LA MUERTE DE MIRIAM
* A Miriam (o María según algunas versiones), hermana de Moisés y Aarón, la vemos presente en importantes episodios en la historia de redención del pueblo escogido:
- Es ella la que permanece observando a la distancia la canasta del pequeño Moisés cuando fue puesto en el río, y luego se atrevió a dirigirse a la hija de faraón, que había recogido al bebé de las aguas con la intención de adoptarlo como hijo, para sugerirle tomar una nodriza hebrea para alimentar al niño, a lo cual la hija de faraón accedió, lo que permitió que el pequeño fuera amamantado y criado durante sus primeros años por su verdadera madre Jocabed.
- Después que Israel cruzó el Mar Rojo, Moisés cantó una alabanza glorificando a Jehová que los había sacado de la tierra de Egipto, y había hecho a Israel atravesar por el lecho seco del Mar Rojo, en tanto que hizo que el mar tragara a los egipcios con sus carros y caballos. En el mismo evento, Miriam, la profetisa, tomó un pandero, y todas las mujeres le siguieron con panderos y danzando, mientras ella cantaba: "Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete".
- Estando en el desierto, Miriam y Aarón recriminaron a Moisés el haber desposado a una extranjera, y además, sentían celos de él, y decían que Moisés no era el único por medio del cual Jehová hablaba al pueblo, sino que también lo había hecho a través de ellos. La ira de Jehová se manifestó provocando en Miriam una lepra que abarcó todo su cuerpo, de la cual se sanó después de que Moisés intercedió por ella ante el Señor; sin embargo, debió salir del campamento por siete días, luego de los cuales volvió sana.
Por último, la vemos morir aquí en Cades, en medio de las rebeliones de Israel contra Jehová.
¿Qué representa Miriam? Algunos estudiosos dicen que ella representa la alabanza a Dios; pero parece ser más que eso. Tal vez, en ella podemos ver reflejado al mismo pueblo del pacto mosaico, con sus devociones e indiferencias hacia su Dios; que a veces adora fervientemente, y otras, se rebela; que se ensoberbece, y luego se humilla ante la disciplina.
Del mismo modo en que Miriam, junto al líder religioso Aarón, desafía, y arremete contra aquél que fue ungido por Jehová para conducirlos hasta la tierra que habrían de recibir en herencia, los hijos de Israel, incapaces de reconocer en Jesús a su Mesías, le recriminaron el juntarse con pecadores; y lo acusaron de quebrantar la ley de Moisés, y de blasfemar, porque decía ser el Hijo de Dios, por lo cual lo despreciaron, persiguieron, maltrataron y entregaron a la muerte.
Como podemos ver, Miriam parece encarnar toda la estructura religiosa de los judíos, que se había construido sobre doctrinas que tenían como base la Ley dada por Jehová, pero deformada por la tradición y doctrinas inventadas por hombres, a las cuales daban más importancia que al mandamiento divino, lo que fue como poner un velo en los ojos del pueblo, desviándolo de la Verdad; todo esto agravado por el hecho de que sus líderes, arrogantes y abusadores, no hacían lo que predicaban. Esta decadencia del pueblo del pacto al que se le dieron las promesas, permitió que se abrieran las puertas del reino de los cielos a los gentiles; pero esto no fue una sorpresa para Jehová, pues en la Mente del Dios Omnisciente ya estaba decretado que sería así, pues, la promesa hecha a Abraham decía que en Su Simiente (es decir, en Jesucristo) todas las familias de la tierra iban a ser bendecidas.
La muerte de Miriam antes de llegar a la tierra prometida da a entender que la salvación no era por cumplir un acto religioso como obedecer la Ley, pues, en primer lugar, nadie podía cumplirla cabalmente, y segundo, porque la Ley sólo tenía por finalidad conducir al pueblo hacia su Mesías; sino que la salvación iba a ser dada por Jehová gratuitamente sólo por creer que la ofrenda que Él puso a nuestra disposición, la vida de su Hijo sacrificado en la cruz, era suficiente propiciación para perdonar nuestras transgresiones, y darnos vida eterna en Él.
