EL BECERRO DE ORO
Como habían pasado varios días desde que Moisés había subido al monte, y no lo habían vuelto a ver, los israelitas se impacientaron, y pidieron a Aarón que les hiciera un dios para que marchara al frente de ellos. Accediendo a su petición, Aarón les mandó quitarse los aretes de oro de sus orejas, e hizo con ellos un becerro de oro, al cual adoraron y ofrecieron holocaustos, diciendo: “Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”. Al ver la reacción del pueblo, Aarón fabricó un altar delante del becerro, y dijo: "Mañana será fiesta para Jehová". Temprano, al día siguiente, el pueblo se levantó, y ofreció holocaustos y ofrendas de paz; luego se sentaron a comer y a beber, y comenzaron a divertirse. Entonces Jehová dijo a Moisés que descendiera, porque el pueblo que había sacado de Egipto se había corrompido, apartándose del camino que Él les había mandado, y se habían hecho un becerro de oro al que estaban adorando y ofreciendo sacrificios. Al ver la terquedad y rebeldía de Israel, Jehová pensó en destruirlos, y hacer una gran nación a partir de Moisés, pero Moisés intercedió por ellos, pidiéndole que no hiciera tal, pues, daría motivos a los egipcios para burlarse, diciendo que sacó a Israel de Egipto sólo para hacerlos morir. También le recordó la promesa hecha a Abraham, Isaac y Jacob, de que multiplicaría su descendencia en la tierra. Ante la intercesión de Moisés, Jehová desistió de su decisión. (32:1-14)
* Todo lo que se escribió en el Antiguo Testamento ha quedado para conocimiento nuestro, y para que no cometamos los mismos errores en que cayó Israel. Jesús resucitó, y ascendió a la diestra de Dios Padre hace casi dos mil años. Desde entonces, y hasta que Cristo retorne por su iglesia, se predica el evangelio para que los hombres procedan al arrepentimiento, y tengan vida eterna. Sin embargo, a muchos se les ha hecho excesivo este tiempo, y han desistido de perseverar en los caminos de Dios, y, como cerdos recién lavados, han vuelto a revolcarse en la inmundicia del pecado.
Por otra parte, del mismo modo como Aarón les permitió adorar al becerro un día, diciendo que al día siguiente harían fiesta a Jehová, hay muchos que creen en el evangelio, pero no quieren renunciar a los placeres del mundo, y postergan para más adelante entregar sus vidas a Jesucristo. La pregunta es: ¿quién les asegura que tendrán tiempo para arrepentirse de sus pecados cuando les llegue la muerte? El que no entrega su vida al Señor está arriesgando perder la salvación de su alma, y para el que rechaza "solo queda la terrible expectativa del juicio de Dios y el fuego violento que consumirá a sus enemigos" (He 10.27 NTV).
Jesús no se ha olvidado de nosotros, y bueno es recordar que para Dios un día es como mil años. Él no tarda su venida, sino que es paciente con aquellos que aún se resisten al Evangelio, pues, Su deseo es que todos procedan al arrepentimiento y sean salvos. El regreso del señor se cumplirá cuando menos lo esperemos, así que mejor estemos velando, con nuestras lámparas llenas de aceite, a fin de que no seamos sorprendidos durmiendo en la oscuridad.
** Moisés mostró su humildad al interceder ante Jehová por la vida del pueblo rebelde en vez de aceptar su destrucción, aun más si consideramos que Jehová le estaba proponiendo ponerlo a la cabeza de una nación fuerte y más grande que Israel. Otro, en su lugar, quizás hubiera escogido la destrucción de los tercos israelitas a cambio de su exaltación; sin embargo, Moisés no titubeó, sino que se humilló ante el Señor, recurriendo a todo tipo de argumentos con tal de liberar a sus hermanos de la aniquilación. Con esto Jehová comprobó la integridad de su siervo escogido, y accedió a lo que éste le pedía.
Del mismo modo en que Moisés intercedió por Israel ante Jehová, Jesús intercede ahora por sus redimidos. Él es nuestro Sumo Sacerdote eterno, quien se compadece de nuestras debilidades, porque él mismo padeció en un cuerpo mortal, y fue tentado en todo, y, aunque nunca cedió a esas debilidades, las conoce bien, y comprende lo que nos pasa. Él, como un abogado defensor, presenta argumentos a nuestro favor para que la gracia de Dios permanezca sobre nosotros. Además, nos da el aliento para fortalecernos en nuestra debilidad, y guiarnos por el camino correcto.
