El rechazo de los hermanos a José se agudizó aún más cuando el joven les contó un sueño que había tenido: dijo que, estando todos en el campo, mientras ataban sus gavillas de grano, su manojo se levantó y quedó erguido, mientras que los de sus hermanos le hacían reverencias. Al oírlo, los hermanos le respondieron si acaso creía que iba a reinar o señorear sobre ellos. En otra ocasión, contó que había soñado que el sol, la luna y once estrellas le hacían reverencias. Su padre lo reprendió diciendo: "¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?". (37:5-11)
* No era difícil para los hermanos de José ni para Jacob entender el significado de los relatos de José, pero probablemente lo atribuyeron a una invención del joven, que, quizás, estaba padeciendo algún tipo de complejo de superioridad. Lo que nunca imaginaron era que se trataba de una profecía que Dios les estaba anunciando, cuyo significado iban a comprender años más tarde.
* Es muy similar a lo ocurrido al Señor Jesucristo, quien vino, primeramente, a rescatar a las ovejas descarriadas de Israel, pero muchos de sus hermanos judíos no sólo lo rechazaron, sino que, además, fue uno de su círculo más íntimo quien lo traicionó, a cambio de treinta monedas de plata, (valor que se pagaba por un esclavo en los tiempos de Jesús), y lo entregó a los líderes de Israel, quienes, a su vez, lo entregaron a los gentiles, para que lo crucificaran y le dieran muerte.
JUDÁ Y TAMAR
Ocurridos estos eventos, Judá, el cuarto hijo de Jacob, se alejó de su familia para ir a Adulam. Estando allí, se casó con una mujer cananea, con la cual tuvo tres hijos. El mayor, de nombre Er, tomó por esposa a una mujer llamada Tamar; sin embargo, Er fue malo ante los ojos de Dios, por lo cual le quitó la vida. Entonces Judá ordenó a su segundo hijo Onán, que se casara con Tamar para dar descendencia a su hermano muerto. Si bien el joven se casó con ella, no la embarazó, pues, no estaba de acuerdo con que los hijos no fueran considerados suyos, por lo que Jehová también lo reprobó quitándole la vida. Cuando Selá, el hijo menor de Judá tuvo edad para ser esposo de Tamar, no fue entregado a ella, por miedo a que también muriese. Pasados algunos años, Judá enviudó. Cuando Tamar cayó en la cuenta de que no iba a ser entregada como esposa a Selá, ideó un plan para, a pesar de todo, dar descendencia a Judá: Un día se enteró que su suegro andaba en los alrededores, entonces cubrió su cara con un velo, y se hizo pasar por prostituta. Judá, ignorando que se trataba de su nuera, quiso llegarse a ella, pero como no tenía con qué pagarle, le prometió enviarle un cabrito. Entonces ella pidió que le dejara en garantía su sello, su cordón, y su báculo. Cuando Judá envió el cabrito, pretendiendo recuperar sus pertenencias, no halló a la supuesta prostituta. (38:1-23)
* No sabemos si éste fue el primer caso en que el hermano de un difunto debía casarse con la viuda para darle descendencia al fallecido; lo que sí sabemos es que, cuando Moisés dio la ley al pueblo hebreo, más de cuatrocientos años después, fue uno de los puntos incluidos en ella: "Cuando hermanos habitaren juntos, y muriere alguno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no se casará fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer, y hará con ella parentesco" (Dt 25:5 RVR60)
Pasados algunos meses, alguien dio aviso a Judá de que Tamar había fornicado, pues estaba encinta. Cuando Judá oyó esto, la condenó, pero ella, mostrando el sello, el cordón y el báculo, dijo que el padre del hijo que esperaba era el propietario de esos objetos. Entonces Judá recordó a la mujer, y descubrió que había sido Tamar. Reconociendo que había actuado mal con ella al no darla como mujer a Selá, la acogió, pero nunca más durmió con ella. (38:24-26)
* Estaba escrito que la salvación provendría de la simiente de Judá. Por el Evangelio de Mateo, sabemos que Jesús es descendiente de Judá a través de Fares, el hijo nacido de Tamar.
