EL SANTUARIO DE JEHOVÁ EN LA TIERRA
* Dios ama al dador alegre. La ofrenda para el Santuario, que iba a ser el lugar de habitación de Jehová en medio de su pueblo, era voluntaria. Dios no obliga a su pueblo, sino que habla a su corazón, el cual responderá según lo que hay en él. Un corazón endurecido, que no ha sido regenerado, tendrá serias dificultades para desprenderse de tesoros terrenales, pero un corazón que ha sido tocado por la Palabra de Dios, y se ha rendido a los pies del Señor Jesucristo, sentirá la necesidad de hacer lo que Él manda.
Como hijos de Dios, no sólo tenemos la necesidad y el deseo de ofrendar de los recursos que Dios nos ha provisto para colaborar con la obra de la iglesia, sino también, cada día, nos ofrendamos a nosotros mismos en obras, sacrificios y renuncias por amor al Señor.
** Cuando el Mesías se ofrendó como sacrificio de paz por la humanidad, comenzó a levantarse el verdadero Santuario de Dios, que es la congregación de los santos apartados para servir al Señor, a la cual Jesucristo llamó Su iglesia. Este templo está siendo edificado con personas de todas las naciones, judíos incluidos, simbolizadas por todos esos materiales valiosos que Jehová pidió de los hijos de Israel. El Apóstol Pedro llama "piedras vivas" a los que han oído el llamado, y se ofrecen, voluntariamente, en la hermosura de la santidad, para servir en el Reino; los mismos a los cuales Dios adopta como hijos por gracia y misericordia, por la fe en Aquél que Él envió para redimirnos con su sangre en la cruz.
Pero no sólo la iglesia como cuerpo es habitación de Dios, sino que también, cada creyente, de forma individual, está siendo edificado como morada del Espíritu Santo de Dios. Nuestras ofrendas de amor son el fruto que el Espíritu produce en nosotros, para que las traigamos a los pies del Señor, demostrando con ellas la transformación que el conocimiento de la verdad está produciendo en nosotros, por medio del cual nos acercamos cada día más a la estatura de Jesucristo, que es la imagen del Dios Viviente.
Así se cumple la promesa de Jehová, cuando dijo: "Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios" (Ex 29:45).
EL ARCA DEL TESTIMONIO
* El Arca era un cofre sagrado que simbolizaba la presencia de Dios en medio de su pueblo. El propiciatorio equivalía al trono de Jehová en la tierra, pues, desde allí, en medio de los querubines, Jehová iba a manifestarse a Moisés para enviar mensajes a los hijos de Israel. Cada vez que el pueblo se trasladaba, el Arca iba delante de ellos, en señal de que Dios guiaba a su pueblo.
** Los querubines sobre el propiciatorio serían un recordatorio para Israel de aquéllos que Jehová puso al oriente del huerto de Edén, junto a una espada de fuego ardiente que se movía de un lado a otro, cuando expulsó a Adán y Eva después que se rebelaron contra Él, pues, era necesario resguardar el camino que conducía al árbol de la vida, a fin de evitar que estos humanos, que habían corrompido la imagen de Dios en ellos, comieran de su fruto, y se volvieran inmortales en esa condición caída.
Con los querubines cubriendo el arca, probablemente, Dios quería mostrar que el camino a Su Reino y a la vida eterna iba a permanecer cerrado mientras su ira contra la rebelión del hombre no fuera apaciguada. Con el fin de sacar al pueblo de su ignorancia, y de hacerle ver su pecado, Jehová le estaba entregando su Ley, de modo que fuera instruido en la perfecta Voluntad de Dios, hasta que llegara el tiempo en que el Mesías, enviado para redimir y conducir a Israel al Reino, se manifestara.
La propiciación se cumplió cuando el perfecto Hijo de Dios, Jesucristo, dio su vida en sacrificio a cambio de la nuestra. Su resurrección dio testimonio de que su ofrenda fue aceptada, y que se abría el camino que ahora nos permite acercarnos al trono de la Gracia confiadamente, porque con Su sacrificio Jesús reconcilia al ser humano con su Creador, y da vida eterna a todo el que lo cree, y se arrepiente. El que rechaza la ofrenda del Hijo de Dios continúa estando bajo ira.
*** Tras hacer un recorrido a través de los libros de la Biblia, se puede deducir que, cuando el escritor habla de oro, plata, o cualquier material precioso, está hablando de santidad. El Arca es la representación del Reino de Dios en la tierra, por lo tanto, no podía sino ser recubierta con oro. En cuanto al propiciatorio, que representa Su Trono, no era madera bañada, sino una pieza de oro puro.
LA MESA PARA EL PAN DE LA PROPOSICIÓN
Luego, Jehová dio instrucciones para confeccionar una mesa de madera de acacia, de 90 cm de largo por 45 cm de ancho y 70 cm de alto, recubierta de oro puro. Rodeando la cubierta, tendrá una moldura de oro con un reborde de unos 8 cm de ancho, que será adornado con otra moldura de oro alrededor. La mesa también tendrá cuatro argollas, una en cada esquina, a la altura de sus patas, por medio de las cuales pasarán dos varas de madera de acacia recubiertas de oro, las cuales se usarán para cargarla cuando necesite ser trasladada. Sus platos, cucharas, cubiertas y tazones para hacer libación serán hechos de oro fino. Sobre la mesa, se pondrá el pan de la proposición que debe estar siempre frente a Dios. (25:23-30)
* Los panes de la proposición, o de la presencia, eran doce hogazas de pan que representaban a las tribus de Israel. Éstas se ponían sobre la mesa limpia, en dos grupos de seis cada una, montadas una sobre la otra, formando dos hileras. Se renovaban cada sábado, y las que eran reemplazadas sólo podían ser comidas por los sacerdotes.
EL CANDELERO CON SUS SIETE LÁMPARAS
El Señor dio instrucciones muy específicas sobre la confección del candelabro: éste deberá ser de oro puro, labrado con martillo, cuya base, caña, copas, capullos y pétalos formarán una sola pieza. De sus costados saldrán seis brazos, tres de cada lado, cada uno con tres copas en forma de flor de almendro, con cálices y pétalos. La caña central tendrá cuatro copas en forma de flor de almendro, con cálices y pétalos. El candelabro tendrá siete lámparas dispuestas de manera que alumbren hacia el frente. Las despabiladeras de las lámparas y las bandejas también serán de oro puro. En total se ocuparán treinta y cuatro kilos de oro puro para formar el candelabro y sus accesorios. Su diseño será réplica exacta de aquélla que Dios mostró a Moisés en el monte. (25:31-40)
* En el libro de Apocalipsis, cuando Juan describe el trono de Dios en el cielo, dice que "delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios" (Ap 4:5). Más adelante, cuando describe al Cordero inmolado, dice que éste "tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra" (Ap 5:6).
El profeta Zacarías describe al Mesías como una piedra, y dice: "He aquí pongo una piedra delante de Josué: Es una Piedra Única en la cual hay siete ojos; y Yo mismo esculpiré su inscripción: QUITARÉ EL PECADO DE LA TIERRA EN UN DÍA. (Zac 3:9 BTX).