DESTRUCCIÓN DE LAS TABLAS DEL TESTIMONIO
Moisés descendió del Sinaí, trayendo las tablas del testimonio, obra de Dios, escritas por ambos lados por la propia mano de Jehová. En el camino encontró a Josué, quien, al escuchar gritos en el campamento, pensó que se encontraban en medio de una batalla, pero Moisés le aclaró que se trataba de cánticos. Al ver el becerro y las danzas, Moisés ardió de ira, y arrojó las tablas de la ley, haciéndolas pedazos al pie del monte; luego tomó el becerro, lo echó al fuego, y lo molió hasta hacerlo polvo; en seguida lo esparció sobre el agua, e hizo que los israelitas la bebieran. Dirigiéndose a Aarón, le recriminó haber hecho caer al pueblo en tan grande pecado. Aarón se excusó argumentando que el pueblo, inquieto por la demora de Moisés, pidió dioses que los guiarán, y él no había hecho más que acceder a la demanda de gente con tendencia al mal. Viendo Moisés al pueblo que se había desenfrenado con el permiso de Aarón, para vergüenza entre sus enemigos, dijo: “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo”, y se le unieron todos los levitas. A éstos les dijo lo que Jehová, el Dios de Israel, mandaba: “Cíñase cada uno la espada y recorra todo el campamento de un extremo al otro, y mate a quien se ponga enfrente, sea hermano, amigo o vecino” (Ex 32:27 NTV). Aquel día mataron a uno tres mil hombres. Entonces Moisés dijo a los levitas que, por cuanto habían puesto a Jehová por sobre sus propios hijos y hermanos, ese día el Señor los había bendecidos, consagrándolos a Su servicio. (32:15-29)
* Al romper las primeras tablas de piedra con los mandamientos, Moisés estaba demostrando que se había quebrantado el pacto que Israel hizo con Jehová a los pies del Sinaí. Si Jehová los hubiera destruido, hubiese sido un acto de justicia, pues, ellos desecharon los mandamientos que, poco tiempo antes, se habían comprometido a obedecer, diciendo: "Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho" (Ex 24:3). Como dicen las Escrituras: "el que cumple con toda la Ley, pero falla en un solo punto, ya es culpable de haberla quebrantado toda" (Stg 2:10 NVI), y ellos, a lo menos, habían pecado contra el mandamiento que dice: "No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Ex 20:3).Pero los que salieron de Egipto no fueron los únicos que se rebelaron contra Jehová. La rebeldía de Israel fue una constante, y lo sigue siendo aun hasta el día de hoy, en que, ignorando las Escrituras, continúan rechazando al Mesías enviado por Jehová. Como dice la profecía: "La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo" (Sal 118:22). Esto ocurre, porque, creyéndose más sabios que Dios, agregaron a la Palabra de Dios tanta palabrería inútil para "perfeccionarla", que ahogaron la Verdad, entonces, cuando la promesa de Dios se estaba cumpliendo, no lograron discernir los tiempos, ni reconocer al Ungido de YHWH. Jesús dijo que ellos enseñaban como doctrina mandamientos de hombres; y hasta ahora lo siguen haciendo.
** Las tablas de piedra aluden, de cierto modo, al duro corazón de Israel. Más adelante, veremos que Dios promete quitar el corazón de piedra de Israel, para darle un corazón de carne, y señala que en el nuevo pacto escribirá su ley en la mente y en el corazón de los de su pueblo. El Apóstol Pablo señala el cumplimiento de esta profecía, cuando dice, en 2Co 3:3, que los cristianos somos "carta de Cristo (...) escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón".La buena noticia es que la rebelión de los judíos no impide que Jehová, fiel a su Palabra, siga con el proceso maravilloso de conducir a Israel, (que no es lo mismo que la nación de Israel), el pueblo santo redimido con la sangre de Jesús el Mesías, a la tierra que prometió dar en herencia a la descendencia de Abraham, el padre de la fe. Allí estará la nueva Jerusalén, que se está edificando con piedras vivas, para ser presentada cuando haya una tierra nueva, bajo un cielo nuevo, donde morará la justicia; la ciudad santa donde "ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor" (Ap 21:4), porque las primeras cosas habrán pasado.*** El Señor ordena ceñirse la espada y matar a todo el que se oponía. En la Biblia, muchas veces, la espada se usa para simbolizar la Verdad, la Palabra de Dios. En He 4:12, dice el autor: "la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos". En las Escrituras, a veces aparece la expresión "matar" para referirse a predicar la Palabra, porque el que la recibe con un corazón manso, experimenta una gran transformación en su interior: muere el viejo hombre terrenal, esclavo del pecado, y renace el nuevo hombre con vida espiritual. Cuando Pedro fue enviado a bautizar a los gentiles, tuvo una visión en que el Señor le mostró toda clase de cuadrúpedos, y le dijo: “Pedro, mata y come”, pero Pedro respondió que nunca había comido nada impuro; y el Señor le dijo: "Lo que Dios limpió, no lo llames tú común". Más tarde, Pedro entendió que el Señor le estaba diciendo que había llegado la hora de anunciar el evangelio a personas que antes eran declaradas inmundas: los gentiles (es decir, no judíos), quienes, igual que los judíos, también comenzaban a ser llamados para heredar la promesa hecha a Abraham, Isaac y Jacob.*** Los levitas fueron bendecidos con el sacerdocio, porque escogieron obedecer a Dios, incluso por sobre las vidas de sus propios hijos y hermanos (v 26-29). Un verdadero cristiano pone a Dios en primer lugar. Jesús dijo: "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo" (Lc 14:25-27). Esto no quiere decir que debemos abandonar o rechazar a nuestras familias; significa que ninguno de ellos debe tomar un lugar más importante que Dios en nuestros corazones. Amar a cualquier ser humano, o incluso nuestra propia vida, más que a Dios es idolatría. Si nuestros parientes o cercanos se oponen a nuestra devoción cristiana, debemos tener presente que "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5:29). Si se trata de conflictos entre cónyuges, hay enseñanzas en las Escrituras que enseñan cómo lidiar con estas situaciones.
