumidos por la langosta
  • El extranjero que estará en medio de ti se elevará sobre ti muy alto, y tú descenderás muy abajo. Él te prestará a ti, y tú no le prestarás a él; él será por cabeza, y tú serás por cola. (28:15-46)
* Si bien es cierto, estas maldiciones tuvieron su cumplimiento en la nación de Israel, no sólo a Israel estaban dirigidas, sino a todos los que, declarándose cristianos, niegan a Dios y a su Cristo por la forma en que se comportan. Éstos son los que siguen la corriente a los incrédulos, quienes no toman en cuenta la Palabra de Dios, argumentando que está obsoleta, y se inventan nuevas leyes para legalizar sus abominaciones, y con eso destruyen los fundamentos dados por el SeñorPodemos ver fácilmente cómo el mundo avanza hacia su propia destrucción, porque, al ignorar al Dios Todopoderoso, se han envanecido y, pretendiendo ser sabios, se han vuelto necios. El mundo está recibiendo los juicios en forma de las maldiciones de estas Escrituras: sequías y todo tipo de desastres naturales, pestes, familias destruidas, exceso de trabajo y pocos resultados, todo tipo de enfermedades mentales; en fin, la lista es larga. 

Mientras los hijos de Dios permanezcamos en este mundo, viviremos rodeados de estos desastres, y, probablemente, estaremos expuestos a sus efectos, pero sabemos que Dios nunca nos dejará, y caminará junto a nosotros, fortaleciéndonos, y dándonos de su Gracia. En Cristo, estamos seguros. Además, todo padecimiento y tribulación del creyente tiene un propósito, y obrará para bien, conforme a los designios de Dios. No estaremos exentos de aflicciones, pero Jehová prometió a su pueblo que le obedece: "No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti". (Is 43:1-2 RVR60). Pablo nos invita a enfocarnos en la esperanza viva que se nos ha dado en Cristo, y no en los sufrimientos de este tiempo, diciendo: "las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Ro 8:18 RVR60). Mientras aguardamos la redención final, no debemos dejar de usar la armadura espiritual que nos protege contra el enemigo, el cual, si dejamos flancos descubiertos, no dudará en aprovecharlos para debilitarnos, y hacernos tropezar.  


Moisés enfatiza que, si no sirven a Jehová con alegría y con gozo de corazón, todas estas maldiciones perseguirán y alcanzarán al pueblo de Israel, y a su descendencia, hasta que perezca. Se harán súbditos de sus enemigos, a los cuales servirán con hambre, sed y desnudez, porque Jehová traerá contra Israel una nación, cuya lengua no comprenderán, que no tendrá compasión por el anciano, ni perdonará al niño; que los oprimirá, y comerá el fruto de su trabajo. La ciudad será sitiada, y en su desesperación, se comerán la carne de sus propios hijos. Sus enemigos los despojarán del grano, del mosto, y el aceite, y de las crías de sus ganados. Todo esto ocurrirá si no cuidan de poner por obra todas las palabras de la ley, y no temen el nombre glorioso y temible de JEHOVÁ el Dios de IsraelAdemás, por no obedecer a la voz de Jehová, el Señor los afectará con plagas y enfermedades malignas y duraderas hasta que sean destruidos, y, en lugar de haber sido como las estrellas del cielo en multitud, sólo quedará un grupo pequeñoSerán arrancados de sobre la tierra que van a poseer, y serán esparcidos por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirán a dioses ajenos, y ni aun entre esas naciones descansarán, pues vivirán con temor de noche y de día, y no tendrán seguridad de su vida. (28:47-68)