* Nuevamente vemos que el segundo hijo toma el lugar del que iba a ser el primogénito. Lo vimos antes, cuando Jacob suplantó a Esaú para recibir la bendición del primogénito, y lo vemos ahora, en que Fares se adelanta a Zara al nacer. Fares nos vuelve a mostrar que son los hijos del pacto nuevo, los que nacen del Espíritu Santo, y no los del pacto mosaico, quienes heredan la vida eterna. Pero esto no es un capricho divino. Las Escrituras nos enseñan los motivos con claridad:
El Apóstol Pablo nos explicó que primero es lo animal, después lo espiritual. En otras palabras, nuestro primer nacimiento es terrenal, como Adán, pero, para entrar al Reino de los cielos, debemos nacer del Espíritu, y ser como Jesús (el segundo Adán); y para nacer del Espíritu, hay que creer a la Palabra de Dios, que dice que Jesús es Su Hijo, al que envió para redimirnos, y darnos vida eterna. Jesús es el primero en resucitar de los muertos; es el primogénito de entre muchos hermanos (nosotros), que también seremos transformados a la imagen del Hijo de Dios, cuando llegue el momento del juicio. Por este motivo, mientras los judíos, hijos del pacto mosaico, (o cualquier persona de cualquier etnia), sigan rechazando a Jesús como el Mesías, continuarán estando excluidos del Reino de los cielos. Sin embargo, la misericordia de Dios nunca termina, y su fidelidad es para siempre, pues, aún es tiempo, y si se arrepienten de su incredulidad, y reconocen que Jesús es el Señor, serán incorporados a la congregación de los santos.
** Habiendo comprendido el significado que tiene el hecho de que el segundo hijo se abre camino, dejando atrás al que venía primero, esto es, que el primer nacimiento, de la carne y la sangre, no conducen al reino de los cielos, sino que es necesario renacer del Espíritu (nunca es demasiado insistir en este punto; es cosa de vida o muerte), quizás la inserción del nacimiento de estos gemelos en medio de la historia de los padecimientos de José, nos quiere hacer comprender que, para entrar al reino de Dios, hay que hacerlo por el camino angosto, pues, el camino ancho sólo lleva a la perdición. La santificación, que es el proceso de transformación de una vida al servicio de la carne, a una vida para servir en el Espíritu, no es un camino fácil, (pero ¿quién tiene una vida sin tribulaciones en este mundo? La diferencia es que, escoger el camino angosto, trae recompensa aquí y en el mundo venidero), y requiere renuncia, sacrificio, paciencia, y mucha disciplina. Jesús advirtió que seguirle no nos eximiría de aflicciones, pero que debemos animarnos, porque Él venció al maligno; esto quiere decir que, a nosotros, los hijos, se nos ha abierto el camino que lleva a la vida en abundancia (como en el Edén) que Dios preparó para nosotros.
Todos seremos probados en el camino a la vida eterna. Ni Jesús fue la excepción a esta regla: después de ser bautizado en agua por Juan, el Señor fue probado. Dice la Palabra que Él fue conducido al desierto por el Espíritu Santo, para ser tentado por Satanás. Allí estuvo cuarenta días y cuarenta noches sin probar alimento, pero resistió las tentaciones recurriendo a su profundo conocimiento de las Escrituras, las cuales citó cada vez que el diablo lo tentó, y habiéndose opuesto a todas sus estratagemas, volvió del desierto fortalecido en el poder del Espíritu, para dar inicio a su ministerio terrenal.
José estaba iniciando un proceso muy doloroso que pondría a prueba su carácter. No cabe duda de que él había sido un niño mimado, que poco sabía de adversidades, pues contaba con la protección de su padre. Hasta ahora, no vemos que José invoque al Dios de sus padres en su vida, ni ninguno de sus hermanos lo ha hecho aún. Todos son hombres carnales, dominados por los celos, envidias, odio y egoísmo. José debió ser llevado al desierto, y ser sometido a disciplina, para que empezara a invocar el nombre del Señor. Su naturaleza carnal comenzaría a transformarse para convertirse en un verdadero siervo de Dios.
LOS PLANES SUPERIORES DE JEHOVÁ
* José había sido escogido por Dios con un propósito, y todo lo que le ocurrió, incluso las que parecían ser las injusticias más grandes, tenían como objetivo cumplir con un fin superior, el cual se nos revelará más adelante. Este hijo de Israel iba a ser quebrantado hasta lo sumo, a fin de ejercitarlo en desarrollar las virtudes necesarias para enfrentar lo que Dios había preparado para su vida.