El candelabro puede perfectamente representar la figura del Mesías, de acuerdo con la descripción que Isaías hace de Él. Dijo el profeta: "Y reposará sobre él [el Mesías] Espíritu de YHVH: Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de poder, Espíritu de conocimiento y de temor de YHVH. Se deleitará en el temor de YHVH. No juzgará según la vista de sus ojos, ni arbitrará por lo que oigan sus oídos" (Is 11:2-3 BTX - énfasis añadido). La pieza central del candelabro, es decir, su tronco y base, con todos sus adornos, formaban una sola pieza, simbolizando el Espíritu de Jehová que reposaba sobre Cristo, cuyos atributos son indivisibles; no se manifiestan de forma parcial o separada, sino que están siempre activos, porque son inherentes a la persona de Dios. Además, cada brazo del candelabro representa los espíritus (o aspectos del Espíritu o facetas - de una piedra preciosa - según la versión NTV) mencionados por Isaías, de sabiduría, inteligencia, consejo, poder, conocimiento y temor de Jehová que estaban en Cristo, porque en Jesús habitaba la plenitud del Creador. Él era la imagen del Dios invisible; imagen y semejanza que también nosotros reflejaremos aquel glorioso día en que Jesucristo regrese, y nuestra redención se complete.
CONFECCIÓN DEL SANTUARIO
Luego, Dios da instrucciones a Moisés para el Santuario o Tabernáculo. Se confeccionarán diez cortinas de lino fino color azul, púrpura y carmesí, todas de iguales dimensiones, es decir, de 12,5 m de largo, por 1,80 cm de ancho, sobre las cuales se bordará unos querubines artísticamente. Se instalarán cinco de cada lado, las cuales se unirán por medio de unas lazadas, sujetas por medio de corchetes de oro, de modo que el santuario tenga unidad de conjunto. La cubierta superior se hará con once cortinas de pelo de cabra, todas de las mismas dimensiones, es decir, de 13,5 m de largo, por 1,80 cm de ancho, las cuales también se unirán entre sí por medio de lazadas y corchetes de oro. Éstas colgarán sobre los lados del tabernáculo a un lado y al otro, para cubrirlo, y la cortina restante cubrirá la parte posterior del tabernáculo. Sobre esto, se pondrá otra cubierta de pieles de carneros teñidas de rojo, y una cubierta de pieles de tejones encima. Para el armazón del tabernáculo, deberán preparar cuarenta tablas de acacia, de 4,5 m de largo por 70 cm de ancho, con ranuras para que encajen una en la otra, quedando unidas entre sí. Estas tablas serán los pilares de soporte, distribuidos veinte al lado sur y veinte al lado norte. Los pilares irán encajados firmemente en dos bases de plata cada uno. Además, se deberá hacer ocho pilares para la parte posterior, (lado occidental), con sus respectivas bases de plata. Para unir los pilares, se deberá confeccionar cinco travesaños para el lado sur, cinco para el lado norte, y cinco para la parte posterior. El travesaño central deberá pasar de un extremo al otro, a media altura de los pilares. Todos los travesaños irán sujetos con anillos de oro a cada pilar. Los pilares y travesaños deberán ser recubiertos de oro. Todo deberá ser confeccionado según el modelo que Jehová mostró a Moisés en el monte. (26:1-30)
* Mucho se ha escrito sobre el significado de los colores para el tabernáculo y vestiduras sagradas: azul, púrpura y carmesí. A fin de no entrar en interpretaciones antojadizas, nos remitiremos a lo que las Escrituras dicen al respecto:
- Sobre el azul, en Nm 15:38-39, leemos: "Habla a los hijos de Israel, y diles que se hagan franjas en los bordes de sus vestidos, por sus generaciones; y pongan en cada franja de los bordes un cordón de azul. Y os servirá de franja, para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos de Jehová, para ponerlos por obra; y no miréis en pos de vuestro corazón y de vuestros ojos, en pos de los cuales os prostituyáis". Por lo tanto, el azul se refiere a las cosas celestiales.
- Sobre el púrpura, en Dn 5:7 leemos: "Cualquiera que lea esta escritura y me muestre su interpretación, será vestido de púrpura, y un collar de oro llevará en su cuello, y será el tercer señor en el reino"; en Lm 4:5, dice: "Los que comían delicadamente fueron asolados en las calles; los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros", es decir, se refiere a la realeza, o a alguien que tiene una posición de nobleza.
- Por último, con respecto al carmesí, escarlata o grana, que es lo mismo, encontramos, en He 9:19, lo siguiente: "Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo." También lo vemos usado como un símbolo de distinción en las vestiduras: "Hijas de Israel, llorad por Saúl, quien os vestía de escarlata con deleites, quien adornaba vuestras ropas con ornamentos de oro" (2S 1:24). Sin dudas, simboliza la preciosa sangre expiatoria del Hijo de Dios que nos cubre y nos sana.
El tabernáculo aquí descrito es sombra del templo espiritual que, ahora sabemos, es el cuerpo de Cristo, quien es su cabeza. Este templo espiritual, al que Jesús llamó "mi iglesia", se está edificando con todos los que están siendo reunidos tras haber sido limpiados en la sangre preciosa del Santo Hijo de Dios, y que están en proceso de ser perfeccionados en la santidad (vistiéndose de lino fino) en el temor de Dios. Jesús está reinando, y lo seguirá haciendo hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies, para finalmente entregar el reino a Dios, y así Dios sea todo en todos.
DENTRO DEL TABERNÁCULO
Para el interior del tabernáculo, se deberá confeccionar un velo de lino de tejido fino, adornado con hilo azul, púrpura y carmesí, y querubines bellamente bordados. El velo colgará de ganchos de oro sujetos a cuatro postes de madera de acacia bañados de oro, montados sobre bases de plata. Detrás de ese velo, se pondrá el Arca del Pacto, y el propiciatorio, sobre el arca. Aquel es el Lugar Santísimo, separado del Lugar Santo por el velo. La mesa irá ubicada fuera del velo, al lado norte del Lugar Santo, y el candelero enfrente de la mesa, al lado sur. Para la puerta del tabernáculo, deberá confeccionarse una cortina de lino de tejido fino, bordada con diseños refinados en azul, púrpura, carmesí. Además, se deberá hacer cinco postes de madera de acacia, cubiertos de oro, con sus ganchos de oro para colgar la cortina, encajados en cinco basas de bronce. (26:31-37)
* El velo era una cortina muy gruesa que impedía que cualquier curioso pudiera entrar al lugar más sagrado del Tabernáculo, llamado "Lugar Santísimo". A éste sólo podía ingresar el Sumo Sacerdote, una vez al año, siempre llevando consigo la sangre expiatoria de animales, para hacer reconciliación por los pecados propios y del pueblo, cuando se conmemoraba el "día de la Expiación". Esa ceremonia fue impuesta hasta que llegara el tiempo de reformar las cosas; tiempo que se cumplió cuando Cristo mismo se ofrendó por nuestros pecados, haciendo las veces de becerro y machos cabríos de expiación, además de Sumo Sacerdote, según las instrucciones impartidas para la ocasión.