* Es impresionante comprobar cómo Israel recibió exactamente lo que Jehová les había dicho, por boca de Moisés, que les sucedería si desechaban su ley. Sin embargo, Jehová fue muy paciente con el pueblo hebreo, y siempre estaba enviando a sus profetas para hacerlos volverse de su maldad, pero no quisieron oír; peor aun, los torturaron y mataron, porque no les agradaba lo que les profetizaban. Cuando la maldad llegó a su límite, Jehová les envió a sus enemigos, y, en 722 a.C., el reino del norte (reino de Israel), integrado por diez de las doce tribus de Israel, fue invadido por los Asirios, llevado en cautiverio, y dispersado por todo el mundo, hasta prácticamente desaparecer, no porque se hubieran extinguido, sino porque se mezclaron con los habitantes de los lugares donde llegaron, confundiendo su identidad con la de los pueblos locales. Unos ciento treinta años después, en 586 a.C., el reino del sur (reino de Judá), compuesto por las tribus de Judá y Benjamín, fue llevado cautivo a Babilonia, de donde sólo un pequeño remanente volvió a Jerusalén después de setenta años, y cuyos descendientes habitaban esas tierras cuando el Hijo de Dios se hizo carne. El gentilicio "judío" precisamente se origina en el hecho de que el pueblo remanente provenía del reino de Judá.

RENOVACIÓN DEL PACTO ENTRE ISRAEL Y JEHOVÁ


Estando en Moab, por orden de Jehová, Moisés reunió a todo el pueblo para renovar el pacto que antes el Señor había hecho con Israel en Horeb. Moisés les recordó que todos habían sido testigos de las maravillas que Jehová hizo para sacarlos de Egipto, y de cómo él los había conducido por cuarenta años por el desierto, y nunca les faltó alimento; ni sus vestidos ni calzados se envejecieron, porque Jehová estaba con ellos. Además, antes de llegar adonde se encontraban, debieron enfrentar los reinos de Hesbón y de Bazán, a los cuales derrotaron, apoderándose de sus tierras, las cuales fueron dadas a las tribus de Rubén, Gad y a la mitad de la tribu de Manasés. Finalmente, ahora se encontraban ante la presencia de Jehová, para entrar en pacto con el Señor, que los confirmaba como su pueblo. Todos sabían lo que habían vivido en Egipto, y en su trayecto, vieron las abominaciones que cometían las naciones, y conocieron sus ídolos. Por tanto, si erradamente llegaran a pensar que, porque ya llegaron a este punto, no importará si andan según su propio parecer, deben saber que el Señor no los perdonará si se apartan de sus caminos, y recibirán las maldiciones escritas en el libro del pacto, y serán desarraigados de la tierra, la cual será devastada, y serán llevados a vivir en tierra ajena, para ejemplo de las futuras generaciones, que sabrán que la ira de Dios cayó sobre ella, porque sus habitantes fueron tras dioses ajenos. El pacto que se sella no sólo es con los que están presentes, sino también con las generaciones venideras. Dios aún no les ha dado entendimiento para comprender las implicancias de este pacto, pues, hay cosas que Jehová se ha guardado para sí, sin embargo, es deber de Israel obedecer todo aquello que ahora se les ha dado a conocer.  (29:1-29)

* No es un nuevo pacto, sino el mismo que fue concertado en Horeb, quizás con más especificaciones, y aunque las palabras que Moisés habló están dirigidas a la generación que estaba por entrar a la tierra prometida, no pueden ser ignoradas por la generación que está siendo llamada para el nuevo Pacto que puso en vigencia nuestro Señor Jesucristo con su sangre. Muchos son los llamados, y pocos los escogidos, dice la Palabra de Dios. En otras palabras, a muchos se les está anunciando el evangelio, y muchos lo están recibiendo, pero no todos lo reciben con el corazón correcto. Hay quienes creen que, porque recitaron unas palabras en una reunión religiosa, ya son salvos, por tanto, si pecan a propósito, no perderán su salvación. Efectivamente, los verdaderamente salvos no pueden perder su salvación, pero, lamentablemente, no todos lo que creen ser salvos son realmente salvos. Sólo los que se han arrepentido de verdad, es decir, que llegaron a Cristo reconociendo su miseria, y anhelando un giro total en sus vidas, son los verdaderamente salvos. Ellos seguirán cometiendo pecados, pero no lo harán como un acto de rebeldía, y, con toda seguridad, una vez que caigan en la cuenta de que pecaron, detestarán haberlo hecho, y se arrepentirán, porque el Espíritu Santo que mora en ellos, los estorbará cada vez que pequen. De ese modo, la inclinación al pecado irá menguando, y será el fruto del Espíritu el que comenzará a desarrollarse, hasta ser dominante en la vida del creyente