EL INTÉRPRETE DE SUEÑOS
LOS SUEÑOS DEL FARAÓN
* Sin pretender reinterpretar la revelación que Jehová dio a José sobre el sueño de faraón, también podemos extraer un significado espiritual de él, lo que, quizás, nos pueda ayudar a entender los tiempos: Uno de los más graves problemas que ha debido enfrentar la iglesia desde su nacimiento, es la introducción de herejías. No pocos han intentado tergiversar el evangelio de nuestro Señor. Esos herejes son como Vacas flacas y feas devorando vacas gordas y hermosas; o espigas delgadas y marchitas comiéndose las espigas hermosas. Mas claro es el significado, por cuanto las vacas y espigas feas seguían sido feas después de devorar a las hermosas. Dijo Jehová: “mi pueblo fue llevado cautivo: por su falta de conocimiento. Sus mejores hombres murieron de hambre; sus multitudes murieron de sed" (Is 5:13 RVC). Dios mandó pan del cielo para nuestra hambre, y agua de la peña para nuestra sed, pero si seguimos ignorando la palabra de Dios, fácilmente seremos presa de espíritus engañadores y doctrinas de demonios, que no hacen más que conducir a la apostasía, porque no sacian ni el hambre, ni la sed de justicia que aumenta cada día más en el mundo.
Jehová puso eternidad en el corazón de los hijos de los hombres, por eso los hombres buscan, y se preguntan ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿para dónde voy? ¿cuál es mi propósito? En su ser interior buscan comida y agua, pero reciben hiel y vinagre, porque, cuando decidieron ignorar al único que puede alimentarlos y calmar su sed de justicia, prestaron oído a falsos maestros que, creyéndose sabios, se basan en la mentira para armar doctrinas sin sustento, y las enseñan como la verdad. No en vano Jesús mismo se preguntaba: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18:8).
JOSÉ, GOBERNADOR DE EGIPTO
* La relación Faraón-José, donde sólo faraón está por sobre la autoridad de José, es la misma verticalidad de Dios el Padre, por sobre el Hijo del Hombre, Jesús, a quien dio toda potestad sobre el cielo y la tierra. Jesús nada hacía, sino lo que Dios le mandaba que hiciera y dijera. Cuando Jehová anunció la venida del Mesías, lo presentó como "Mi siervo David", quien reinaría en medio de Su pueblo. Por boca de Ezequiel, dijo: "Yo salvaré a mis ovejas, (...) Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos..."; "Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor..." (Ez 34:22-24; 37:24).
Si bien es cierto, Jesús era Jehová con nosotros, y es Uno con el Padre, Jesús estaba limitado por su humanidad mientras estuvo en la tierra: Él no era omnipresente, por ejemplo, e incluso, Él mismo declaró que había cosas que Él ignoraba, como, por ejemplo, el día del regreso del Hijo del Hombre, información que estaba en la sola potestad de Dios. Por eso, aunque el Espíritu de Dios estaba sobre Jesús en toda su plenitud, y Él era la imagen visible del Dios invisible, Él se refería a Dios como su Dios y Padre.
Dice la Palabra de Dios que Jesús está reinando ahora, sentado a la diestra de Dios, y que lo seguirá haciendo hasta que haya puesto a todos sus enemigos bajo sus pies, porque Jehová se propuso sujetar todas las cosas bajo el Señorío de Cristo, lo de arriba como lo que está en la tierra, y que, una vez que todo haya quedado sujeto a Él, el mismo Señor se sujetará a Dios, de manera que Dios sea todo en todos.
* Así como José recibió de parte de Faraón, a su esposa, Jesús recibió a su prometida, la iglesia, cuya raíz está en el pueblo formado en la ley mosaica, como regalo de parte de Dios. Y del mismo modo en que al unirse un hombre a su mujer forman una sola carne, la iglesia está unida a Jesús por el mismo Espíritu, formando uno solo con Él. La iglesia es el cuerpo de Cristo.
Jesús llama "mis ovejas" a los que forman su iglesia, porque oyen su voz y él las conoce, y ellas lo siguen, como ovejas a su Pastor. Tanto las ama, que estuvo dispuesto a dar su vida por ellas, para que ellas no perecieran, y pudieran vivir eternamente. Nadie puede arrebatar de las manos de Jesús las ovejas que el Padre le dio.