Esto no significa que Dios haya desechado a la nación de Israel, porque, si bien la mayoría fue endurecida para que no les resplandezca la gloria del evangelio, aún hay un remanente que el Señor se guardó, el cual, si reconoce su pecado de haber dado muerte a su Mesías, y se arrepiente, está entrando al Reino también. Esa puerta está abierta mientras se complete la plenitud de gentiles llamados a la salvación por la fe. Así todo Israel, es decir, los descendientes de Abraham según la fe, no según la carne, esto es, judíos y gentiles de fe, serán salvos.
AGUA DE LA ROCA
* Los salvadores no eran Moisés y Aarón, sino Jehová. En este episodio, Moisés cometió el error de, primero, golpear la roca, cuando la orden era hablar a la roca y, segundo, de atribuirse el poder de hacer salir agua de la roca, cuando todo aquello era obra del poder de Dios. No santificaron a Dios; no le dieron la gloria. Pero lo que esto intentaba mostrarnos anticipadamente era que, aunque Israel era el pueblo del pacto y las promesas, su arrogancia y ceguera no le iba a permitir reconocer el tiempo de su salvación, e iba a tropezar con la Roca que Jehová iba a proveer como piedra angular sobre la cual iba a edificar Su verdadero Templo en la tierra; un templo no hecho por manos de hombres, sino por el mismo Hijo de Dios, herido y crucificado por su propio pueblo. Sin embargo, estaba escrito que el Mesías debía padecer para convertirse en salvador no sólo de sus hermanos judíos, sino de todas las naciones, formando un solo pueblo en Cristo.
Nosotros, los creyentes somos el templo de Dios, construido no con ladrillos, sino con piedras vivas, que son las almas que, por la fe en Jesucristo, son salvadas de la condenación eterna. Somos la iglesia de Cristo, hombres y mujeres, judíos y gentiles, sujetos al Mesías por medio de su Santo Espíritu, al cual el mismo Señor define como ríos de agua viva que corren desde el interior de todo el que cree.
La ley de Moisés no puede salvar, por eso era necesario un nuevo pacto, un pacto sempiterno, con un nuevo Mediador, el Hijo del Hombre que, habiendo resucitado, ahora está sentado a la diestra del Dios Altísimo, desde donde reina hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies, y cuando eso se cumpla, Él entregará el reino a Su Dios y Padre para que Jehová sea todo en todos.
** Que Miriam muriera antes de que la peña fuera golpeada y diera agua, mostraba que la vigencia de la ley sería hasta la muerte del Mesías, pues, Su resurrección demostraba el pleno cumplimiento de ésta en la obra de Jesús en la cruz. A partir de ese momento comenzó a regir el nuevo pacto de la salvación por gracia, cuyo mediador es el Hijo de Dios glorificado, porque su ofrenda y resurrección hicieron posible que pudiéramos recibir el agua de vida, que es el derramamiento del Espíritu Santo para salvación de los que son de fe, simbolizado por esta abundante agua que salió de la roca golpeada.
Habiendo el viejo pacto cumplido su objetivo de enseñar justicia por medio de las obras; ahora es tiempo de enseñar el evangelio de la salvación por la fe en Jesucristo, que es el ministerio dado a la congregación de los santos renacidos del Espíritu Santo, la iglesia de Cristo, misión que deberá ser ejercida hasta que Jesucristo vuelva para sacarnos de este mundo antes del fin.
EDOM OBSTACULIZA EL AVANCE DE ISRAEL
* Edom es el pueblo fundado por Esaú, hermano de Jacob, el primogénito de Isaac, a quien Jacob usurpó la bendición del primogénito. La inflexible postura de Edom hacia Israel nos recuerda la porfiada oposición que el primogénito de YHWH, el pueblo judío, en especial sus líderes, presentó a Jesús Ha Mashiaj, para que llevase a cabo su ministerio de preparar un pueblo para servir a Dios. Jesús vino para sentar los fundamentos de la nueva Jerusalén, pero los judíos no estaban dispuestos a ceder espacio para que un simple carpintero, según veían ellos, revolucionara siglos de tradición religiosa, y lo enfrentaron con todos los recursos disponibles, incluso, aliándose con los romanos para quitarlo del camino.