Como señal del inicio de una nueva etapa en la peregrinación del pueblo hacia el Reino de los cielos, cuando Jesús expiró el espíritu en la cruz, dicen las Escrituras que el velo del templo, que resguardaba el Lugar Santísimo, se rasgó de arriba abajo. Al quedar expuesto el Lugar Santísimo, era como si Dios dijera a Israel, "¡Hey, vengan! El camino al cielo ya está abierto para todo el que sea purificado en la sangre del Cordero que fue inmolado en la cruz".
* Así como las cortinas debían ser de idénticas dimensiones y características, las cuales se entrelazaban las unas a las otras, y las tablas del soporte, todas idénticas, se unían las unas a las otras por medio de ranuras en las cuales se encajaban, y se afirmaban dentro de una base de plata, el cuerpo de Cristo está armoniosamente unido cada miembro con el otro por medio del mismo Espíritu, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.
EL ALTAR DE LOS HOLOCAUSTOS
Jehová también ordenó confeccionar un altar cuadrado de madera de acacia, de 2,30 m de ancho por 1,30 m de alto. En cada una de sus cuatro esquinas llevará un cuerno, de modo que el altar y los cuatro cuernos formen una sola pieza. Todo el altar será recubierto de bronce. Sus tenazas, recipientes de cenizas, aspersorios, tridentes y braceros serán de bronce también. Además, le ordenó confeccionar una rejilla de bronce que se instalará dentro del altar, a media altura, por debajo del reborde. En cada una de sus cuatro esquinas, la rejilla llevará una argolla de bronce. Confeccionarán, además, dos varas de madera de acacia bañadas en bronce, que se insertarán en las argollas del altar, cuando tengan que trasladarlo. (27:1-8)
* El altar donde se sacrificaban los animales iba ubicado en el patio exterior, conocido como atrio.
Con respecto a los cuernos, había ritos que demandaban poner sangre del sacrificio sobre ellos, como cuando Aarón y sus hijos fueron consagrados. Además, a los cuernos se ataban los animales que iban a ser ofrecidos en sacrificio. También veremos más adelante que, cuando alguien quería evitar ser atrapado para una condena segura, iba hasta el altar, y se asía de los cuernos, de donde no podía ser sacado sino por un mandato legal.
El altar simboliza la cruz donde Jesús derramó su sangre purificadora para expiar nuestra iniquidad. Es a la cruz adonde debemos acudir, y asirnos de ella para salvación, muriendo allí a nuestra vida de pecado, para ser resucitados a una nueva vida como siervos de Jesucristo. Porque nosotros, los que creemos, hemos muerto con Cristo en la cruz, y en su resurrección, nos fue dada una nueva vida.
EL ATRIO
* El atrio rodeaba la tienda completamente. Allí se reunía el pueblo, en tanto que los levitas y sacerdotes servían en el Lugar Santo; y como dijimos, al Lugar Santísimo sólo podía entrar el Sumo Sacerdote, una vez al año, en el día de la expiación.
El tabernáculo es como el Reino de los cielos. La Palabra de Dios, que es espíritu y es vida, tiene el poder de abrir nuestros oídos espirituales. Cuando Dios llama, usa su Palabra para predisponer el corazón del que oye para que dé cabida en su mente a lo que el evangelista dice. Ésa es la entrada al atrio del tabernáculo. A diferencia de lo que muchos sostienen, pienso que, recibir la Palabra de Dios no es sinónimo de regeneración, sino sólo la concesión que proviene de Dios para que el pecador se arrepienta. Para que la regeneración se lleve a cabo, debe haber verdadero arrepentimiento, lo que se evidencia por las obras. En la parábola del sembrador queda claro que no todos los que oyeron, y se entusiasmaron con la Palabra, habían sido regenerados, pues, no todos dieron fruto, ni permanecieron.
Lamentablemente, como dice la Palabra, "muchos son llamados, y pocos escogidos" (Mt 22:14); es decir, no son pocos los que no pasarán del atrio; otros, no demorarán en entrar al Lugar Santo. El deseo de Dios es que todos sean regenerados, y sellados con el Espíritu Santo. Una vez sellados, nada ni nadie podrá arrebatarlos de la mano de Dios, pues están en Cristo Jesús. Por eso, todos los hombres que escribieron las Escrituras inspirados por Dios no cesan de exhortarnos a perseverar en la fe; y a que crezcamos en el conocimiento de Dios y de su Palabra, porque allí está la vida.
Hasta ahora, sólo Jesucristo ha entrado al Lugar Santísimo, que es el cielo, pero la buena noticia es que, por la fe, nosotros, los verdaderos creyentes, que vivimos en este mundo, aunque ya no somos del mundo, también estamos sentados a la diestra de la Majestad en las alturas con el Señor. Cuando se complete nuestra redención, en la segunda venida de Cristo, seremos transformados a la imagen de Aquel que nos llamó, y moraremos con el Señor eternamente.
El altar de sacrificio, que ahora es la cruz, ha estado dispuesto en el atrio desde que Jesús ascendió al cielo, para que hagamos morir allí todo nuestro pecado, y renazcamos a una nueva vida. Si bien es cierto, después de ser regenerados, el pecado sigue intentando hacernos volver, ahora contamos con el Espíritu Santo en nosotros, que es poder para vencer las tentaciones de la carne. Ya no somos esclavos del pecado, sino siervos de Jesucristo, y a Él nos debemos. Por tanto, mientras permanezcamos en el mundo, debemos procurar vivir santa y piadosamente, haciendo todo como para el Señor. Pero si tropezamos, y caemos, tenemos al Sumo Sacerdote en el Lugar Santísimo, Jesucristo nuestro Señor, quien, si nos arrepentimos, intercede por nosotros, a fin de presentarnos irreprensibles a su venida.
** En cuanto a los elementos usados para la confección de los componentes del tabernáculo, como podemos apreciar, mientras más lejos del Lugar Santísimo, son menos finos; ya no es oro puro el que se usa, sino bronce; lo más fino es la plata que se limita a ganchos y anillos. Solamente las cortinas de la entrada tenían indicaciones de ser confeccionadas con detalles finamente bordados. Esto, porque el Lugar Santísimo representa al cielo, donde está el trono de Dios; el Lugar Santo es la congregación de los santos, cuya ciudadanía es celestial; y el Atrio representa el lugar de transición del mundo al Reino de Dios.