** Jesús también inició su ministerio en la tierra cuando tenía unos treinta años, (aunque, de acuerdo con lo que hemos estudiado, probablemente tenía unos treinta y cinco años [ver Estudio de Lucas, versículos 2:1-7; 3:23-38]).
LOS HIJOS DE JOSÉ
* Ya dijimos que José es un tipo de Jesús, el Señor de toda la tierra. Los hijos de José, Manasés y Efraín, quizás podrían estar mostrándonos a los dos testigos que Jesús arrastra consigo a la vida eterna: el remanente del pueblo judío escogido por gracia y los gentiles que están siendo llamados para salvación. Dos pueblos que en Jesús se vuelven uno. El primero, proveniente del olivo original del cual habla Pablo en su epístola a los Romanos: los descendientes de Abraham según la carne; el segundo, los gentiles, a los que Pablo describe como ramas del olivo silvestre, que fueron injertadas al olivo original, para que también pudieran disfrutar de la rica savia de éste. Ambos son salvados por la fe en Jesús, convirtiéndose en un solo pueblo, heredero de la promesa hecha a Abraham. Tanto judíos como gentiles reciben el derecho de ser hechos hijos del Altísimo, por haber creído en Aquél que Dios envió como Salvador. Así nace la iglesia, nación santa, pueblo adquirido por Dios para anunciar el evangelio al mundo.
** Es interesante ver que el autor de Génesis se preocupa de señalar que los dos hijos de José nacieron antes de que comenzara el primer año de hambruna. Quizás esto nos está indicando que los primeros siete años de abundancia, equivalen al tiempo del ministerio de Jesús en la tierra. Fue entonces que la Verdad fue predicada pura y sanadora, y muchos judíos, y también gentiles, fueron convencidos de que Jesús era el Ungido de Dios, enviado para darles vida en abundancia, y le siguieron.
Aunque la tradición habla de tres años de ministerio de Jesús en la tierra, ésa no es una información que hallemos en los evangelios, sino, más bien, es una conclusión extraída del evangelio según san Juan, donde se menciona tres pascuas celebradas mientras Jesús vivía entre nosotros. Por otra parte, los tiempos dados en la profecía bíblica, sobre los cuales se hacen estimaciones, no siempre deben ser tomados literalmente, pues, por lo general, se refieren a períodos en que se divide la historia de la redención, y no a años
TERMINA LA ABUNDANCIA, EMPIEZA EL HAMBRE
* Al comentar el significado espiritual del sueño de faraón, (comentario de Gn 41:1-36, más arriba) de alguna manera insinuamos lo que el tiempo de hambruna pudiera significar. Sin embargo, aquí se esconde un mensaje aún más profundo:
Amparándonos en otros pasajes de las Escrituras, podemos concluir que el tiempo de hambruna atañe a todo el mundo, pero especialmente al pueblo judío que rechaza a su Mesías. Después de decir que la maldad de Israel había llegado al colmo, dijo Jehová, por medio del profeta Amós: "Ha venido el fin sobre mi pueblo Israel; no lo toleraré más" (Am 8:2). Y luego, pronunció juicio sobre el pueblo rebelde: "He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán" (Am 8:11-12)
También declaró a partir de cuándo sucederían estos hechos: "Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro. Y cambiaré vuestras fiestas en lloro, y todos vuestros cantares en lamentaciones; y haré poner cilicio sobre todo lomo, y que se rape toda cabeza; y la volveré como en llanto de unigénito, y su postrimería como día amargo" (Am 8:9-10). Esta profecía se cumplió cuando mataron en la cruz a su Mesías. Dice el libro de Mateo: "Al mediodía, la tierra se llenó de oscuridad hasta las tres de la tarde" (Mt 27:45 NTV).
Dice Moisés (escritor del Génesis) que, después de los siete años de abundancia, "hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan." (Gn 41:54). ¿Cuál es el mensaje de estas palabras para este tiempo?