De acuerdo con la Escritura, no todo el pueblo judío combatió contra el Mesías, sino aquéllos que fueron cegados por Satanás, quienes no sólo obstaculizaron el paso al Líder del nuevo pacto, sino que persiguieron después a la iglesia, la hasta entonces estéril Jerusalén celestial, con sus hijos, los hijos del Espíritu del Señor, que comenzaron a nacer cuando Jesucristo fue glorificado, y que siguen naciendo gracias a la predicación del evangelio. Éstos no dejarán de sufrir persecución por causa del Nombre que es sobre todo nombre, nuestro Señor Jesucristo, quien dio su vida para hacer de nosotros un reino de sacerdotes, nación santa, pueblo redimido por Dios por medio de Su Hijo, para que anunciemos las virtudes de Aquél que nos llama de las tinieblas a Su luz admirable, hasta que Él regrese.
MUERTE DEL SUMO SACERDOTE AARÓN
* De acuerdo a las Escrituras del Nuevo Testamento, el sacerdocio aarónico tuvo su vigencia en tanto regía la ley mosaica, la cual, como hemos dicho, a la llegada de Jesús estaba por culminar el objetivo para el cual fue entregada, que era educar al pueblo escogido por Dios, y conducirlo hasta su Mesías.
La muerte del líder religioso Aarón antes de entrar a la tierra prometida estaba mostrando que el sacerdocio levítico no fue dado para salvar, pues la salvación es por Gracia, y ésta va de la mano de la fe del Hijo de Dios, es decir, la doctrina del nuevo pacto que enseña que la salvación no es por obras, sino por fe. Jesús, a diferencia de los sacerdotes que le precedieron, no era de la tribu de Leví, sino, de Judá, y Dios lo hizo sacerdote eterno según el orden de Melquisedec.
Un nuevo sacerdocio implica una nueva ley, la que Pablo llama la Ley de la fe, que es que, por la fe en Cristo, recibimos una nueva vida espiritual, ya no para que vivamos según la carne, sino que, en obediencia al Espíritu que nos es dado al momento de creer, hagamos morir las obras de la carne que conducen a la muerte, y vivamos para la gloria de Dios. Este pacto eterno, prometido en los profetas, fue instituido con la sangre que Jesús, el Hijo de Dios, derramó en la cruz, y su Mediador es el mismo Hijo del Hombre.
LAS BATALLAS CAMINO A LA TIERRA PROMETIDA
Cuando el rey de Arad, que habitaba en el Neguev, oyó que los israelitas se acercaban, los atacó, y tomó algunos rehenes. Entonces Israel hizo votos a Jehová, prometiendo que, si el Señor entregaba esos enemigos en sus manos, ellos destruirían por completo sus ciudades. Dios oyó, y les dio la victoria, y las ciudades de Arad fueron destruidas por Israel. (21:1-3)
* Cuando la iglesia (o Israel de Jesucristo) comenzó a formarse, debió enfrentar numerosas batallas. El enemigo arremetió contra el cuerpo de Cristo de diversas maneras, no sólo a través de la persecución en manos de judíos y romanos, sino a través de las herejías que se inventaron en torno al evangelio, las cuales desviaron a muchos hermanos. Los judaizantes, por ejemplo, atacaron fuertemente el ministerio de Pablo, e hicieron todo lo posible por introducir en la iglesia doctrinas propias del judaísmo, provocando que, algunos de ellos, que ya habían sido libertados de la esclavitud de la ley, volvieran a esclavizarse creyendo que iban a ganar el cielo haciendo las obras de la ley (como la circuncisión, la prohibición de comer ciertos alimentos, o la celebración de ceremonias y fiestas, que YHWH había mandado a Israel para enseñarles, veladamente, lo que sucedería cuando su Mesías se manifestara), perdiendo de vista que sólo basta la fe en Jesucristo para ser salvos. Quizá a eso alude el autor de este libro cuando dice que el rey de Arad atacó y tomó algunos rehenes.