EL ACEITE PARA EL CANDELABRO
Será deber de los hijos de Israel traer aceite puro de olivas machacadas para que las lámparas ardan continuamente. Aarón y sus hijos se encargarán de mantener encendido delante de Jehová, desde la tarde hasta la mañana, el candelabro que está en el tabernáculo de reunión, fuera del velo que protege el arca del pacto. Este será estatuto perpetuo entre los hijos de Israel por todas las generaciones. (27.20-21)
* Siempre me he preguntado por qué Jesús dijo: "cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" (Lc 18:8)
La responsabilidad de mantener las lámparas encendidas en el Lugar Santo era de Aarón, Sumo sacerdote, y de sus hijos, los sacerdotes de Israel. Jesús dijo que los creyentes somos la luz del mundo. Por tanto, en esta era, tal responsabilidad recae en todos los que somos iglesia, desde los pastores, hasta los más nuevos en la fe, pues, todo creyente es un sacerdote en el reino de Dios, y tenemos la responsabilidad compartida, tanto de velar por que ningún miembro de la iglesia se estanque, o peor aún, se aleje de la luz de evangelio, como de seguir anunciando las buenas nuevas a todo el mundo.
Para que la luz no mengüe, ni se apague en la congregación, debemos evitar contristar el Espíritu Santo con que fuimos sellados. El Apóstol Pablo nos da a entender que esto sucede cuando estamos llenos de amargura, ira, enojo, gritos, calumnias, y toda forma de malicia. En el Antiguo Testamento también hay textos que nos hablan de cómo Israel afligía al Espíritu de Dios cada vez que se rebelaba contra Él.
Para no caer en esto, el Apóstol nos manda ser llenos del Espíritu Santo, hablando entre los hermanos con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en nuestros corazones; "dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo" (Ef 5:18-20). Pero no sólo eso; en Col 3:16, complementando estos versículos, dice: "La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría". Porque, si no hay abundante Palabra de Dios, el creyente se mantendrá flaco, desnutrido, y tendrá muy pocas fuerzas para perseverar en las pruebas.
** Es interesante que el Espíritu Santo no sólo dice que deben traer aceite de olivas, sino que especifica que es "aceite puro de olivas machacadas". Obviamente, para extraer el aceite de las olivas, éstas deben pasar por una prensa, pero el Espíritu pone énfasis en que se trata de olivas machacadas, quizás, para mostrarnos que, para entrar al Reino, nos es necesario atravesar por muchas tribulaciones.
De acuerdo con las Palabras de Pablo, las olivas son el pueblo de Dios. En su epístola a los Romanos, el apóstol hace una analogía entre las ramas del olivo original, que es el pueblo hebreo, y las ramas del olivo silvestre, que son los gentiles, que fueron injertados en el original, a fin de que también pudieran disfrutar de la rica savia de la raíz.
Para que estas olivas, es decir, los hijos de Dios, podamos llegar a ser hechos a semejanza del Hijo del Hombre, necesitamos pasar por pruebas y tribulaciones que irán formando nuestro carácter, y que nos irán templando hasta alcanzar la estatura de Jesucristo, el primogénito de la creación.
Pero no solo Pablo se refiere a los olivos. En el Antiguo Testamento, el profeta Zacarías nos habla sobre el candelabro de oro, y dos olivos, uno a la derecha y otro a la izquierda, que suministran aceite a sus lámparas. Recordemos que concluimos que el candelabro es una representación del Mesías, y Él es la cabeza de la iglesia, que es su cuerpo. Así como el tabernáculo en el desierto se comenzó a levantar con las contribuciones que traían todos los hijos de Israel, los miembros de la iglesia tenemos el privilegio de cooperar con Jesucristo nuestro Señor, saliendo a buscar piedras vivas con las cuales se edifica el Templo de Dios en la tierra, cuya piedra angular es Jesucristo mismo.
Dijo Jesús: "Permaneced en mí, y yo en vosotros" (...) "separados de mí nada podéis hacer" (...) "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor". (Jn 15:1-17).
VESTIDURAS SACERDOTALES
Jehová ordenó reunir a Aarón y sus hijos Nadab, Abiu, Eleazar e Itamar para nombrarlos sacerdotes. Entregó también instrucciones para que, aquéllos a quienes Dios les dio las habilidades artísticas necesarias, confeccionaran las vestiduras sagradas. Las vestiduras de Aarón, que va a ser consagrado como Sacerdote de Dios, consistirán en un pectoral, un efod, un manto, una túnica con diseños, una mitra y un cinturón. El efod será confeccionado en lino fino, con hermosos bordados de oro, azul, púrpura y escarlata. El cinturón con el que se ciñe se hará de los mismos materiales, con bellos bordados de oro, azul, púrpura y escarlata, formando una sola pieza con el efod. En sus extremos tendrá hombreras con cintas para que pueda sujetarse. Sobre las hombreras. irán dos piedras de ónice, con engastes de oro alrededor, en las cuales estarán grabados los nombres de los hijos de Israel, por orden de nacimiento, seis en cada piedra, de modo que Aarón los lleve consigo como recordatorio de que representa a los hijos de Israel ante Jehová. (28:1-14)
* El sumo sacerdote era escogido por Jehová de entre los hijos de Leví, como intercesor por los hijos de Israel en Su Presencia. Esta labor fue ejercida por primera vez por Aarón, hermano de Moisés, y sería traspasada de generación en generación, a sus descendientes. El sumo sacerdote, en su papel de representante de los hijos de Israel, era el encargado de presentar ante el Señor las ofrendas por el pecado del pueblo. Pero, como él mismo era un hombre pecador, no podía presentarse ante Dios sin haber ofrecido sacrificios por sus propios pecados. Entrar al Lugar Santo sin haber hecho expiación por sus propios pecados era sinónimo de muerte.
El sacerdocio levítico (según el orden de Aarón) era sólo temporal; tuvo su vigencia mientras se iban cumpliendo las etapas del plan de Dios para redimir a la humanidad, y concluyó con el cumplimiento del ministerio terrenal del Mesías, a quien Dios ofreció como propiciación a favor nuestro, para satisfacer su justicia. Habiendo Jehová aceptado la ofrenda de Jesús por los pecados del mundo, lo que se confirmó cuando le resucitó de entre los muertos, entró en vigor el nuevo pacto, sellado con la sangre que Jesús derramó en la cruz, la que produjo expiación definitiva de los pecadores que se arrepienten y creen esta verdad.
Desde entonces, Jesús fue hecho Sumo Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec, para interceder por aquellos que se acercan con corazón quebrantado buscando redención. Así se dio cumplimiento a la profecía que dice: "Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec" (Sal 110:4), porque Jesucristo "es la clase de sumo sacerdote que necesitamos, porque es santo y no tiene culpa ni mancha de pecado. Él ha sido apartado de los pecadores y se le ha dado el lugar de más alto honor en el cielo" (He 7:26 NTV). "Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre" (He 9:28 RVR60)
* El Urim y Tumín se mencionan unas cuantas veces en el Antiguo Testamento, sin embargo, en ninguna parte se hace una descripción de ellos, ni tampoco se dice de qué forma lo usaban. Lo que sí sabemos, derivado de los contextos en que se mencionan, es que se usaban para conocer la Voluntad de Jehová ante ciertas inquietudes de los hijos de Israel.