Cuando dice que en Egipto había pan; siendo Egipto símbolo del mundo, debemos entender que está refiriéndose a la iglesia inserta en el mundo, donde el que busque, hallará el pan de vida. El pueblo judío que rechaza a Jesús sigue viviendo aislado del resto del mundo para no contaminarse, y eso está bien, pues, la iglesia también está llamada a desechar las costumbres mundanas, sin embargo, también está llamada a ser luz en medio de las tinieblas. El problema con los judíos es que, en su afán por aferrarse a sus tradiciones religiosas, pierden de vista que la iglesia no es del mundo, sino de Dios, y que en ella Dios mantiene viva Su Luz como un faro que guía a la vida eterna, porque la iglesia es la Jerusalén celestial; la congregación de los santos renacidos del Espíritu de Dios, en la que se cumple la promesa hecha a Abraham.
Sin dudas, la nación de Israel, al seguir amparándose en una ley que ya cumplió su objetivo, y en promesas que en Jesús, a quien rechazan como el Mesías, tienen cumplimiento, vive una hambruna espiritual sin precedentes, y continúan tratando de extraer agua de cisternas rotas, porque no quieren venir a Jesucristo, fuente de agua viva. Es probable que el hambre que hubo en Jerusalén, durante el ministerio de los apóstoles, haya sido una señal a los judíos incrédulos.
¡Oh, hijo de Israel, Dios sigue llamándote! Si tan solo prestaras atención, la luz de la vida alumbraría tu camino, y aguas vivas correrían a través de ti. "La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Jn 1:17 RVC).
** La muerte de Jesús no fue en vano. Él había dicho que, para que la semilla de trigo diera fruto, debía caer a tierra y morir, y fue lo que ocurrió, porque al morir el Hijo del Hombre, y resucitar, destruyó el poder que Satanás ejercía sobre la humanidad por medio del pecado que condenaba a la muerte. Ahora Jesucristo vive, y tiene en sus manos las llaves de la muerte y del Hades, por tanto, nada ni nadie puede condenar a los que han sido salvados en la cruz.
Jesucristo, que ahora está sentado a la diestra de Dios el Padre, es quien abre los graneros para que haya abundancia de pan de vida, en medio de un mundo condenado a morir. "En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch 4:11-12).
En Jesús se cumplen las palabras dichas por Isaías: "A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma..." (Is 55:1-6).
EL HAMBRE LLEGA A LA CASA DE JACOB
* Así como los hermanos no reconocieron a José, tampoco Jesús fue reconocido por sus hermanos judíos. A pesar de todos los milagros que hizo, que daban testimonio de que Él era el Mesías, lo rechazaron; en especial los líderes judíos, pero estaba escrito que el Mesías debía padecer para ser glorificado.
** José, simbolizando a Cristo, vendía alimento no sólo a los egipcios, sino a todas las naciones; Jesús llama a todos al arrepentimiento, sin acepción de Personas. Él es quien provee el alimento que permanece para vida eterna; porque Él es el pan del cielo que da vida al mundo; todos podemos comer de ese Pan para que no tengamos que perecer por nuestros pecados. Jesús no nos pide que hagamos obras, sino que creamos en Él, en el sacrificio que hizo en la cruz ofrendándose por nosotros, y en la sangre que derramó para expiación de todos nuestros pecados.
*** En el hijo menor de Israel, Benjamín (que significa hijo de la mano derecha), podemos ver, de cierta manera, a los hijos nacidos del Espíritu Santo por la fe en Jesucristo.
Del pueblo judío que permanece incrédulo, habiéndosele predicado el evangelio antes que al resto de las naciones, dicen las Escrituras que sólo entrará al reino de los cielos el que se arrepiente de su incredulidad, y reconoce que Jesús es el Mesías; entonces será reinjertado al olivo original, del cual fue desgajado, y recibirá el Espíritu Santo en su corazón. Sin Benjamín, (o sea, sin fe en el Hijo de Dios), no habrá libertad para los hijos de Israel, porque seguirán siendo sólo carne y sangre, y la carne y la sangre no pueden heredar el reino. Por eso, dice la Palabra, es necesario nacer del Espíritu para entrar al Reino de los cielos. Sólo los que han renacido del Espíritu Santo por la fe en Jesucristo son llamados hijos de Dios, (el resto de los humanos son sólo criaturas de Dios).