** El enemigo de nuestras almas está atento a presentarnos batalla, y arremete contra los renacidos de Dios en distintas formas, en su intento por desviarnos del camino. Pero no debemos temer, sino confiar en que YHWH ya derrotó a Satanás por medio de Jesucristo, y la victoria que vence al mundo es la fe. Sin embargo, el engañador seguirá enviándonos dardos de fuego, y aunque nuestra fe nos salvó, es necesario que esa fe vaya acompañada de obediencia a la Voluntad de Dios para que todo vaya bien. La exhortación, entonces, es a vestir la armadura de Dios, teniendo siempre a mano la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.
LA SERPIENTE DE BRONCE
* Todo cristiano ha leído u oído hablar de la conversación que tuvo el líder judío Nicodemo con Jesús, en la cual el Señor le enseñó que, para tener vida eterna es necesario volver a nacer. Ante el desconcierto del fariseo, Jesús le explicó que nacer de nuevo significa nacer del Espíritu de Dios. Y agregó: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Jn 3:14-15). Todos estábamos condenados a morir por causa del pecado que traemos, y que nos domina desde nuestro nacimiento. Para poder ser salvos de la condena que pesa sobre nosotros, debemos poner nuestra fe sólo en Jesucristo, que llevó nuestros pecados a la cruz, y luego resucitó para darnos nueva vida en Él. Ése es el Evangelio. Mirar hacia la serpiente de bronce indica que, para ser salvos, debemos poner nuestra fe sólo en Jesucristo crucificado por nosotros, quien estuvo muerto, pero ahora vive, y está sentado a la diestra de Dios.
EL PEREGRINAJE DE ISRAEL
* El camino de nuestro peregrinaje hacia la herencia prometida se nos presenta, a veces, como un valle rodeado por un arroyo, y otras, como un desierto, pero no debemos perder las fuerzas, sino seguir avanzando sin dejarnos abatir por las circunstancias, poniendo nuestra vista en la esperanza que tenemos por delante, fijando la mirada en nuestro Pastor que nos guía por sendas de justicia, al que, quizá, no siempre sabremos seguir el paso, pues, la pierna coja que caracteriza a un israelita muchas veces nos saca del sendero correcto, mas el Pastor con su cayado sabe volvernos al camino donde hay deliciosos pastos, para que podamos descansar. No importa qué dificultades se nos presenten en el camino; Dios irá allanando las sendas que nos llevarán seguros a la vida eterna.** El pozo simboliza a Jesús, donde todos tenemos que venir a beber para ser saciados en nuestra sed. Una vez que nos sumergimos en las aguas de sanidad, iniciamos nuestro peregrinaje, donde deberemos librar varias batallas, pero no debemos olvidar que Jehová de los Ejércitos va adelante, y nos guardará a salvo, hasta que lleguemos al lugar donde recibiremos la heredad prometida.
* Israel derrotó a todos sus enemigos a filo de espada. Nosotros tenemos una espada poderosísima que Dios puso a nuestra disposición para que derrotemos a nuestros enemigos. Sólo que no debemos confundirnos, pensando que nuestros enemigos son las personas, sino la misma serpiente que engañó a Adán y Eva en el Jardín de Edén que, con su ejército de demonios, actúa a través de hombres y mujeres que ni siquiera saben que están sirviendo la voluntad del adversario. Recordemos que aun el Apóstol Pedro, que tuvo el privilegio de ser escogido por Jehová para revelarle que Jesús era el Hijo de Dios, también fue usado por Satanás para tratar de persuadir a Jesús de no ofrendarse para salvar a la humanidad; pero Jesús lo puso en evidencia, diciendo: "¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo" (Mt 16:23). Las Escrituras dicen que la espada es la Palabra de Dios, pues el conocimiento de las Escrituras nos permite enfrentar, y derrotar al enemigo de nuestras almas. En cuanto a las personas que consideramos nuestros enemigos, no debemos maldecirlos, sino orar por ellos, como nos enseñó nuestro Señor.