Urim significa "luz o fuego"; y Tumín, "perfección". Ambas son palabras en plural. Hay mucha especulación en cuanto a qué tipo de objetos eran éstos. Algunos piensan que se trataba de una suerte de piedras o dados, u objeto similar, para determinar una respuesta negativa o afirmativa ante una consulta. Otros creen que era algo donde aparecían las letras del alfabeto hebreo, pues, la palabra Urim comienza con alef, la primera letra del alfabeto hebreo, y Urim, con tau, la última.
El versículo aquí estudiado dice: "pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová". Considerando todo lo anterior, pienso que el Urim y Tumin simbolizan la Palabra de Dios, que debe ser la delicia de todo creyente, meditando en ella de día y de noche. En aquel tiempo no existía la Biblia como la conocemos. De hecho, ellos habían recibido la Ley en dos tablas de piedra, y no había más que eso. Moisés estaba recién escribiendo, si es que había comenzado a hacerlo, lo que ahora conocemos como el Pentateuco, que significa cinco rollos, que corresponden a los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. En efecto, para nosotros, en este tiempo, si deseamos conocer la Voluntad de Dios, debemos dirigirnos a la Palabra de Dios. Si bien es cierto, allí no hay respuesta para cada duda específica que podamos tener, siempre hay lineamientos aplicables a situaciones que tienen que ver con nuestra vida en el mundo. Por ejemplo, en la Biblia no vamos a encontrar respuesta a temas relativos a las drogas que se consumen en estos tiempos, pero sí hallaremos consejo respecto a no dejarse embriagar por el vino o la sidra, la borrachera o los excesos.
* Es interesante que las vestiduras sacerdotales deben ser confeccionada, específicamente, en lino fino. En el libro de Apocalipsis, aprendemos que el lino fino son las acciones justas de los santos. En otras palabras, así como Aarón y sus hijos, que fueron consagrados a Dios, recibieron vestiduras de lino fino, a aquéllos que recibimos el perdón de nuestros pecados por gracia, también se nos dieron nuevas vestiduras, porque fuimos recreados en Cristo para buenas obras, en las cuales debemos andar, despojándonos del viejo hombre, dañado por la corrupción y el engaño, y revistiéndonos del nuevo que, con la guía del Espíritu Santo, que se vale de las Escrituras para enseñarnos, se irá transformando de día en día, hasta formar en nosotros la imagen del que nos creó.
* Dicen las Escrituras que "no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Por tanto, aconseja Pablo: "tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios". (Ef 6:12-17)
Como podemos notar, los elementos de la armadura de Dios se parecen mucho al atuendo de los sacerdotes. El pectoral con su Urim y Tumin es como la coraza de justicia, que debe estar siempre en el corazón del creyente; el cinturón para sujetar el efod es como la Verdad, a la cual debe asirse firmemente el creyente; el yelmo de la salvación es como la mitra, cuya placa de oro dice: "Consagrado a Jehová", lo que equivale al Espíritu Santo con el cual somos sellados en la frente cuando nos rendimos al Señorío de Jesús, que es nuestra garantía de que somos de Dios, y ya nada puede arrebatarnos de Su mano. En definitiva, las ropas de un sacerdote nos hablan de santidad, integridad, fe, compromiso, responsabilidad, excelencia, etc; virtudes todas que deben caracterizar a un verdadero hijo de Dios, apartado del mundo para servir en el Reino. Cada vez que nos quitamos cualquier parte de la armadura, estamos dejando un flanco vulnerable que el enemigo de nuestras almas usa para atacarnos.
CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES
* Estas ceremonias de consagración de Aarón y sus hijos prefiguran el bautismo de Jesucristo y de los que hemos recibido la adopción como hijos de Dios por la fe en Él.
- Preparar las masas sin levadura, bíblicamente hablando, significa que, cuando somos bautizados, nos estamos entregando a una vida sin malicia, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, para vivir de manera sobria, justa y piadosa, como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, manteniendo en mente que, "ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2:20 RVC).
- Los tres animales involucrados, como veremos en los siguientes versículos, nos hablan del bautismo de Jesucristo en la cruz, donde se ofreció a sí mismo como ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante, para santificar, con su sangre inmaculada, un pueblo dedicado a servir al Dios Altísimo perpetuamente.
- En la primera epístola de Pedro, el apóstol dice que, los que hemos sido bendecidos con la regeneración, fuimos hechos sacerdotes del rey, y como cuerpo de Jesucristo, somos una "nación santa, pueblo adquirido por Dios con la sangre de Jesús, para anunciar las virtudes de Aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1Pe2:9-10). Para que esto se cumpla, cada discípulo debe seguir los pasos de Jesucristo, bautizándose en la muerte del Señor, tomando por fe su propia cruz, llevando en ella sus propios pecados, para mortificar la carne con sus engañosos y corruptos apetitos.
* La acción de poner las manos sobre la cabeza del animal que iba a ser sacrificado, significaba que trasferían a la víctima del sacrificio todos sus pecados, para quedar limpios, sin culpa.
La corona de espinas que llevó Jesús a la cruz, el siervo de Dios enviado a morir por nosotros, es como estas manos puestas sobre su cabeza, para transferir sobre sí el abominable peso de los pecados del mundo, y liberarnos de tener que pagar por ellos.
* Un verdadero creyente no sólo renuncia a parte de su vida pecaminosa, sino que rinde toda su vida al Señor. Es un holocausto de olor grato para Dios. En otras palabras, el que aspira a ser redimido, debe acercarse al Señor con un corazón quebrantado por la culpa, y un profundo anhelo de ser transformado, dispuesto a poner todo de su parte para que así sea. Eso es el arrepentimiento, sin el cual, la regeneración no puede llevarse a cabo.
* Así como consagraban a los sacerdotes con la sangre y el aceite de unción, todo aquel que viene a Jesucristo en arrepentimiento y fe, es lavado en la sangre de Jesús derramada en la cruz, y recibe, por la fe, el Espíritu Santo en su corazón, simbolizado por el aceite, siendo declarado justo ante Dios perpetuamente.
La sangre puesta en el lóbulo de la oreja derecha, pulgares derechos de manos y pies significa que, a partir de ese momento, los sacerdotes cuidarán lo que oyen, lo que tocan o dónde pisan, pues han sido apartados para Dios. Ya no son esclavos de las tinieblas para que le obedezcan.
Moisés tomará de la grosura del carnero, junto con una torta grande de pan, una torta de pan de aceite, y una de hojaldre, del canastillo de los panes sin levadura presentado a Jehová, y se lo entregará en las manos a Aarón y sus hijos, y los ofrecerá como "ofrenda mecida delante de Jehová". Luego, Moisés lo tomaría de manos de ellos, y lo quemará en el altar, sobre el holocausto de olor grato al Señor. "Es ofrenda encendida a Jehová". En seguida, tomará del pecho del carnero de consagración de Aarón, lo mecerá y será porción de Moisés. Luego, de la ofrenda mecida del carnero de consagración de Aarón y sus hijos, apartará el pecho y la espaldilla, y será para Aarón y para sus hijos. En el futuro, cada vez que el pueblo levante una ofrenda de paz, se apartará una porción para Aarón y sus hijos. Será estatuto perpetuo para los hijos de Israel, pues es ofrenda sagrada de los israelitas a Jehová. (29:23-28)
* Sólo los sacerdotes tenían derecho a comer de la ofrenda mecida y elevada, de igual modo que, sólo los que hemos sido llamados al Reino tenemos el honor de participar de la cena del Señor.