EL ARREPENTIMIENTO DE LOS HIJOS DE ISRAEL
* Vemos cómo los hermanos se lamentan de haber ignorado la angustia de su hermano José cuando se deshicieron de él; asimismo, las Escrituras predicen y dan testimonio del dolor que manifiestan los miembros del pueblo judío, cuando les son abiertos los ojos por la Palabra, y reconocen que torturaron y mataron a su Mesías. Cada vez que pasa esto, es porque Dios sigue llamando a los hijos de Israel, pues, no se ha olvidado de ellos, pero es necesario que haya quien les predique, y que ellos estén dispuestos a recibir el evangelio.
BENJAMÍN ES LLEVADO ANTE JOSÉ
* Judá, garantizando con su vida el bienestar de Benjamín, estaba mostrándose como el ancestro del Mesías, pues, David, a quien Jehová prometió que de su descendencia vendría el Rey cuyo reinado sería eterno, era de la tribu de Judá. Antes de morir, Moisés dijo de Benjamín: "El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará" (Dt 33:12). Más ejemplo de esta unión, la vemos cuando la nación de Israel quedó dividida en dos reinos, la tribu de Benjamín permaneció bajo el cobijo de Judá, formando parte del remanente que quedó en la ciudad de Jerusalén, donde Jehová decidió poner su Nombre, y que se conocía con el nombre de reino de Judá.
Judá comenzaba a atar su vida a la del hermano menor, igual que Siloh ata a la vid verdadera el pollino, hijo de asna, profecía que Jacob hizo sobre su hijo Judá, la cual hacía alusión a Jesús el Mesías, que lleva consigo a la congregación de los santos escogidos para vida eterna, (cuyo origen está en los hijos de Israel), de lo cual da señal al entrar al templo montado en un pollino, hijo de asna, animal de carga.
Cuando José vio a su hermano menor, hizo que prepararan mesa en su casa, pues comería con ellos. Los hermanos temieron que se tratara de una trampa para dejarlos cautivos, a causa del dinero que habían llevado de regreso en su anterior viaje, así que hablaron con el mayordomo, pero éste les dijo que se tranquilizaran, pues él había recibido el pago por esos alimentos. Además, liberó a Simeón, y lo llevó con ellos. En casa de José, les dieron agua, y lavaron sus pies, y cuando llegó José al medio día, se inclinaron ante él y le ofrecieron los presentes que traían. (43:16-26)
* Jesús clamó: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba" (Jn 7:37), porque Jesús es el que da el agua viva que sacia nuestra sed espiritual. El agua viva es el Espíritu Santo que se recibe como sello de salvación eterna. Jehová dijo: "No temas, porque Yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú" (Is 43:1)
José les preguntó por su padre, y le dijeron que aún vivía. Luego preguntó si el joven era el hermano menor, y lo bendijo, pero su emoción era tan grande, que dejó la sala, y fue a llorar a su recámara. Luego, secó sus lágrimas y volvió, y ordenó que les dieran pan. José comía aparte de sus hermanos, quienes estaban a la mesa ordenados de mayor a menor. Por otro lado, los egipcios que estaban con ellos, también se sentaban aparte, pues los egipcios no comían con los hebreos, pues era abominación para los egipcios hacerlo. José enviaba parte de su vianda a sus hermanos, pero la porción de Benjamín era cinco veces más grande. (43:27-34)
* ¿Por qué José enviaba una porción más grande para Benjamín? Algunos estudiosos piensan que lo hizo para ver cómo reaccionaría el resto de los hermanos al ver el favoritismo demostrado por el gobernador de Egipto hacia el hermano menor, y probar así si mostrarían la misma aversión que desarrollaron hacia su persona, cuando su padre Jacob lo favorecía a él por sobre sus otros hijos.
Sin pretender menospreciar esa conclusión, me inclino más a pensar que, siendo Benjamín un símbolo de los hijos del nuevo pacto, el haber sido bendecidos con la presencia del Espíritu Santo en el corazón de cada creyente, sin dudas, es una porción mucho mayor que la que recibió el pueblo hebreo, que fue escogido por Dios para iniciar el plan de redención del mundo, dándole la ley mosaica y las promesas. Pero aun esa bendición fue un regalo grande e inmerecido.
LA COPA DE JOSÉ
* José aún no se fiaba de sus hermanos y, lo más probable, es que hizo esto para ver si serían capaces de abandonar a Benjamín, como lo hicieron con él, cuando lo vieran amenazado de convertirse en esclavo del gobernador de Egipto. Hasta no ver que estuvieran dispuestos a dar todo a cambio de la liberación de Benjamín, él no les revelaría la verdad.