** Todos estos enemigos que Israel debe enfrentar camino a la tierra prometida son símbolos de las múltiples y variadas formas de batallas que a diario debemos librar los renacidos en el Espíritu, entre las cuales, se cuentan nuestras luchas para someter los deseos desordenados de nuestra carne; porque una vez que los creyentes hemos sido libertados de la esclavitud del pecado, se inicia una guerra entre esos viejos deseos pecaminosos, y nuestra nueva vida en Cristo. Hablamos de "nueva vida en Cristo", porque cuando fuimos bautizados en Cristo, por fe, nosotros morimos con Cristo en la cruz y, por fe, también resucitamos junto con Cristo a una nueva vida. Antes servíamos al tirano gobernador de este mundo, pero ahora formamos parte del cuerpo de Cristo, su iglesia, y somos siervos de Dios. Es decir, aunque físicamente seguimos en este mundo, no somos del mundo, porque ahora estamos en Cristo. Por tanto, habiendo resucitado con Cristo, ahora debemos vivir para nuestra santificación, rechazando los deseos carnales que batallan contra el alma, absteniéndonos de todo lo que pueda volver a esclavizarnos a esa forma de vida de la cual deseábamos escapar. La buena noticia es que, como estamos en Cristo y Él está en nosotros, el pecado ya no tiene poder sobre nosotros, porque Cristo venció al mundo y sus deseos.
BALAC REY DE MOAB Y EL PROFETA BALAAM
* Balaam no era un profeta de Dios, sino un adivino que conocía el poder de Jehová, y le temía. Sin dudas, sus poderes provenían de uno o más espíritus demoníacos actuando a través de él. Balaam es el perfecto ejemplo para ilustrar lo que el Apóstol Santiago afirmó cuando dijo que la fe sin obras es muerta. El Apóstol advirtió que creer no es sólo de los santos, pues, sentenció: "también los demonios creen y tiemblan". Balaam sabía quién era Jehová, y le temía, pero su corazón pertenecía a las tinieblas. Para hacer la diferencia entre los tipos de fe, diremos que los demonios creen, pero como no hay arrepentimiento en ellos, recibirán la ira de Dios cuando el mundo sea juzgado; en cambio, la fe de los santos los guía al arrepentimiento para expiación de sus pecados y salvación eterna. Las obras de que habla Santiago se producen cuando el Espíritu Santo viene a morar en el corazón del creyente, e inicia la tarea de santificación. Los frutos de justicia son la evidencia de la regeneración que se llevó a cabo por la fe. Si hay fruto es porque está el Espíritu de Dios. Si no hay fruto, es muy probable que la persona no sea salva.