LA INTERCESIÓN DE MOISÉS
Al día siguiente, Moisés volvió al monte con la intención de interceder por Israel ante Jehová. Reconoció la gravedad del pecado de su pueblo, y rogó a Dios que lo perdonara, y si no, dijo Moisés: "ráeme ahora de tu libro que has escrito". El Señor le respondió: “Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro”, y le ordenó llevar al pueblo al lugar que le había señalado, y que Su ángel lo guiaría hasta allá. En cuanto al pecado de Israel, dijo que no quedaría sin castigo. Y el Señor hirió al pueblo por haber rendido culto al becerro que hizo Aarón. (32:30-35)
LA INTERCESIÓN DE MOISÉS
* Jesús dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Jn 13:35). Aquí vemos a Moisés demostrando el gran amor que sentía por sus hermanos israelitas, incluso poniendo a disposición su propia salvación ante Jehová; porque ser borrado del Libro de la vida es lo mismo que seguir estando condenado al lado de fuego, donde irán a parar Satanás, y todos los que le sirven (es decir, los que no son de fe). El Apóstol Pablo también manifestó en una ocasión que desearía él mismo ser anatema, separado de Cristo, con tal de que sus hermanos judíos se volvieran al Señor, y lo confesaran como su Mesías y Salvador. "Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos" (Jn 15:13), dijo el Señor.
CAMINO A LA TIERRA PROMETIDA
Jehová ordenó a Moisés que iniciaran el viaje hacia la tierra que prometió dar a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Le dijo que enviaría un ángel delante de él, y que desalojaría las naciones que habitaban el lugar, pero que Él no iría en medio de ellos, porque, viendo que se trataba de un pueblo terco, podría destruirlos en el camino. Cuando los hijos de Israel oyeron estas palabras, hicieron duelo, y se quitaron sus atavíos. Jehová les ordenó no ponerse sus ropajes finos, mientras decidía qué hacer con ellos. Así que, desde su partida de Horeb, los israelitas dejaron de usar sus adornos. (33:1-6)
* Jehová accedió a la petición de Moisés de no destruir al pueblo, pero cuando los israelitas conocieron la decisión del Señor de no ir en medio de ellos, por causa de su rebeldía, la angustia les embargó, y manifestaron arrepentimiento y dolor despojándose de sus ropajes finos. Pero el Señor no puede ser engañado, y conoce los corazones; el tiempo estaba por revelar si ese arrepentimiento había sido verdadero.
LA PRESENCIA DE DIOS EN EL TABERNÁCULO
Moisés levantó una tienda fuera del campamento, bastante lejos de éste, y la llamó “el Tabernáculo de Reunión”. Cada vez que alguien deseaba consultar al Señor, se dirigía allí. Cuando Moisés iba, una columna de nube descendía y tapaba la entrada mientras el Señor hablaba con él. Cuando el pueblo veía la columna de nube en la puerta, adoraba desde la puerta de su tienda. Y Jehová hablaba a Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo. Cuando Moisés volvía al campamento, el joven Josué, hijo de Nun, su asistente, se quedaba allí, y nunca se apartaba del tabernáculo. (33:7-11).
* Josué en hebreo es Yahoshua, que significa "YHWH es salvación". Es el mismo nombre en hebreo de Jesús, el cual contraído, es "Yeshua", que al español fue traducido como Jesús, para el Hijo de Dios.
Para los hebreos, los nombres no son simplemente una forma de identificar a una persona, sino que tienen una connotación de tipo espiritual; el nombre está ligado al alma de la persona y a su vida. Por eso vemos que, por ejemplo, Saulo de Tarso, después de su conversión a Jesús, pasó a llamarse Pablo, que significa "pequeño", porque él se consideraba a sí mismo el más insignificante de los apóstoles, ya que su ministerio lo recibió por la pura misericordia del Señor, quien lo escogió como siervo, para anunciar el evangelio a los gentiles, a pesar de su pasado como perseguidor de la iglesia, de lo cual el apóstol siempre se arrepintió con gran dolor.
Josué es un tipo de Jesús. Su nombre era Oseas, hijo de Nun, y Moisés se lo cambió a Josué, seguramente, anticipando que su fiel asistente sería quien introduciría a Israel a la tierra prometida, y no él.
LA GLORIA DE DIOS REVELADA
* Jehová dio cumplimiento a esta promesa no sólo cuando apareció ante Moisés para revelarle Su gloria, lo que veremos en los siguientes versículos que estudiaremos, sino cuando su Palabra se hizo carne, y vino en la persona del Unigénito Hijo de Dios.
Es interesante ver que, en esa oportunidad sólo Moisés pudo presenciar la gloria de Dios, sin embargo, Él no pudo ver su rostro, sino sólo sus espaldas; mas cuando vino el Hijo de Dios, todos los que tuvieron el privilegio de compartir con Él pudieron ver la gloria de Jehová en Jesucristo, lleno de gracia y de Verdad, porque, aunque Cristo se había despojado de su divinidad, y tomó forma humana para poder salvarnos, Él seguía reflejando la imagen del Dios invisible, pues, Jesús ha sido el único ser humano, después de la caída de Adán, que verdaderamente era imagen y semejanza de Dios.
Luego de su glorificación, Jesucristo envió su Espíritu a morar en los creyentes, y ahora con Su ayuda podemos ver "a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, (y) somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2Co 3:18). La pregunta es ¿cómo podemos ver la gloria del Señor? La respuesta es que, su Palabra nos da a conocer la Gloria del Señor, "porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2Co 4:6).
En la medida que contemplamos, en su Palabra, la hermosura de nuestro Señor, vamos siendo transformados en su misma imagen. Es lo que se conoce como santificación progresiva, porque nuestra transformación es resultado de la obra que el Espíritu Santo hace en nosotros, valiéndose de la Palabra de Dios, que nos enseña, redarguye, corrige e instruye, para que hagamos las obras que agradan a nuestro Señor. Por esto, es responsabilidad de cada creyente, que anhela servir a su Señor, leer diariamente las Escrituras, para no ser engañado por las palabrerías y doctrinas falsas que el mundo inventa en su afán por tener un poco de paz, la que nunca alcanzarán fuera de Cristo.
** Así como Jehová escondió a Moisés en la hendidura de una peña (v22), la Escritura dice que ahora nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, y cuándo Cristo se manifieste en gloria, también lo haremos nosotros con Él. El Apóstol Pablo dijo en la carta a los Romanos que: "a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó" (Ro 8:30), sin embargo, aunque sabemos que fuimos justificados por la fe, aún no vemos gloria en nosotros. La buena noticia es que, en la eternidad, ese milagro es un hecho, pero, en tanto esta vida temporal continúe, nuestra gloria está escondida con Cristo. Al respecto, dice el Apóstol Juan "aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él (Cristo) se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1Jn 3:2). Por tanto, lo que resta de nuestra vida en la carne, la vivimos para Jesucristo, pues, "todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro" (1Jn 3:3).
NUEVAS TABLAS PARA LA LEY DE DIOS
* Hasta ahora, Moisés sólo conocía el Nombre eterno de Dios: YO SOY, Nombre que Israel escribía con cuatro consonantes: YHWH o YHVH (el tetragrámaton) que, traducido al español, quedó como Yavé o Jehová luego que al tetragrámaton se le agregaron vocales. Además, había sido testigo de cuán poderoso es el Señor, quien mostró toda su fuerza cuando los sacó de Egipto; y de su fidelidad, al permanecer leal al pacto hecho con los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, de conducirlos a la tierra prometida; pero Moisés necesitaba saber qué pretendía Jehová con este pueblo que estaba redimiendo por su mano.
Jehová anunció que iba a hacer maravillas que nunca fueron hechas en toda la tierra; que iba a hacer algo tremendo con el pueblo de Israel (v.10). No hay mayor bendición para cualquier pueblo de la tierra que ser la nación escogida por el Eterno, para mostrar al mundo que no hay otro Dios como Jehová. De Israel es "la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas" (Ro 9:4); de Israel son los patriarcas, de los cuales, según la carne, procede el Mesías Redentor, en quien todas las naciones, no sólo Israel, serían bendecidas, como prometió Jehová a Abraham.
Al proclamar Su Nombre, Jehová reveló quién Él era, y Su Voluntad para sus criaturas, porque todos los hombres habían vivido en franca rebelión contra su Creador después del pecado de Adán, pero Israel sería el primero en experimentar la Gracia del Señor. Luego las naciones, al oír del Dios de Israel, también querrían tener el privilegio de estar bajo su cobertura, y comenzarían a buscarlo y a preguntar por Él.
** Dijo el Señor que Él guarda misericordia a millares, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado (v.7). Esos millares son los escogidos de todo el mundo. La misericordia de Jehová se muestra en que, siendo nosotros pecadores, en vez de destruirnos, que lo merecíamos, se compadeció, trazando un plan para rescatarnos. Él no tenía que hacerlo, pero lo hizo. El Hijo Unigénito tampoco tenía obligación de venir para ofrecerse como sacrificio por nosotros, pero tomó nuestro lugar en la cruz, porque el Hijo es de la misma sustancia que el Padre: Dios es amor, y no puede negarse a sí mismo.
Sin embargo, Dios también es justo, y su justicia tiene que cumplirse. Por tanto, como Él mismo dijo: no tendrá por inocente al malvado.
El profeta Isaías, atormentado de ver la decadencia de Israel por causa del pecado, oró a Jehová, diciendo: "¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes..." (Is 64:1).
Jehová cumplió el compromiso con Israel, y respondió a la oración del profeta Isaías enviando al Mesías, quien salió de Jehová. Porque Jesús salió de Dios. Él es de la misma sustancia que Jehová, por eso decimos que Jehová vino en la persona del Hijo Unigénito de Dios. Jesús no fue creado; si bien Él fue formado en el vientre de María como un ser humano, su existencia no partió con su concepción, sino que viene de la eternidad, lo que podemos corroborar con las mismas Escritura que dicen que, Jesús, siendo igual a Dios, se hizo hombre para poder morir por nosotros, (pues, en su naturaleza divina no podía morir). Así se cumple la profecía de Isaías, citada por el Apóstol Pablo, que dice: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1Co 2:9), las que fueron reveladas a los apóstoles por el Espíritu, para que las anunciaran a las generaciones venideras una vez que todo fue consumado.
Anunciar el evangelio mil veces no es suficiente, por eso, cada vez que podemos, lo reiteramos: como el pecado se paga con la muerte, todos estábamos condenados a morir lo que la Biblia llama la segunda muerte; pero, para que no tuviéramos que morir esa muerte horrenda, Jesús, el único ser humano nacido sin pecado, porque no fue engendrado de simiente de hombre, se ofreció a pagar en nuestro lugar, muriendo por nosotros en la cruz. A diferencia del cordero pascual, la sangre que Jesús derramó en la cruz tiene el poder de lavar todos nuestros pecados de una vez y para siempre. Siendo así, la condición del que cree y se arrepiente pasa de ser "culpable" a "libre de pecado", lo que legalmente se conoce como "justificado", o "declarado inocente". Ya no hay ninguna condenación contra nosotros, los que creemos que Jesucristo pagó nuestra deuda con Dios. Ahora somos salvos; hemos vuelto a nacer.
*** La ley dada a Israel castigaba el pecado de los padres sobre los hijos y los nietos, hasta la tercera y cuarta generación, mas en Ezequiel 18, el Señor prometió cambiar aquello, diciendo que: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.” También dice que, si el que era justo, se volviere de los caminos de Dios, será condenado; y, al revés, si el impío se arrepiente de sus pecados, vivirá.
PROHIBICIÓN DE HACER PACTOS CON LOS PUEBLOS PAGANOS
* Como miembros del Cuerpo de Cristo, tenemos por deber nuestra santificación, es decir, mantenernos limpios de toda contaminación carnal y espiritual, no participando de las obras que el mundo hace, que van contra la ley de Dios. Porque no todo lo que el mundo considera bueno es bueno, ni todo lo que el mundo rechaza es malo; por tanto, nosotros, procurando crecer en el conocimiento de Dios, del Hijo y de las cosas celestiales, y no resistiendo al Espíritu Santo con que fuimos sellados, cumplamos la Voluntad del Señor, de ser transformados en nuestro entendimiento, de modo que el carácter de Jesucristo sea formando en nosotros.
Por lo demás, no debemos olvidar que, desde que fuimos rescatados por la fe en la sangre de Jesucristo, estamos unidos al Señor por un mismo espíritu; ya no tenemos derecho sobre nuestros cuerpos, sino la obligación de preservarlo puro, incontaminado, para ser usado como instrumento santo para la obra del Reino de los cielos, porque para eso seguimos en el mundo; no para satisfacer los deseos de la carne, sino para llevar el mensaje del evangelio a quienes aún viven en la oscuridad.
** Así como Jehová prohíbe dar sus hijas en casamiento a los pueblos paganos, o unirse a mujeres paganas, los cristianos debemos unirnos en matrimonio sólo con creyentes. No obstante, si el creyente fue regenerado estando casado, y su cónyuge rechaza el evangelio, hay recomendación de Pablo al respecto. Dice el apóstol que no es necesario separarse del cónyuge incrédulo, pues, éste es santificado por la unión en matrimonio con el creyente. Pero si el cónyuge incrédulo decide separarse, el creyente no debe sentir culpa, pues, el mandamiento nos manda a vivir en paz. Por otro lado, si el cónyuge incrédulo decide permanecer unido en matrimonio, existe la probabilidad de que éste sea persuadido de seguir a Cristo, al ver la transformación que el nuevo nacimiento ha producido en su cónyuge.
FIESTAS ANUALES
* El Apóstol Pablo dijo: "nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad" (1Co 5:7-8). Entendemos entonces que, lo que estamos viviendo en el tiempo que transcurre entre la crucifixión y la segunda venida de Jesucristo, equivale a la fiesta de los panes sin levadura; pues, el Señor nos rescató de la esclavitud del pecado (lo que corresponde al tiempo de esclavitud de Israel en Egipto), y nos trasladó a lugar seguro por el bautismo en su sangre (lo que equivale a la travesía por el mar rojo), para conducirnos, a través del desierto, hasta la tierra prometida, que es la herencia de los santos. Pero la libertad que tenemos en Cristo no debe usarse como libertinaje, por el contrario, debemos cuidarnos de no caer en los pecados en que incurrieron aquellos que fueron rescatados de Egipto, porque, si no perseveramos, como la mayoría de ellos, no lograremos atravesar el Jordán para heredar las promesas.
Al respecto, es necesario aclarar que la salvación no se pierde, pero también hay que decir que, lamentablemente, no todos los que están en la iglesia son salvos, sino sólo los que, habiéndose arrepentido de su rebelión, han sido sellados por el Espíritu Santo, que es la garantía de nuestra salvación. Porque creer en Dios y en Jesucristo, sin que se evidencien cambios en el comportamiento, puede significar que la fe que alguien dice tener sea estéril. El apóstol Santiago fue muy enfático al decir: "la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma" (...) "yo te mostraré mi fe por mis obras" (...) "Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan" (Stg 2:17. 18, 19). En otras palabras, la fe que salva se evidencia por sus frutos.
En la misma carta a los corintios citada más arriba, Pablo, preocupado por la idolatría y las malas costumbres que seguían enraizadas en los miembros de esa iglesia, los amonesta recordándoles los pecados en que incurrieron los hebreos luego de ser sacados de Egipto; y dice el apóstol que "estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos" (1Co 10:11)
Por tanto, ya que estamos celebrando la fiesta de los panes sin levadura, hagámoslo según su verdadero significado; es decir, limpiémonos de la contaminación de la carne y espíritu, y apartémonos de las cosas mundanas, pues, ya no somos del mundo como para que sigamos viviendo como los del mundo. Procuremos, como hijos de luz, que nuestra luz resplandezca en medio de las tinieblas, de manera que otros también sean iluminados por el evangelio de la salvación, y también puedan participar de la fiesta.
** El asno era el único animal que podía ser redimido con otro animal: un cordero (v19-20). El asno es un animal que se utiliza para trasladar cargas de gran peso; es un símbolo, una analogía utilizada para describir al hombre que carga en sus hombros cúmulos de pecado. Si vamos a las Escrituras, y las interpretamos correctamente, Israel es simbolizado por la asna, animal de carga, madre del pollino sobre el cual Jesús montó para entrar al templo, queriendo mostrar el Espíritu con esto que Jesucristo es el único camino que lleva al Reino de Dios. Desde el Génesis, y no sólo en el libro de Zacarías que todos citan, vemos la alusión a este evento. Dijo Jacob, profetizando a Judá sobre su descendiente Jesús el Mesías: "Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto" (Gn 49:11), siendo el pollino la congregación de los santificados en la sangre de Jesús, el Cordero de Dios. Dicho de otra manera: el Cordero libró de la muerte al hijo de la asna, y ahora lo conduce, como su Pastor, a fuentes de agua de vida.
Hay que ser claros: la iglesia, que es la congregación de los santos, no nace de forma fortuita como si fuera el plan "b" de Dios; tiene su origen en los hijos de Israel, escogidos en el principio para mostrar al mundo quién es Jehová su Dios, pero es en la iglesia donde, en definitiva, Dios cumple todas las promesas que hablan de la salvación de Israel, porque "no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos" (...) "no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes" (Ro 9:6, 8), "los que son de fe, estos son hijos de Abraham" (...) "previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham" (Ga 3:7, 8-9).
Jesús, el primogénito de la creación, el más excelso de los reyes de la tierra, terrenalmente hablando tiene origen judío; y por cuanto se mantuvo fiel al Dios Altísimo hasta la muerte, Jehová lo exaltó a lo sumo, declarándolo Señor y Cristo, y lo puso como cabeza de la iglesia, pues, en Él Dios cumple la promesa hecha a Abraham de que, en su simiente - Cristo - serían benditas todas las naciones. Porque la iglesia no sólo congrega judíos (a quienes se anunció el evangelio, primeramente), sino gente de todo linaje, lengua, pueblo y nación que, habiendo sido redimidos por la sangre de Jesucristo, recibieron el Espíritu Santo, para llegar a ser una nación de reyes y sacerdotes que, guiados por el Espíritu, ahora sirven al Dios Altísimo. Ése es el verdadero Israel de las promesas.
"Así dijo Jehová:
A los eunucos que guarden mis días de reposo, y escojan lo que yo quiero, y abracen mi pacto, yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá. Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos. Dice Jehová el Señor, el que reúne a los dispersos de Israel: Aún juntaré sobre él a sus congregados" (Is 56:4-8)
La iglesia es llamada la nueva Jerusalén en las Escrituras; la ciudad santa de Jehová, donde se da cumplimiento, entre otras, a las profecías que dicen:
"Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová" (Is 54:1);
"Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios" (Ez 36:26-28);
"Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento" (...) "Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las naciones, y conducidos a ti sus reyes" (...) "Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de Jehová, Sion del Santo de Israel" (...) "Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza" (...) "No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque Jehová te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados. Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis manos, para glorificarme" (Is 60:1-3, 11, 14, 18, 20-21).
*** En ese mismo sentido, no cocer al cabrito en la leche de la madre (v 26) significa que la iglesia no debe admitir las tendencias judaizantes que la amenazan, porque la iglesia no está bajo la ley mosaica, sino bajo la ley del Espíritu, cuyo mediador es el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo.
LA GLORIA DE DIOS EN EL ROSTRO DE MOISÉS
Jehová mandó a Moisés escribir en las tablas las palabras del Pacto entre Dios e Israel. Cuarenta días y cuarenta noches permaneció Moisés en el monte, sin comer pan, ni beber agua. Cuando descendió del Sinaí con las tablas de la ley, su rostro resplandecía, lo que provocó el temor de los israelitas, que no se atrevían a acercarse a él. Moisés los llamó, y les mandó cumplir todo lo que Jehová le había dicho en el monte. Cuando terminó de hablar, se cubrió el rostro con un velo. Cada vez que se presentaba ante Jehová, quitaba el velo de su rostro, y cuando volvía al pueblo para mandar lo que Dios ordenaba, se lo volvía a cubrir. (34:27-35).
* Ese resplandor en el rostro de Moisés indicaba cuán glorioso era ese pacto escrito en piedras, a pesar de que su transgresión significaba una condena a muerte. El Apóstol Pablo dice que, si la gloria del antiguo pacto que los condenaba a muerte (porque los confrontaba con su pecado) fue tal que el rostro de Moisés resplandecía, cuánto más glorioso ha de ser el nuevo pacto del Espíritu, que justifica, y conduce a la vida eterna, y no se desvance, como la gloria del antiguo pacto, sino que permanece.
Los del nuevo pacto no ponemos un velo en nuestro rostro. A nosotros nos corresponde ir por el mundo a cara descubierta, para que el mundo vea la transformación que Jesucristo está produciendo en nosotros, de modo que, a los que oyen y ven, también les resplandezca en el corazón el evangelio de la gloria de Cristo. No andamos por vista, sino por fe, y nuestra esperanza está puesta en la vida eterna que el glorioso evangelio de Cristo trae, el cual sólo está oculto para los incrédulos, quienes han sido cegados por Satanás para que no vean la gloria de Dios que resplandece en el rostro de nuestro Señor.
Lamentablemente, el pueblo judío aún lee a Moisés con un velo en sus ojos, dice Pablo, pero ese velo les es quitado cuando reconocen a Jesucristo como el Ungido de Dios. Dicen las Escrituras: "Pues Dios, quien dijo: «Que haya luz en la oscuridad», hizo que esta luz brille en nuestro corazón para que podamos conocer la gloria de Dios que se ve en el rostro de Jesucristo. (2Co 4:6 NTV - énfasis añadido).
EL PUEBLO ES LLAMADO A INICIAR LAS OBRAS DEL SANTUARIO
* Para la edificación de la iglesia se requiere la colaboración de cada uno de sus miembros. Nuestras ofrendas, a diferencia de las cosas materiales requeridas para el tabernáculo, consisten en poner a disposición de la congregación, los dones que nos fueron repartidos al momento de ser llamados. No todos tenemos el mismo don, pero cada don es necesario para la edificación de una iglesia sana. El que no comparte el don recibido, es como ese siervo al cual su amo, que se iba de viaje, le encomendó algunas monedas, y éste, en vez de invertirlas para ganar intereses, las guardó por miedo a perderlas, y cuando el amo regresó, lo castigó por no haber hecho crecer ese dinero.
Debemos preguntarnos, entonces, ¿qué estamos haciendo con los dones y talentos que Dios nos dio?
COMIENZAN LAS OBRAS
Vinieron, pues, Bezaleel y Aholiab, junto a todos aquellos que recibieron sabiduría para las obras a realizar, y tomaron de las ofrendas traídas por el pueblo, y comenzaron a trabajar en ellas. Mientras tanto, seguían llegando ofrendas diariamente, hasta que todos los artesanos debieron pedir a Moisés que dijera al pueblo que ya no ofrendaran más, porque se había reunido más de lo que necesitaban. Así, bajo la guía de Bezaleel, se iniciaron las obras de construcción, las cuales fueron hechas conforme a las instrucciones que Jehová dio a Moisés: confeccionaron las cortinas de lino del tabernáculo, según las medidas y colores especificados, con querubines bordados, y presillas y broches para unir unas con otras, de modo que formaran una sola pieza. Además, hicieron las cortinas de pelo de cabra, carnero y tejones, que servirían de cubierta para el tabernáculo. Para construir la estructura que daría forma al tabernáculo, prepararon los soportes de madera de acacia bañados en oro, las estacas, sus bases de plata, los travesaños, y las argollas de oro en los postes que sostendrían los travesaños. Por último, confeccionaron, con finísimos detalles, el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, así como el velo de la entrada al tabernáculo, siguiendo las especificaciones que Jehová dio a Moisés. (36:1-38)
* De esta forma, Jehová estaba anunciando que la obra para la edificación de la casa de Dios en la tierra quedaría en manos de su Ungido, con la asistencia del pueblo escogido, (Bezaleel significa "bajo la sombra el cobijo de Dios"; y Aholiab, "la tienda del padre").
Jesús vino para preparar los cimientos del templo donde Jehová iba a hacer su morada en la tierra. Su ofrenda en la cruz daría inicio a la construcción del edificio, porque Jesucristo es la piedra principal sobre la cual se levanta el templo santo de Dios. Jesús mismo constituyó como fundamento de éste a los apóstoles y profetas, sobre cuyas doctrinas nosotros, las piedras vivas que el Señor usa para la edificación, vamos creciendo coordinadamente, unidos a Cristo, que es la cabeza que mantiene unido al cuerpo, el que se nutre, crece y perfecciona día a día, hasta que lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento de Dios, y alcancemos plenamente la estatura de Cristo.
Antes de ascender a la diestra del Dios Altísimo, Jesucristo encargó a la iglesia continuar su ministerio de llevar al mundo la palabra de reconciliación. "Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios" (2Co 5:19-20).
Bezaleel también estuvo a cargo de la fabricación de todo el mobiliario del tabernáculo, siguiendo cuidadosamente las especificaciones dadas por Jehová: el Arca de madera de acacia, recubierta de oro, con su propiciatorio, los querubines, sus varas y argollas para trasladarlo; la mesa de madera recubierta de oro, sus utensilios, platos, tazones y cubiertos, así como sus argollas y varas para poder trasladarla; el candelabro de oro puro, labrado a martillo, con sus siete lamparillas, y todos los detalles que dio el Señor; el altar de incienso de madera recubierta de oro, con sus cuernos, argollas y varas, así como el aceite santo de la unción, y el incienso puro aromático. También tuvo bajo su responsabilidad la construcción del altar de holocaustos, hecho de madera recubierta de bronce, con sus utensilios de bronce, sus cuernos, las argollas y varas para transportarlo, y la confección de la fuente de bronce con su base. Bezaleel también diseñó el atrio con sus cortinas de lino, columnas, bases de bronce, capiteles y molduras de plata, todo conforme a las instrucciones dadas por Jehová a Moisés. (37:1-29; 38:1-20)
* Las Escrituras dicen que Bezaleel hizo las obras, sin embargo, debemos entender, según lo señalado en los versículos 30-35, que este artesano, dotado de la sabiduría dada por Dios, estuvo a cargo de hacer los diseños, de trabajar, y de enseñar al pueblo cómo hacer las obras, supervisando que las obras se hicieran dando cumplimiento a las especificaciones (materiales, medidas, colores, etc) dados por Jehová a Moisés.
INFORME SOBRE EL USO DE MATERIALES
* Una iglesia sana no debería tener pretexto para no hacer pública la contabilidad sobre la recaudación que recibe por concepto de ofrendas, y cómo la invierte. Aquí hay ejemplo al respecto, y si está escrito, es porque es necesario.
El tema del dinero es delicado, y mientras mayor transparencia haya, menor es la tentación, y las confianzas crecen. Dice la Palabra: "Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores." (1Ti 6:10).
CONFECCIÓN DE VESTIDURAS SACERDOTALES
FIN DE LAS OBRAS
* Hoy es tiempo en que la Casa de Dios en la tierra se está edificando, y seguirá edificándose hasta que entren todos los gentiles a quienes se les concedió arrepentimiento para salvación; cumpliéndose así la promesa de que todo Israel, es decir, el Israel de las promesas, será salvo. Porque Dios no ha desechado a los hijos de Israel, pero usó su transgresión para que la salvación también alcanzara a los gentiles, como estaba escrito.
Todo se ha ido cumpliendo en los perfectos tiempos de Dios: primero, el evangelio de la salvación en Jesucristo se anunció a los hijos de Israel, y después de haber constatado que ya no había judíos con un corazón receptivo a las buenas nuevas, las puertas fueron abiertas a los gentiles para que pudieran entrar al Reino de los cielos, pero no en forma exclusiva, como algunos creen, sino juntamente con el remanente de los hijos de Israel que Jehová apartó para sí; porque el endurecimiento del pueblo judío fue sólo parcial, es decir, no todos fueron cegados a la Verdad, pues, como está escrito, tanto judíos como gentiles quedaron encerrados bajo pecado, para que la promesa de que, en la simiente de Abraham, que es Jesucristo, serían benditas todas las naciones, alcanzara a todos los creyentes sin excepción.
SE ERIGE EL TABERNÁCULO
Entonces, el Señor instruyó a Moisés para que, el primer día del mes primero [el primer día del mes de abib del calendario hebreo cae entre marzo y abril del calendario actual], hiciera levantar el tabernáculo, y pusiera en su interior el Arca del Testimonio, y la ocultara tras el velo. Luego, debía mandar poner la mesa en su lugar, y disponer los utensilios sobre ella. Además, debían traer el candelero, y encender sus lámparas, y poner el altar de incienso delante del velo que cubría el arca. También, debían instalar la cortina que serviría de entrada del tabernáculo. Después debían colocar el altar del holocausto delante de la entrada del tabernáculo de reunión, y ubicar la fuente entre el tabernáculo de reunión y el altar, y poner agua en ella. Finalmente, debía instalarse el atrio alrededor de tabernáculo, y la cortina que serviría de entrada al atrio. Hecho lo anterior, Moisés debía tomar el aceite de la unción y ungir el tabernáculo y todo lo que estaba en él, y consagrarlo para que fuera santo. También debía santificar el altar del holocausto, sus utensilios y la fuente con su base. (40:1-11)
* Como hemos podido ir aprendiendo a través de este estudio, el tabernáculo, que era una tienda, (y, posteriormente, el templo construido con materiales más resistentes), su disposición, los elementos que se usaban dentro y fuera de él, los materiales de que estaban hechos, los colores, etc., más los ritos de adoración: sacerdocio, sacrificios, sangre, alimentos puros e impuros, etc., tenían por finalidad mostrar a Israel, de una manera bastante rudimentaria, lo que iba a ser su redención, de manos de su Mesías, para heredar la vida eterna.
El escritor del libro de Hebreos dice que todas esas cosas, así como el arca del pacto, símbolo de la presencia de Dios, que iba oculta tras el velo en el llamado Lugar Santísimo del tabernáculo, al cual sólo podía entrar el Sumo Sacerdote una vez al año, permanecerían así hasta que se cumpliera el tiempo señalado en que el Ungido de Dios se manifestara, y abriera el camino que permite entrar al Lugar Santísimo verdadero, que es el cielo, lo que se cumplió con la muerte sacrificial y resurrección de Jesús el Hijo de Dios.
PREPARACIÓN DE LOS SACERDOTES
* Ez 36:25, dice: "Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré". Jesús dijo: "El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él..." (Jn 7:38,39). El agua viva es el Espíritu Santo, el cual es dado por Jehová a los que creen en su Su Hijo Jesucristo. El creer viene por oír la Palabra de Dios (Ver Ro 10:17 y más), por tanto, es necesario seguir predicando el evangelio, para que muchos más sean lavados por la Palabra, y puedan ser revestidos de Cristo, lo que en el antiguo pacto era simbolizado por las vestiduras sagradas, que hablaban de la transformación que la regeneración iba a producir en el hombre una vez que el Mesías cumpliera con su ministerio terrenal. Esa transformación la produce la presencia del Espíritu Santo en el creyente, el que se vale del conocimiento que el nuevo hijo de Dios tenga de las Escrituras, por lo cual, a cada creyente le cabe la responsabilidad de alimentarse diariamente de la lectura de la Palabra de Dios; de lo contrario, permanecerá siendo un cristiano niño, inmaduro, débil, con tendencia a la superstición religiosa, controlado muchas veces por la carne y emociones desbordadas.
* Mientras se edifica la casa de Jehová en la tierra, Dios Padre sigue llamando por medio de Jesucristo a todos al arrepentimiento, y a reconocer que Jesús es el Señor. Cada vez que alguien confiesa el señorío de Jesucristo para su vida, se constituye en una piedra viva del edificio de Dios, que aporta belleza a la obra que se levanta sobre "el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Ef 2:20-21).
* Sabemos, por las Escrituras, que Jehová se propuso reunir en Jesucristo todas las cosas, las que están en el cielo, como las que están en la tierra. En este sentido, también sabemos que Jesucristo está reinando, y lo seguirá haciendo hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies, y el último enemigo que será destruido es la muerte, lo que se demostrará cuando todos los que hayan muerto, resuciten; unos para vida eterna, otros para condenación eterna; porque todos resucitaremos, pero los que somos de Cristo, lo haremos para reunirnos con nuestros Señor cuando Él venga en la nube; y, si aún no hemos muerto, también nos elevaremos, mientras nuestros cuerpos van siendo transformados en cuerpos incorruptibles para vida eterna. Después, se comenzarán a derramar las copas la ira sobre los que no se hallen en el Libro de la Vida.
Una vez que Jesús haya suprimido todo dominio, autoridad y potencia, entregará el reino al Dios y Padre, sujetándose Él mismo a Dios, de manera que Dios sea todo en todos. Entonces será el fin de la vida como la conocemos, y el comienzo de la vida perfecta en la tierra nueva, bajo un cielo nuevo donde morará la justicia.
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