* Judá, nuevamente, ofreciéndose a cambio de Benjamín, para dar libertad a su hermano menor. Es lo que hizo su descendiente Jesús por nosotros. El Mesías dio su vida a cambio de la nuestra, y nos sustituyó en la cruz, donde nosotros debíamos pagar por nuestro pecado, para que nosotros no tuviéramos que morir, y recibiéramos redención eterna. Él nos libertó del pecado que nos condenaba a la muerte eterna. Todos los que hemos sido redimidos en la muerte y resurrección de Jesús somos los benjamines, que caminamos bajo el cobijo de nuestro amado Salvador; somos el pollino atado a la vid verdadera.
JOSÉ REVELA SU IDENTIDAD A SUS HERMANOS
* ¡Es un golpe muy grande para los judíos, cuando les son abiertos los ojos y los oídos, y pueden comprender que Aquél al que acusaron de blasfemo, y entregaron a los gentiles para que lo torturaran, lo azotaran y crucificaran era el Ungido de Dios! Sin embargo, igual como lo expresa José con respecto a su sufrimiento en Egipto, el pueblo judío también debe comprender que era necesario que el enviado de YHWH padeciera, como estaba escrito de él en las Escrituras, a fin de poder preservar la vida de la humanidad, al expiar, de una vez y para siempre, con Su preciosa sangre, como la de un cordero sin mancha, todos los pecados que separan al Creador de su creación, en el gran día de la expiación.
El profeta Isaías lo dijo de esta manera: "Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca". (Is 53:3-7).
LA BUENA NUEVA PARA JACOB
Y envió José a sus hermanos, en los carros de faraón, cargados de víveres para el camino de ida y regreso, y dio ropas nuevas a todos sus hermanos, pero a Benjamín le dio mucho más: trescientas piezas de plata y cinco nuevos vestidos. Cuando llegaron donde Jacob, le dijeron: "José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto". Jacob se afligió por la noticia, pues, le costaba creer, pero al ver los carros egipcios que José había enviado, su espíritu revivió, y exclamó: "Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera." (45:21-28)
* Jesús dijo a sus apóstoles que fueran y predicaran el arrepentimiento y el perdón de pecados a todos, partiendo por Jerusalén. En los primeros capítulos del libro de los Hechos vemos cómo, después de recibido el Espíritu Santo por los apóstoles, éstos comenzaron a predicar a los hijos de Israel con denuedo la salvación que Dios proveyó en Jesucristo, y les abrían las Escrituras, explicándoles que ellos habían dado muerte a Aquél que YHWH había enviado para salvarlos; que Éste era el Mesías, descendiente de David, al cual Dios había resucitado, porque de Él hablaba David cuando dijo que el Señor no dejaría su alma en el Seol. Que, a este Jesús, Jehová lo había hecho Señor y Cristo. Compungidos los israelitas, preguntaban qué podían hacer, y la respuesta fue: "Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo" (Hch 2:22-41 RVC). Sólo aquel día se añadieron a la iglesia como tres mil judíos. Cada vez que los apóstoles predicaban a los judíos la salvación que estaba disponible en Jesucristo, la iglesia seguía creciendo, y eran miles los que entraban a la nueva Jerusalén. (A los gentiles se llevó el evangelio después que se predicó a los judíos. Ministerio dado al apóstol Pablo).
La reacción de Jacob, que ahora es Israel, nos está mostrando lo que sucede a los hijos de la nación que nace de él, cuando conocen la verdad: primero, es la conmoción, pero después, ya no quieren seguir perdiendo el tiempo, sino que ansían ir y postrarse ante el único Señor de la creación, porque no hay otro nombre en quien podamos ser salvos: Jesucristo el Señor.