* Existe entre los cristianos la tendencia a creer que Satanás puede decidir libremente a quien atormentar, lo que, de hecho, hace, pero no puede hacer lo que quiera con lo que Dios bendijo, a menos que Dios lo permita, y con limitaciones. Por tanto, cuando un hijo de Dios, quien ha sido bendecido en Cristo, se encuentra en medio de las pruebas, en vez de andar reprendiendo demonios, debe preguntarse por qué Dios permite esa prueba, y en lugar de afligirse, debe confiar en que todo lo que nos sucede está bajo el control de nuestro Padre Soberano. Para reafirmar esto, podemos citar la historia de Job, en la que vemos que Satanás no podía tocar a Job sin que Dios lo autorizara, y cuando tuvo poder para atormentarlo, no podía exceder de los límites que Jehová estableció. Otro ejemplo fue cuando Jesús dijo a Pedro que Satanás había pedido zarandear como a trigo a los apóstoles. Por las palabras que Jesús dijo a continuación, se subentiende que fue autorizado: "yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos" (Lc 22:32). Las pruebas que Dios permite que los hijos enfrentemos tienen un fin superior, y todo obrará para bien de sus elegidos, a fin de que seamos moldeados a la imagen de Jesucristo. En el caso de Job las pruebas demostraron su paciencia y que la fe de este siervo de Dios era inquebrantable, pues, aunque lamentó grandemente su condición, nunca renegó de Dios, por lo cual, el Señor lo recompensó multiplicando lo que Satanás le había arrebatado. En cuanto a Pedro, no pasó la primera prueba, y renegó de su Maestro, pero tan pronto recibió el Espíritu Santo, tanto él como sus condiscípulos, ya no temieron por sus vidas en la tierra, sino que perseveraron en la fe hasta el final, dando testimonio de la Verdad al estar dispuestos a padecer todo tipo de torturas física y psicológicas, hasta la muerte, porque sabían que lo que predicaban era verdadero, y porque gracias a Jesucristo, ahora tenían una esperanza no en esta vida, sino en la venidera.
BALAAM Y SU ASNA
* El incidente de Balaam y su asna es citado por Pedro en su segunda epístola, cuando critica a los falsos profetas y maestros que, por avaricia y codicia en sus corazones, faltando a la verdad, introducen falsas doctrinas, y hacen que el pueblo se desvíe del camino. Dice Pedro: "...Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta" (2Pe2: 15-16). Aunque el escritor de Números no lo dice abiertamente, Balaam con seguridad iba maquinando en sus pensamientos cómo hacer para satisfacer las exigencias de Balac, y recibir la recompensa sin contradecir las órdenes de Jehová; pero Dios no puede ser burlado, y el ángel fue enviado para advertirlo contra esas intenciones.
BALAAM EN MOAB
BALAAM FRENTE A ISRAEL
Para iniciar su ritual, Balaam pidió a Balac ordenar que prepararan siete altares en los cuales ofrecieron holocausto de un becerro y un carnero por altar. Terminada la ceremonia, Balaam dijo al rey que permaneciera junto al holocausto, en tanto él se iba a dirigir a un monte desierto, a ver si Jehová salía a su encuentro para decirle qué hacer. A su regreso, Balaam se limitó a recitar las palabras que Jehová puso en su boca, que hablaban sobre la petición de Balac de maldecir a Israel, el pueblo que Dios apartó del resto de las naciones, por lo que él se preguntaba: "¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo? ¿Y por qué he de execrar al que Jehová no ha execrado?", concluyendo que él prefería terminar sus días viviendo como los justos, y morir como ellos. Al escuchar las palabras que salían de la boca del profeta, Balac se enfureció, pero Balaam le dijo que no podía contradecir a Jehová. Entonces Balac le propuso ir hasta otro monte, desde donde podría ver sólo parte del pueblo de Israel para que los maldijera. Y subieron hasta la cumbre del monte Pisga, donde montaron siete nuevos altares, y ofrecieron holocausto de un becerro y un carnero por altar. Nuevamente Balaam dejó a Balac en el holocausto, mientras fue a otro lugar para encontrar a Jehová, a fin de que le dijera qué decir. De regreso al lugar, donde lo esperaban Balac y sus príncipes, Balaam comenzó a recitar el mensaje que le dio Jehová, diciendo que Dios no era hombre como para mentir, ni para arrepentirse, por lo cual, en obediencia al Señor, él sólo iba a pronunciar bendición hacia Israel, pues, Jehová no tenía motivos para maldecirlo. De hecho, Jehová su Dios estaba con Israel, de modo que ninguna maldición tendría efecto contra ese pueblo, el cual se iba a levantar como león, y no iba a descansar hasta devorar a su presa. Tras oír las palabras que salían de la boca de Balaam, Balac le dijo que, ya que no los maldecía, por lo menos, no los bendijera. Por último, Balac llevó a Balaam a otro monte, desde donde podría ver otra porción de Israel, con la ilusión de que Jehová decidiera maldecirlos. Allí, como en los otros montes, se levantaron siete altares y ofrecieron holocausto de siete becerros y siete carneros. (23:1-30)
* Si alguno piensa que Dios y su adversario el diablo tienen la misma fuerza, o que éste último puede desafiar y derrotar a Dios, está muy equivocado. Jehova es Dios Supremo del universo; Satanás, el adversario que nada puede hacer si Dios no lo permite.