La cena del Señor, que celebramos cada primer día de la semana en nuestros cultos, y que debemos continuar conmemorando hasta que Jesucristo regrese, es una ceremonia de sumo sagrada, y nadie que participe de ella indignamente quedará sin disciplina.
Como vimos, el becerro y los carneros tomaron el lugar de estos hombres que fueron consagrados a Dios, como si Aarón y sus hijos hubieran muerto en el fuego. Pero ellos no necesitaron experimentar la muerte, sino sólo tener la certeza de que en aquellos animales sacrificados y ofrendados estaban sus vidas entregadas en sacrificio y ofrenda también.
Cada vez que conmemoramos la cena del Señor, estamos trayendo a la memoria, una y otra vez, el sacrificio que Jesús hizo para que nosotros pudiéramos tener vida eterna; pues, al comer el pan, y beber el vino estamos proclamando que hemos sido partícipes de su cuerpo inmolado, y de su sangre derramada en la cruz, es decir, que en la muerte de Jesucristo, por fe, nosotros morimos con Él. La buena noticia es que Jesucristo no quedó en el sepulcro, sino que resucitó, por tanto, así como morimos con Él en su muerte, cuando él resucitó, nosotros, los que hemos comido su carne y bebido su sangre, también renacimos a una nueva vida en Él. Y cuando Jesús vuelva en su gloria, seremos resucitados para vida eterna, y habitaremos, en la presencia del Señor, la tierra nueva, bajo un cielo nuevo, para siempre.
* La regeneración no se hereda de padres a hijos, pues, cada individuo es responsable de cómo responde al llamado; pero lo que sí se debe traspasar de generación a generación es la enseñanza del evangelio. Así se cumple la palabra que dice: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hch 16:31), porque el que cree, y conoce a su Dios, no puede dejar de hablar.
* Para Aarón y sus hijos eran siete días, pero para el cristiano, esos siete días equivalen a toda su vida desde su consagración, hasta cuando Jesucristo retorne. Cada día es necesario cargar nuestra cruz, y mortificar en ella todo lo que estorba a nuestro crecimiento espiritual.
La lucha contra la carne es cosa de todos los días. Ellos debían sacrificar un becerro diariamente para expiación; pero nosotros, que tenemos las arras del Espíritu, cada día, a cada instante, debemos examinarnos a la luz de las Escrituras, reconocer nuestros pecados, y confesarlos en oración a nuestro Sumo Sacerdote que está en el cielo, Jesucristo el Señor, quien intercede por nosotros ante la Majestad en las Alturas para que recibamos perdón, y permanezcamos irreprensibles hasta su venida. El proceso de santificación no ha terminado, y cada día es una nueva victoria si permanecemos en Cristo el Señor.
No hay mejor Sumo Sacerdote que Jesucristo, porque comprende nuestras debilidades, ya que, cuando vivía como humano en la tierra, Él mismo debió hacer frente a las tentaciones, pero nunca pecó, porque no era esclavo del pecado, como nosotros antes de conocerle. Sin embargo, en nuestro caso, aunque fuimos justificados, aún hay pecado remanente en nuestros cuerpos carnales, y debemos velar para no sucumbir a sus deseos.
OFRENDAS DIARIAS
Día tras día, de forma continua, se ofrecerá, delante de Jehová, dos corderos en el altar, a la puerta del tabernáculo de reunión; uno al amanecer y el otro al caer la tarde. Con cada cordero se ofrecerá una décima parte de un efa de flor de harina amasada con la cuarta parte de un hin de aceite de olivas machacadas; y para la libación, la cuarta parte de un hin de vino. Será una ofrenda encendida a Jehová, en olor grato. Las generaciones futuras continuarán ofreciendo este holocausto a Jehová, siempre a la puerta del tabernáculo de reunión, donde el Señor se reunirá para hablar a los hijos de Israel. La presencia de Jehová santificará con Su gloria la tienda de reunión, el altar y a Aarón y sus hijos para que le sirvan como sacerdotes. Dijo Jehová: "Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios". (29:38-46)
* Jesús dijo: "todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará" (Mr 8:35). Ofrecer becerros cada día nos habla de que, diariamente, debemos disponernos a morir a nosotros mismos, y ofrecernos como un sacrificio vivo, santo, agradable al Señor; no conformándonos al mundo, sino siendo renovados en nuestro entendimiento por la Palabra de Dios. Así como Jesús entregó su cuerpo terrenal en la cruz, diariamente nosotros debemos despojarnos de nuestra vana forma de vivir, proyectándonos para llegar a ser como Él. Dios no desprecia un corazón contrito y humillado, porque los sacrificios que Él espera son el espíritu quebrantado.
EL ALTAR PARA EL INCIENSO
Dios ordena la confección de un altar de madera de acacia para quemar incienso, de 45 cm por lado, y 90 cm de alto. En cada esquina tendrá un cuerno, los que formarán una sola pieza con el altar. La parte superior, sus costados y cuernos irán cubiertos de oro puro. Alrededor del altar le pondrán una moldura de oro puro; y por debajo del borde de ésta, irán dos anillos de oro en cada costado, que servirán para pasar, a través de ellos, las varas de madera de acacia cubiertas de oro, que se usarán para transportarlo. El altar debe ir ubicado fuera del velo que protege el Arca del Pacto, frente al propiciatorio que cubre las tablas del testimonio, donde Jehová se reunirá con Moisés. Allí Aarón quemará incienso aromático cada mañana, cuando prepare las lámparas, y cada noche, cuando las encienda. Esto será un rito perpetuo delante de Jehová. No se debe ofrecer en el altar incienso no sagrado, ni holocausto, ni ofrenda, ni libación. Una vez al año, Aarón hará expiación sobre él, untando los cuernos con la sangre del sacrificio por el pecado del pueblo. Esta ceremonia se llevará a cabo por todas las generaciones. Este altar estará completamente consagrado a Jehová. (30:1-10)
* En Ap 5:8, dice que: ..."todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos". El incienso que se ofrece son las oraciones y alabanzas a Dios. Es necesario ofrecer sacrificio de alabanza permanentemente, y siempre es más edificante empezar el día y terminarlo orando al Padre.
** El cuerno en la Biblia simboliza el poder. Lo vemos, por ejemplo, en la Septuaginta, donde dice "Allí brotaré cuerno para David" (Sal 131:17LXX), que, en la versión Reina Valera 1960, fue traducido como "Allí haré retoñar el poder de David" (Sal 132:17 RVR60). Es complejo tratar de entender el significado de estos cuatro cuernos, que van tanto en el altar de sacrificio como en el altar de incienso, formando una sola pieza con el resto del mueble.