** Son tantas cosas que los antiguos cumplían, casi supersticiosamente, porque la ley se los mandaba: sus fiestas anuales, los continuos sacrificios de animales, lavados, alimentos puros e impuros, etc., pero lo hacían sin entender el porqué. Nuestra generación es privilegiada, porque cuando el Hijo de Dios tabernaculizó entre nosotros, comenzó a revelarnos todos los misterios ocultos, y ahora tenemos la palabra abierta, porque lo que Jesús no habló, porque no era tiempo, el Espíritu Santo lo fue develando a través de los siervos del Señor, quienes, inspirados por el Espíritu, escribieron los evangelios y las epístolas, donde la Verdad que estaba oculta se hace pública, y disponible para el que la quiera escudriñar.

  

ESCOGE EL BIEN, ESCOGE VIDA


Moisés les dijo que, cuando hayan venido sobre ellos las bendiciones y maldiciones aquí escritas, y se encuentren en el exilio al cual Jehová los enviará; si traen a la memoria estas palabras, y se vuelven al Señor con toda su alma y su corazón, para obedecer a sus mandamientos, entonces Él tendrá misericordia, y los rescatará de la cautividad. Sin importar cuán lejos hayan sido esparcidos, los traerá de regreso a la tierra que Jehová prometió que les daría en herencia, y restaurará su buena fortuna. Dios circuncidará el corazón de los hijos de Israel y de sus descendientes, para que sólo lo amen a Él, y vivan. Las maldiciones descritas recaerán sobre los enemigos que los maltrataron, y las bendiciones caerán sobre Israel, porque obedecerá la voz de Jehová. El Señor dice: "este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas". Dios pone ante Israel dos opciones: el bien y el mal; uno significa la vida y el otro, la muerte. Si desobedecen, sin dudas morirán, pero si escogen obedecer, estarán eligiendo la vida, para ellos y sus descendientes, en la tierra que recibirán en herencia. (30:1-20)

* En su epístola a los Romanos, Pablo hace alusión a las palabras dichas por Moisés en este discurso, explicando que la salvación no es por obras, porque es imposible para los hombres sujetarse a la ley. Por tanto, no se trata de tener que subir al cielo, o bajar al abismo para ser justificados; es mucho más simple: sólo tienen que hablar con su boca lo que creen en el corazón. Lo expresó de esta manera: "si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo." (Ro 10:9 RVR60). La salvación es por la fe en Jesucristo. Es un regalo que Dios, en su infinito amor y misericordia, nos da, aunque, a la verdad, nadie lo merece.   
 
** Es maravilloso ver, a la luz de las revelaciones del Nuevo Testamento, cómo se van cumpliendo las palabras aquí descritas; porque esta promesa no sólo fue cumplida cuando YHWH llevó al remanente del Reino de Judá de regreso a Jerusalén desde Babilonia, donde habían estado cautivos por setenta años. Esa liberación, aun tratándose de un evento milagroso, no era más que sombra de la verdadera Redención del cautiverio que Dios está llevando a cabo, ahora para vida eterna, por medio de Jesucristo, donde los antes cautivos del mal, ahora son las piedras santas usadas para levantar los muros de la ciudad de Dios.

Pablo aclaró que, un israelita es aquel que recibe las promesas hechas a Abraham, y no necesariamente procede de Israel según la carne. Dicho de otra manera, en la Palabra de Dios, muchas veces, se usa el gentilicio israelita para referirse a la descendencia procedente de la fe en Jesucristo, a quienes YHWH da el derecho de ser hijos de Dios, porque recibieron el nuevo nacimiento, no de la carne, sino del Espíritu Santo. 

Así es como, la que no tenía hijos, ahora se llena de ellos. Jerusalén, la celestial, en el tiempo que corre entre la resurrección de Jesucristo y su segunda venida, está dando a luz los hijos del Espíritu:

"Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz;  

levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto;

 porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová.

 Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas;

 no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas.

 Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda;

 y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas".

(Is 54:1-3 RVR60)

 




(Continuar en Estudio Deuteronomio Parte VI)