Como vemos en las palabras de Balaam, él no podía maldecir lo que Dios bendijo, o condenar lo que Dios no había condenado, pues, Jehová dijo a Abraham. padre de Israel: "Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré" (Gn 12:3), razón por la cual Balaam temía desafiar a Jehová.
La mejor noticia es que nosotros, la iglesia, somos ese Israel sobre el cual está la cobertura de Dios, pues, su Santo Espíritu mora en nosotros, y su Palabra dice que mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo, pues, el mundo está bajo el dominio de Satanás, pero sólo porque Dios lo permite, a fin de probar los corazones. Es parte del proceso de santificación, pues, aunque el misterio de la iniquidad está en acción, el Espíritu Santo lo limita, y esto seguirá así hasta que llegue el momento del fin, cuando los enemigos del Señor sean puestos bajo sus pies. Entonces los hijos de Dios se revelarán, y sus cuerpos serán glorificados, y toda la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción, y viviremos en una tierra nueva, bajo un cielo nuevo, donde morará la justicia.
BENDICIÓN AL PUEBLO SANTO
Finalmente, convencido Balaam de que Jehová quería bendecir a Israel, esta vez no se apartó, como había hecho antes para buscar el consejo de Dios, sino que, mirando hacia el desierto, donde estaba Israel acampando por sus tribus, el Espíritu de Dios vino sobre él, y comenzó a bendecir a Israel, diciendo: "Dijo Balaam hijo de Beor, y dijo el varón de ojos abiertos; Dijo el que oyó los dichos de Dios, el que vio la visión del Omnipotente; caído, pero abiertos los ojos: ¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel! Como arroyos están extendidas, como huertos junto al río, como áloes plantados por Jehová, como cedros junto a las aguas. De sus manos destilarán aguas, y su descendencia será en muchas aguas; Enaltecerá su rey más que Agag, y su reino será engrandecido. Dios lo sacó de Egipto; tiene fuerzas como de búfalo. Devorará a las naciones enemigas, desmenuzará sus huesos, y las traspasará con sus saetas. Se encorvará para echarse como león, y como leona; ¿quién lo despertará? benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren". (24:1-9)
* El sacrificio del Hijo del Hombre dio a luz a la nación bendita respecto de la cual Balaam profetiza. Jesús hizo posible que, por la fe, pudiéramos recibir las aguas que tienen poder para sanar a todo el que nade en ellas, como profetizó Ezequiel, cuando habló del Espíritu Santo que iba a ser derramado sobre los escogidos. Iglesia se llama a los convocados al Reino de los cielos que han recibido el Espíritu Santo. Gente proveniente de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, que han sido limpiados con la sangre que el Mesías derramó en la cruz, para servir como sacerdotes al Dios eterno. La muerte no prevalecerá contra la Iglesia, dijo Jesús.
Los hijos nacidos del Espíritu Santo no debemos temer lo que pueda hacernos ni el hombre, ni los demonios, porque nadie tiene el poder de deshacer las bendiciones que Jehová nos ha dado en Cristo. Muchas aflicciones podremos padecer durante nuestro crecimiento espiritual: angustia, tribulación, persecución, hambre, desnudez, peligro, peste, etc., pero todas estas cosas las vivimos en la fe del Hijo de Dios, sabiendo que obran para nuestro bien. Si Dios está por nosotros, nadie puede contra nosotros. Ni nadie podrá separarnos del amor de Dios en Cristo; ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni autoridades, ni las amenazas del día presente, ni las que hayan de venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna cosa creada tiene el poder de quitarnos los que Dios nos dio por medio de Cristo Jesús.