Quizás tienen que ver con la influencia del poder del Hijo de Dios, que sustenta todas las cosas, y que alcanza a los cuatro vientos. Sabemos, por ejemplo, que Su ofrenda en la cruz, el altar del sacrificio, tiene poder para expiar los pecados de todo el mundo, (aunque, lamentablemente, no todos querrán oír el llamado a la salvación). En el Mesías, dicen las Escrituras, todas las naciones serán benditas, no solamente la nación de Israel.
PAGO POR RESCATE
Jehová ordenó que, cuando censen a los israelitas, todos los mayores de veinte años deberán pagar como rescate medio ciclo (5.7 gr de plata) por sus vidas, para evitar que les sobrevenga alguna plaga. Todos darán la misma cantidad para hacer expiación por sus vidas; ni el rico dará más, ni el pobre, menos. La recaudación se destinará para el servicio en el tabernáculo, y será un recordatorio para Jehová de que los hijos de Israel pagaron por el rescate de sus vidas. (30:11-16)
* El rescate aquí mencionado era casi simbólico, como muchas otras cosas que la Ley mandaba con la intención de guiar los pasos de Israel hacia las cosas espirituales. El antiguo pacto fue dado para preparar el camino hasta que el tiempo fuera propicio para llevar a cabo el rescate eterno de la humanidad, porque lo cierto es que nosotros somos incapaces de pagar rescate por nuestras vidas, ya que la vida del alma humana no se tranza con cosas corruptibles. El poder de Dios aguardaba el momento exacto para intervenir.
La Ley decía que, para que hubiera expiación de pecados, debía derramarse sangre. Sin embargo, para producir expiación eterna por los pecados del ser humano, la sangre de un animal perfecto, sin mancha, no es suficiente; un hombre perfecto debía derramar su sangre en sacrificio por todos. Pero el ser humano nace con la sangre contaminada de pecado, así que nadie podía hacerlo, a menos que naciera uno que no hubiera sido engendrado de simiente de hombre. Como eso era imposible, Dios intervino enviando a Su Hijo Unigénito a morir por nosotros. La gloria de Jehová se manifestó en medio de nosotros para redimirnos, y conducirnos, como un Pastor guía a sus ovejas, camino a la vida eterna. Jesucristo, que salió de Dios, se hizo carne, y, despojándose de su divinidad, pagó, con su sangre inmaculada, el rescate perpetuo de nuestras almas. Jesús y Dios Uno son.
LA FUENTE DE BRONCE
Jehová dio órdenes para confeccionar una fuente de bronce, con una base de bronce, que contenga agua para lavar. Ésta irá entre el tabernáculo de reunión y el altar. A fin de que no mueran, en ella Aarón y sus hijos se lavarán las manos y los pies antes de entrar a la tienda de reunión, o cuando se acerquen al altar para ministrar, o para quemar la ofrenda encendida para Jehová. Será estatuto perpetuo para él y su descendencia, por todas sus generaciones. (30:17-21)
* Cuando algunos de los llamados "héroes de la fe" estuvieron en presencia de Jehová, el Señor les mandó quitarse el calzado, porque el lugar donde estaban era tierra santa. Entrar a la presencia de Dios no es algo trivial. De hecho, para que nosotros tuviéramos acceso al Trono de la Gracia, el Hijo de Dios tuvo que morir para lavarnos con su sangre de todas nuestras inmundicias. Es lo que conocemos como la doctrina de la justificación; es decir, que, por la fe en la ofrenda de Jesucristo, que dio su vida por nosotros; y, habiéndonos arrepentido de haber vivido en rebelión contra el Creador, recibimos perdón de pecados, y somos declarados "justos" ante Dios.
Por medio del profeta Ezequiel, Jehová lo prometió con estas palabras: "Entonces los rociaré con agua pura y quedarán limpios. Lavaré su inmundicia y dejarán de rendir culto a ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo. Pondré mi Espíritu en ustedes para que sigan mis decretos y se aseguren de obedecer mis ordenanzas." (Ez 36:25-27)
La fuente de bronce era para los tiempos antiguos. Necesitaban lavarse manos y pies, como señal de que se arrepentían de las obras que habían hecho, y de los caminos de pecado que habían andado; pero el rito de lavarse en agua no les quitaba la miseria acumulada en su corazón.
Cuando el Mesías vino, declaró: "El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva" (Jn 7:37-38). También dijo: "el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna" (Jn 4:14). Juan, escritor del Evangelio, acotó: "Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él" (Jn 7:39).
Para ser lavados, debemos creer y arrepentirnos; no basta con sólo creer, porque la fe verdadera es mucho más que creer en Dios; conlleva el ardiente anhelo de ser transformado en un nuevo ser. Si hemos sido verdaderamente salvos, se probará por los frutos que la presencia del Espíritu Santo produce en el nuevo creyente. Un corazón no arrepentido es incapaz de dar frutos, ya que, el querer como el hacer conforme a la Voluntad de Dios es una obra del Espíritu Santo, y Él no hace morada dentro de alguien que no está dispuesto a ser reformado.
Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos, les dijo: "El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis..."; "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado" (Jn 13:10; 15:3), porque la Palabra de Dios es espíritu y es vida, capaz de penetrar hasta lo más profundo de nuestro ser, y discernir lo que hay dentro de nosotros, y traerlo a la luz, para corregirlo, reemplazarlo o eliminarlo para siempre.
La Palabra que salió de la boca de Jehová se hizo carne, habitó entre los hombres, y fue prosperada en todo. No volvió a Dios vacía, porque hizo lo que Jehová le mandó. Dijo Jesús: "Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero" (Jn 6:40).
El Espíritu Santo usa la Palabra de Dios para transformar nuestro entendimiento. "Sed llenos del Espíritu" significa, "sed llenos de la Palabra de Dios", porque mientras más conocemos las Escrituras, mayor entendimiento adquirimos, y mayor paz nos envuelve, pues, la paz que tanto anhela nuestra alma está en directa relación con el conocimiento que tenemos de Dios, y de su perfecta Voluntad para nosotros. Sólo así nuestro gozo es cumplido.
EL ACEITE DE LA UNCIÓN
Para la elaboración del aceite de la santa unción, Jehová mandó preparar una mezcla a base de mirra pura, canela aromática, cálamo aromático, casia y aceite de oliva, usando las técnicas de un perfumador. Con él, Moisés deberá ungir el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base. Al ser consagrados estos objetos, se convierten en cosas santísimas, y todo lo que tenga contacto con ellos será santificado. También deberá ungir a Aarón y a sus hijos, para ser consagrados sacerdotes de Dios. Es un aceite sagrado, por tanto, no podrá ser derramado sobre ningún hombre que no esté destinado al sacerdocio. No está permitido hacer una réplica de este ungüento para uso personal, porque es santo, y sólo puede ser usado para los fines ya descritos. El que ose preparar un aceite de la misma composición, o se atreva a ungir con él a un extraño, será cortado de entre su pueblo. (30:22-33)
* El aceite de unción simboliza al Espíritu Santo que sólo puede ser recibido por quienes han sido lavados por la sangre de Jesucristo. En Mateo 7:6, Jesús dijo: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”.
Para recibir el ungüento santo, la persona debe reconocer que es pecador, y arrepentirse, por lo tanto, antes del bautismo, es necesario que la persona sea instruida en el evangelio. Porque ¿cómo puede alguien saber que vive en pecado si ignora la Voluntad de Dios?
Pablo mandó a Timoteo no imponer las manos con ligereza sobre los que confesaban ser sus discípulos. Creo que uno de los errores de la actual iglesia es, precisamente, hacer creer que son salvos a personas que, en una ceremonia multitudinaria, repitieron una oración dicha por quien estaba al frente. Lo más probable es que un alto porcentaje de los que creyeron ser salvos no se habían arrepentido, porque no tenían convicción de pecado; consecuentemente, su pretendida salvación fue sólo cosmética, porque siguen siendo inmundos a los ojos de Dios y, con seguridad, seguirán pecando sin culpa. ¿Quién cargará con la sangre de esa persona falsamente contada entre los hijos de Dios? ¿Cómo puede alguien que no se ha arrepentido, y que sigue en pecado, ser conformado a la imagen del Hijo de Dios? Es muy serio este tema, y las religiones no lo están tomando con la seriedad que tiene. En juego está la vida eterna o condenación perpetua de muchas almas.
** Que todo lo que tenga contacto con las cosas santificadas, como el altar, utensilios, etc. será santificado, también se da en la vida en familia; dicen las Escrituras que, el marido o esposa incrédulos son santificados en el cónyuge creyente, pues, si así no fuera, los hijos de ambos serían inmundos; sin embargo, por causa del cónyuge creyente, ellos son santos.
EL INCIENSO
* El incienso, dice la Palabra, son las oraciones de los santos, es decir, las oraciones de aquellos que han sido santificados en la sangre de Jesucristo. Como el humo del incienso, la oración de los santos sube hasta el trono de Dios, pero, dice la Palabra, Dios no oye a los pecadores. Con todo, si un pecador clama al Señor con un corazón quebrantado, dispuesto a someterse a Su Señorío, el Señor no tardará en responder, porque Jehová no quiere la muerte del impío, sino que se arrepienta, y que crea que la sangre de Jesucristo tiene el poder de lavar toda su iniquidad, y de darle nueva vida.
** Jehová es Dios celoso, por tanto, no escuchará la oración dirigida a Él usando otro intermediario que no sea su Hijo Jesucristo. Dicen las Escrituras: "hay un solo Dios, y UN SOLO MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES, JESUCRISTO HOMBRE..." (1 Tim 2:5 - énfasis añadido). También dice: "Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él" (Col 3:17 énfasis añadido). Siendo las Escrituras tan claras en ese sentido, es incomprensible que religiones que se dicen cristianas enseñen error, diciendo que la madre de Jesús, o un montón de hombres considerados santos, tienen el poder de interceder ante Dios por nosotros. Ellos, igual que todos los hijos del Reino que experimentaron la muerte del cuerpo o, como dice la biblia, duermen, seguirán dormidos hasta que vuelva el Señor, y sean resucitados para vida eterna. Sólo hay un ser humano que murió y que ya resucitó, y ahora está sentado a la diestra de Jehová, intercediendo por nosotros como nuestro Sumo Sacerdote: JESUCRISTO. ¡Cuánta ira han acumulado esos líderes religiosos sobre sus cabezas al tergiversar la Palabra de Dios, y poner tropiezo en los que buscan! No entran ellos al reino, ni tampoco dejan entrar a los que ansían saciar su hambre y sed de justicia. Pretender llegar a Dios por otro Camino que no sea el Hijo de Dios es como usar una fórmula de incienso extraña que Jehová no reconoce.
DONES PARA LAS OBRAS DEL TABERNÁCULO
Jehová escogió a Bezaleel, hijo de Uri, nieto de Hur, de la tribu de Judá, y lo llenó del espíritu de Dios en sabiduría e inteligencia, en ciencia y todo arte para inventar diseños, trabajar en oro, plata y bronce, y en el arte de engastar piedras, y trabajar madera, para hacer todo tipo de obras. Además, designó a Aholiab, de la tribu de Dan, para trabajar junto a él, y dio habilidades a todo sabio de corazón para llevar a cabo todo lo que Él mandó, conforme a sus especificaciones, para la edificación del tabernáculo. (31:1-11)
* Los dones que da Dios son diferentes para cada miembro de la iglesia, pero complementarios entre sí. El apóstol Pablo, en 1 Co 12:4-7, dice: "Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho". Los dones recibidos, si bien son de gran bendición para el que los posee, no tienen por fin último el provecho personal o de cada inviduo, sino que están destinados a la edificación de la iglesia.
Si alguien no ha descubierto cuál es su don, el consejo es orar al Señor pidiendo sabiduría, y Él no tardará en mostrarle cómo servir en la iglesia. La sabiduría que recibimos de Dios no se puede confundir con la sabiduría del mundo, que puede provocar división, celos, arrogancia; la sabiduría divina se reconoce, porque es pura, pacífica, benigna, llena de misericordia y da buenos frutos.
DÍAS DE REPOSO
* El día de reposo tenía por finalidad mostrar a Israel que el descanso de sus almas no dependía de ellos, sino de Jehová. Cada semana ellos tenían ese recordatorio de generación en generación, para que, cuando llegara el momento de entrar al verdadero Reposo, reconocieran que nunca dependió de cuántas obras ellos hicieran, ya que, por su naturaleza corrompida, el ser humano es incapaz de alcanzar el estándar exigido para en el reino de los cielos, sino de confiar en Aquél que todo lo hace posible.
Como ya hemos dicho anteriormente en este estudio bíblico: Jesús es el Señor del día de reposo, porque es a través de la fe en Él que recibimos descanso para nuestras almas. La salvación de nuestras almas no depende de nuestras obras, sino de la obra que Jehová envió a hacer a su Hijo Unigénito por nosotros en la cruz. Él ya hizo su parte, y lo declaró con su último suspiro en la cruz, cuando dijo "consumado es". Lo que resta, es decir, nuestra obra, es que creamos.
LAS TABLAS DEL TESTIMONIO
* La ley escrita en tablas de piedra era para el tiempo antiguo, cuando Jehová entregó la Ley a Israel, para que le conocieran, y aprendieran a hacer Su perfecta Voluntad. Pero la promesa de Jehová decía que una vez que Él nos limpiara, lo que hizo por medio de la sangre de Jesús, enviaría su Espíritu a morar dentro de nosotros, y nos quitaría el corazón de piedra, semejante a estas tablas, y nos daría, a cambio, un corazón de carne, en el cual escribiría su Ley, para que anduviéramos en sus estatutos, guardando sus preceptos, poniéndolos en práctica. En la era del Espíritu, Su ley ya no está en un lugar aparte, sino que el mismo Señor la escribe en la tabla de nuestro corazón por su Espíritu.
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