ISRAEL EN EGIPTO
Entonces salió Jacob con todo lo que tenía, y vino a Beerseba a ofrecer sacrificio al Dios de su Padre, y Dios le habló en visiones esa noche, diciéndole que no temiera descender a Egipto, porque allí haría de Israel una gran nación. Jehová lo haría descender a Egipto y también lo haría volver de allí, y que José estaría con él cuando llegara su momento de morir. Entonces, Jacob partió de Beerseba con toda su familia, sus hijos, nietos, rumbo a Egipto. En total, setenta personas de la casa de Jacob llegaron a Gosén. (46:1-27)
* Para un judío era abominación unirse a los gentiles. Sin embargo, en Cristo, todos, judíos y gentiles, recibimos el mismo trato: somos limpiados por la Palabra, y regenerados por el Espíritu al momento en que creemos y nos arrepentimos, y seremos salvos cuando nuestro Señor Jesucristo venga para juzgar al mundo. Los israelitas pensaban que la salvación sólo estaba destinada a los de su pueblo, sin embargo, Jehová había dicho que, en la simiente de Abraham, esto es, en Jesucristo, todas las naciones iban a ser bendecidas. Para Pedro fue una sorpresa cuando Jesús lo envió a predicar el evangelio a un gentil, pero entendió que Dios no hace acepción de personas. Por su parte, Pablo, siendo un judío fariseo, instruido en la Ley mosaica, perseguidor de la iglesia, fue llamado para llevar el evangelio a los gentiles. Son las benditas paradojas que encontramos en el plan divino.
Que Israel fuera a Egipto, donde se volvería una gran nación, estaba mostrando que es en la iglesia (que ahora mayoritariamente se compone de gentiles, aunque nació en medio del pueblo judío), que Israel se vuelve una gran nación. Dicen las Escrituras que un israelita no es exclusivamente uno de la sangre de Abraham, sino todo el que tiene la fe que a Abraham le fue contada por justicia, sin importar su procedencia.
** Lamentablemente, hoy la iglesia está muy dividida, y encontramos diversas denominaciones y todo tipo de grupos de personas que se hacen llamar iglesia, que enseñan falsas doctrinas. Por el temor reverente que debo a mi Señor, y por el amor que debo a mi prójimo, que no quiero que se pierda, no voy a cometer el error de no aclarar que, cuando hablo de iglesia, no estoy hablando de la que tiene su asiento en el Vaticano, sino de una iglesia cuya doctrina se basa sólo en la Biblia (Sola Escritura); que tiene como único intermediario a Jesucristo, a quien Dios exaltó como único Señor (Solo Cristo); que cree que la salvación es un regalo inmerecido, porque nada podemos hacer que merezca el perdón de Dios (Sola Gracia), que recibimos de Dios por la fe, y no por obras que hayamos hecho (Sola Fe); y, por último, pero no menos importante, la iglesia verdadera sabe que toda la gloria es de Dios, y que a nadie más debe adorar y alabar, sino al Dios eterno y sublime que se ha manifestado en su creación, y ahora en su Palabra (Solo a Dios la Gloria).
La verdadera congregación de los santos en que se cumplen las promesas hechas a Abraham es aquélla que ha renacido del Espíritu Santo por la fe en el Hijo de Dios, a la cual el Mesías llamó Su iglesia.
*** Así como Israel era extranjero en Egipto, los hijos que hemos nacidos del Espíritu Santo nos volvemos extranjeros en el mundo, porque ahora nuestra ciudadanía está en los cielos. Nosotros, que hemos sido sacados de las tinieblas, y trasladados al reino de Dios; somos peregrinos en la tierra, pero en este peregrinar no estamos solos, porque Jesús está con nosotros por su Espíritu que hizo morar en nosotros. Seguimos aquí, porque tenemos una misión que cumplir en el mundo: esparcir el Evangelio, para que muchos, que aún están perdidos, puedan ver la luz, y sean salvos de esta perversa generación.
* Sólo cuando el pueblo judío vea en la faz de Cristo la gloria de YHWH podrá morir en paz, sabiendo que su Mesías vive, y que en Él tienen vida eterna.
* El mundo rechaza a todos los que trabajan por llevar más ovejas al redil de nuestro Pastor. No es fácil evangelizar en un mundo dominado por la ambición, el materialismo, la codicia, la envidia. Vivimos en un sistema competitivo, donde el más fuerte parece ser el que más riquezas ha acumulado, y ante el cual se inclinan los que no conocen la Verdad. Hablar de perdonar, de bendecir al enemigo, de orar por los que nos aborrecen, de creer en alguien a quien no pueden ver, se hace cada vez más difícil en una tierra cegada por las potestades de las tinieblas que la dominan.
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