PROFECÍAS CONTRA LOS ENEMIGOS DE ISRAEL
La ira de Balac se encendió, y despidió a Balaam sin recompensa, pues no había hecho lo que Él esperaba, y por el contrario, había bendecido tres veces a Israel. Balaam le dijo que le había advertido que no podría contradecir a Jehová, pero, antes de partir, Balaam profetizó sobre lo que Israel haría al pueblo de Balac más adelante: "Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; saldrá Estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab, y destruirá a todos los hijos de Set. Será tomada Edom, será también tomada Seir por sus enemigos, e Israel se portará varonilmente. De Jacob saldrá el dominador, y destruirá lo que quedare de la ciudad". Y mirando al pueblo de Amalec, profetizó, diciendo: "Amalec, cabeza de naciones; mas al fin perecerá para siempre". Dirigiéndose al ceneo, profetizó: "Fuerte es tu habitación; pon en la peña tu nido; porque el ceneo será echado, cuando Asiria te llevará cautivo". Por último, se lamentó diciendo: "¡Ay! ¿quién vivirá cuando hiciere Dios estas cosas? Vendrán naves de la costa de Quitim, y afligirán a Asiria, afligirán también a Heber; mas él también perecerá para siempre". Habiendo dicho esto, Balaam volvió a su tierra. (24:10-25)
* De Israel vino el Mesías, la Estrella de Jacob sobre quien habla esta profecía: Jesús es la Palabra de Dios, la espada de doble filo que viene con poder contra todos los que se rebelan contra Jehová: los soberbios, los abusadores, los paganos, todos los que sirven a Satanás serán destruidos por la Palabra del poder de Dios, pues, ninguno podrá resistirla. Cada uno de los pueblos paganos mencionados representa a los enemigos del Señor, que se levantan contra la Verdad, y que dominarán por un tiempo, pero no prevalecerán sobre los escogidos, porque el Ungido de Jehová, Cristo el Señor, ya ha sido exaltado, y está sentado a la diestra de Dios, desde donde reina hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies.
LAS TENTACIONES Y EL PECADO DE ISRAEL
Ocurrió que, habiendo acampado los israelitas en Sitín, comenzaron a relacionarse con las mujeres moabitas, quienes los indujeron a participar de los sacrificios a sus dioses, lo que provocó la ira del Señor, quien ordenó matar a todos los que se habían corrompido. Mientras todos estaban lamentándose a causa de la a ira de Dios que se derramaba, hubo un varón de la tribu de Simeón que trajo hasta el campamento a Cozbi, hija del Zur príncipe de Madián. Viéndolo Finees, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, tomó una lanza, y los alanceó a ambos, lo que hizo cesar la mortandad de Israel. Los muertos por ese pecado fueron veinticuatro mil. Debido a que Finees hizo aplacar la ira de Jehová contra los hijos de Israel, el Señor hizo pacto de paz con él, otorgándole a él y a su descendencia después de él, el pacto del sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel. (25:1-18)
* Esta corrupción de los hijos de Israel no fue un hecho casual. Más adelante, veremos que fue el adivino Balaam quien aconsejó a Moab usar a sus bellas mujeres para seducir a los israelitas, y así ponerlos contra su Dios. Probablemente, esos eran los pensamientos que ocupaban al adivino mientras iba hacia Moab, montado en su asna, motivo por el cual el ángel se interpuso en su camino. Efectivamente, él no maldijo a Israel, pero sabía cómo hacerlos caer en rebelión contra Jehová.
De esa misma manera, los creyentes estamos expuestos a ser tentados por Satanás, quien conoce nuestras debilidades carnales, sin embargo, Dios siempre dará una salida, y los hijos debemos escoger la salida, lo que nos llevará de triunfo en triunfo en la lucha que tenemos contra nuestra naturaleza pecaminosa, perfeccionando así nuestra santidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario