sábado, 16 de mayo de 2015

La Primogenitura Es del Hijo Menor/Conclusión - GÉNESIS (Parte V) - [Gn 47 a 50]

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos que se están estudiando (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios que surgen respecto de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.) 




JOSÉ ALIMENTA Y DA VIDA A LOS HABITANTES DE LA TIERRA


José fue hasta faraón, y llevó consigo a cinco de sus hermanos, quienes contaron al rey que ellos eran pastores de ovejas, y que en Canaán era grande el hambre, y no había pastos para alimentar sus rebaños. José presentó a su padre también, y Jacob bendijo al faraón. El faraón dijo a José que llevara a su familia a habitar lo mejor de la tierra de Gosén, y si hallaba entre sus hermanos gente capaz, que los nombrara mayorales de su ganado. "Y alimentaba José a su padre y a sus hermanos, y a toda la casa de su padre, con pan, según el número de los hijos." (47:1-12)

* Sólo cinco de sus hermanos fueron llevados ante faraón. Si continuamos con lo que el Señor nos ha ido mostrando en nuestro estudio, respecto al significado de los eventos registrados en la historia de José en Egipto (Parte IV), podemos ver que, esos pocos hermanos escogidos por José, para llevar ante faraón, podrían representar a la porción de judíos que fueron las primicias que rindieron sus vidas a Dios por medio de Jesucristo. En cuanto al resto, la Palabra de Dios dice que, parte de Israel fue endurecido, (porque Dios sujetó a todos -judíos y gentiles- a desobediencia), para que la misericordia de Dios alcanzara a todos por igual, en otras palabras, ahora es tiempo de gracia para que todos, judíos y gentiles, obedezcan el llamado, y sean salvos. Esto continuará de esta manera hasta que entre la plenitud de los gentiles convocados al reino de los cielos, y así todo Israel, el Israel de la fe que a Abraham le fue contada por justicia, será salvo

Mientras tanto, la hambruna se seguía extendiendo, y José acumulaba en la casa de faraón todo el dinero, tanto de Egipto como de Canaán, recibido a cambio de los alimentos que él les daba. Pero llegó el momento en que los egipcios ya no tenían con qué comprar, pues, el dinero se les había acabado, entonces José les dijo que trajeran su ganado a cambio de alimento. Terminado ese año, ya no tenían ganado con que pagar, así que, decidieron pagar con sus tierras, y se ofrecieron a sí mismos como siervos de faraón. De ese modo, toda la tierra llegó a ser propiedad del faraón, a excepción de la de los sacerdotes, que no tenían necesidad de vender sus terrenos, ya que recibían su ración de alimentos de parte del faraón. José entonces dijo al Pueblo: "He aquí os he comprado hoy, a vosotros y a vuestra tierra, para Faraón; ved aquí semilla, y sembraréis la tierra". Y el pueblo respondió: "La vida nos has dado; hallemos gracia en ojos de nuestro señor, y seamos siervos de Faraón". (47:13-26)

* ¿Cuáles son las riquezas con que pagamos para ser alimentados del pan del cielo? No son nuestros diezmos ni ofrendas, son nuestras vidas rendidas al Señorío de Jesucristo. Todo lo que antes considerábamos de valor en el mundo, nuestros bienes, títulos, posiciones, ante la sublime ofrenda que Dios hizo por nosotros a través de Jesucristo, pierden su brillo y atractivo, y se convierten en cosas prescindibles, "estiércol", como lo llama Pablo en su carta a los filipenses, porque reconocemos que nuestro mayor tesoro y único sustentador es Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque de Él proviene todo cuanto necesitamos para estar bien. Reconociendo, por tanto, lo que verdaderamente tiene valor, comenzamos a vivir en este mundo, ya no para nosotros, sino para el Señor. Y es una promesa que, si buscamos, primeramente, el reino de Dios y su justicia, lo demás será añadido por nuestro Sustentador (por medio de nuestro trabajo, por ejemplo, que ahora también lo empezamos a hacer como para el Señor). 

** Obedecer el llamado de Jesucristo es un acto que involucra nuestra voluntad. El Salmo 110 de David, dice: "Jehová dijo a mi Señor:  Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies", y agrega: "Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, en la hermosura de la santidad". Así que, esas enseñanzas que dicen que el llamado es "irresistible" se caen cuando leemos en profundidad las Escrituras. El Señor dijo: "muchos son llamados, y pocos escogidos" (Mt 22:14). Incluso, la parábola del sembrador nos hace ver que el evangelio se predica masivamente, y sólo algunos lo reciben con el corazón correcto; otros, sólo con emocionalidad, pero Satanás se encarga de quitarlo, y si esos que se sintieron tocados por la Palabra recibida no perseveran, ni se arrepienten, se van a perder, porque no han sido regenerados.

No estoy queriendo decir que haya algún grado de participación del hombre en el proceso de salvación, porque todo es por la Gracia de Dios, y por la fe en Jesucristo, que es un don de Dios que recibimos al oír la Palabra, sino que, al hombre le corresponde la responsabilidad de quitar sus ojos del mundo, para rendirse verdaderamente a Dios. Jesús demanda que nos arrepintamos, porque sin arrepentimiento no hay regeneración. Dice la Palabra que, "Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro" (Lc 6:13). Cuando el Apóstol dice que corrijamos a los que se oponen al evangelio, "por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad" (2Tim 2:25), no significa que Dios les va a poner "arrepentimiento" en el corazón, como interviniendo la voluntad humana, sino que, por medio de la Palabra viva y eficaz, que todo lo saca a la luz, les está dando la oportunidad de que se arrepientan para que la Verdad pueda ser revelada en sus vidas. Más claro aún es cuando Pablo dice que somos embajadores de Jesucristo, para que "roguemos" a los llamados que se reconcilien con Dios. Cuando "rogamos" a alguien, esperamos un sí o un no como respuesta de su parte.

*** El mandato de José fue que, de la semilla recibida, los egipcios deberían sembrar la tierra. La semilla que Jesús nos dio para que repartiéramos es el Evangelio. Él nos comisionó a hacer discípulos hasta lo último de la tierra, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas las cosas que Él nos mandó.
**** El pueblo reconoció que José le había dado la vida al haberle entregado alimento, a cambio de todas sus pertenencias y de su propia vida, que de nada les servía en esa tierra estéril. Jesucristo también nos rescata de nuestra vana manera de vivir cuando ponemos nuestra fe en Él, porque todo el que cree en el Hijo de Dios no perecerá, sino tendrá vida eternaJesucristo es el pan de vida. Nada nos llevaremos al cielo, por lo tanto, de nada nos sirve acumular tesoros terrenales. Más bien, debemos procurarnos tesoros en el cielo.

De ese modo, Israel habitó en la tierra de Egipto, y se multiplicaron en gran manera. Jacob vivió diecisiete años más, hasta que murió a la edad de ciento cuarenta y siete años. Cuando Israel iba a morir, llamó a José y le hizo prometer que no enterraría sus restos en Egipto, y que lo sepultaría en el sepulcro de sus padres. José le juró que así lo haría. Entonces, Israel se inclinó sobre la cabecera de la cama. (47:27-31)


LOS HEREDEROS DE LA PROMESA


Cuando José supo que su padre estaba muy enfermo, le llevó a sus dos hijos para que los bendijera. Al recibirlos, Israel contó a José que Jehová se le había aparecido en la ciudad de Luz, en Canaán, y le había bendecido, diciendo: "He aquí yo te haré crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua". Y luego dijo a su hijo que, tanto Manasés como Efraín, nacidos en Egipto antes de su llegada, serían como hijos suyos, con los mismos derechos que Rubén y Simeón, pero los que nacieran después iban a ser de José, no obstante, con respecto a los derechos hereditarios de estos últimos, tanto ellos como sus descendientes iban a ser considerados como parte de la descendencia de sus hermanos mayores. Luego Jacob contó a José que Raquel, su madre, había muerto en Canaán, luego de partir de Padan-Aram, estando a medio camino, y fue sepultada en Efrata, que es Belén. (48:1-7)

A estos dos hijos de José nacidos en Egipto, Israel (Jacob) los bendice como si fuesen hijos suyos. No sabemos si José tuvo más hijos, pero si hubiese sido así, lo que es posible, si bien no recibieron la bendición como del primogénito, como fue el caso de Manasés y Efraín, no quedaron ajenos a las promesas, pues, iban a contarse como descendientes de sus dos hermanos mayores que recibieron la bendición de Jacob. José tipifica a Jesús, por tanto, mantenemos nuestra conclusión de que, Manasés y Efraín serían los dos testigos que Jesús lleva consigo a la vida eterna (ver Parte IV, análisis Gn 41:50-52). Los otros hijos que habrían nacido a José después de Efraín representarían a gente de todas las naciones (judíos y gentiles) que, por la predicación de las primicias, creyeron en Jesús, y fueron adoptados como hijos de Dios, con los mismos derechos hereditarios que los que descienden de Abraham según la carne, a quienes se hizo la promesa, esto es, los descendientes de Isaac y Jacob. Dijo Pablo en su carta a los efesios: "ustedes ya no son extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, y están edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, cuya principal piedra angular es Jesucristo mismo" (Ef 2:19-22). 
 
Las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob son hechas por la fe que cada uno de ellos tuvo en YHWH, por lo tanto, si el nacimiento espiritual es por fe, la herencia también se recibe por fe, porque "no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes" (Ro 9:6-8). Recordemos que la promesa a Abraham dice: "en ti serán benditas todas las naciones" (Gn 12:3; Ga 3:6-9; 16--24), en otras palabras, la herencia se recibe por medio de la simiente de la fe de Abraham, que es Jesucristo, en quien renacemos espiritualmente.
    ** Como veremos más adelante en la Biblia, las tribus de Manasés y Efraín estaban entre las diez tribus del reino del norte, que conservó el nombre de Israel, luego que la nación fue dividida en dos reinos, después de la muerte de Salomón, (el reino de Judá al sur estaba integrado por las tribus de Judá y Benjamín). Los reyes que gobernaron el reino de Israel, desde un comienzo incitaron al pueblo a hacer lo que Jehová abominaba, motivo por el cual, después de siglos de intentar, infructuosamente, que se volvieran de sus perversos caminos, Jehová los entregó en manos de sus enemigos, los asirios, quienes los dispersaron por toda la tierra. Así se diluyeron sus raíces hebreas, al mezclarse con el resto de las nacionesSegún estudios, todo indica que, desde Asiria, se extendieron al resto de Asia, y de allí al resto de los continentes. Los descendientes de estas tribus perdidas estarían simbolizados por los hijos de José nacidos en Egipto, es decir, fueron resultantes de las mezclas de razas cuando se unieron los hebreos con los habitantes de las naciones. Éstos hijos, que probablemente ni se imaginan que tienen sangre hebrea en sus venas, son traídos de regreso a la casa paterna por medio de su fe en Jesucristo, cumpliéndose la promesa de Jehová que dice: "he aquí que vienen días, dice Jehová, en que no dirán más: "Vive Jehová que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, sino: Vive Jehová que hizo subir y trajo la descendencia de la casa de Israel de tierra del norte, y de todas las tierras adonde yo los había echado; y habitarán en su tierra." (Jer 23:7-8, y otros)

     

    BENDICIÓN DE PRIMOGÉNITO AL SEGUNDO HIJO


    Debido a su avanzada edad, Jacob ya no veía bien, y pidió a José que identificara a los niños. José se inclinó a tierra, y puso a sus hijos frente a su padre, quedando Manasés, su primogénito, a la mano derecha de Jacob, y Efraín, cerca de su mano izquierda, con la intención que éste les diera la bendición que correspondía a cada uno, según el orden de su nacimiento. Sin embargo, Jacob, cruzando sus manos, puso su derecha sobre la cabeza de Efraín, como para darle la bendición de primogénito, y su izquierda sobre Manasés, y bendijo a José diciendo: "El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra". Cuando José se dio cuenta que la mano derecha de Jacob estaba sobre Efraín, intentó corregirlo, pero para su sorpresa, Jacob insistió: "Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones"Y los bendijo aquel día, diciendo: "En ti bendecirá Israel, diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de Manasés". También dijo Jacob a José que Jehová los haría volver a la tierra de sus padres, y que él había reservado para José una porción mayor que la de sus hermanos, la cual había tomado de mano del amorreo con  su espada y su arco. (48:8-22

    * Un pueblo saldrá de Manasés, pero Efraín formará muchas naciones... Efraín es el nombre con que Jehová llama al reino de Israel, al nortedespués de la división de la nación en dos reinos. La denominación responde a la ubicación de la capital del reino de Israel, en el monte de Efraín; esto es, en la porción entregada a la tribu de Efraín cuando se distribuyeron las tierras entre los descendientes de Israel, después de la conquista de Canaán. Como ya dijimos, la simiente de Abraham según la carne se multiplica grandemente entre las naciones, tras la dispersión de las diez tribus cuando el reino fue conquistado por Asiria. 
     
    No obstante lo anterior, es necesario insistir en que la promesa no se hace a la simiente según la carne, sino a la simiente según la fe de Abraham. Luego de la deportación, el rey de Asiria repobló Samaria, antes habitada por el reino de Israel, con gente provenientes de diversos pueblos gentiles, los que recibieron enseñanzas sobre Jehová, y aprendieron a temer al Dios de Israel, pero ya venían con hábitos paganos muy arraigados y, aunque temían a Jehová, continuaban también sirviendo a sus ídolos. Esta costumbre se mantuvo por generaciones, pero el conocimiento y temor de Jehová también se mantuvo, y un ejemplo de que la semilla de la fe plantada entre los gentiles de Samaria en aquel tiempo continuaba dando fruto, es lo que conocemos como la historia de Jesús y la mujer Samaritana, en el capítulo 4 del libro de Juan
     
    ** La bendición que Jacob da al segundo hijo de José, por sobre el primogénito, vuelve a mostrar que los verdaderos herederos del Reino de Dios son los hijos del segundo pacto, el pacto eterno, que son los nacidos del espíritu por la fe. A estos descendientes de Abraham, los de fe, se refiere la promesa, los que, sin duda, son más numerosos (incontables) que los descendientes según la carne. Mientras los hijos de la Ley, el Primer Pacto, no abran sus ojos y reconozcan que Jesucristo es el Mesías seguirán esclavizados, es decir, no podrán entrar al reino de los cielos, porque seguirán estando en la carne, y la carne no puede heredar el reino de Dios, que está reservado para los hijos desde la fundación del mundo. Sólo cuando Jesucristo purifica con su sangre, se produce el nacimiento espiritual. Por eso dijo el Señor: "Los postreros serán primeros" (Mt 20:16 NVI). 

    PROFECÍAS DE JACOB A SUS HIJOS


    Antes de morir, Jacob llamó a sus hijos, y les dijo lo que habría de acontecer a cada uno de ellos en los días venideros: 
    A su hijo mayor Rubén, le dijo que, no obstante ser él su primer hijo, fruto de su fortaleza y vigor, ya no sería bendecido como el primogénito, por cuanto profanó el lecho de su padre al dormir con su concubina Bilha. (49:1-4

    * En el primer libro de Crónicas, el autor nos aclara a quién, de entre los hijos de Israel, pasaron los derechos de primogenitura de Rubén. Dice así: "Los hijos de Rubén primogénito de Israel (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito; bien que Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos; mas el derecho de primogenitura fue de José)…" (1 Cr 5:1-2 RVR60). 
     
    Estos derechos de primogenitura, espiritualmente hablando, fueron quitados de los hijos del pacto mosaico, simbolizado por Rubén, y fueron entregados a los hijos del nuevo pacto, el pacto de la Gracia, cuyo mediador es Jesucristo, que dio hijos del Espíritu, simbolizado por José. Bíblicamente hablando, un verdadero israelita es un hijo que nace de la simiente espiritual, por la fe en el Hijo de Dios

    Las profecías que dio a sus hijos Simeón y Leví hacían referencia al furor y la ira que dominaba a estos hermanos, lo que los llevó a matar hombres y desjarretar toros. Se lamentaba Jacob, diciendo: "En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía." También dijo: "Yo los apartaré en Jacob, Y los esparciré en Israel".(49:5-7)

    * Esta profecía, sin lugar a duda, está basada en la matanza que estos dos hijos de Jacob llevaron a cabo por venganza contra Siquem, hijo de Hamor el heveo, cuando éste violó a su hermana menor Dina. En la versión Septuaginta dice a Leví y Simeón: "desmembrarélos en Jacob y dispersarélos en Israel". 
    La historia, que conoceremos más adelante, dice que de ambas tribus no quedó más que un remanente que se allegó al reino de Judá, después que Israel fue dividido en dos reinos: de la tribu de Leví quedaron aquellos que vivían en las ciudades de Judá y Benjamín; y de Siméon quedaron aquellos que desertaron del reino de Israel, junto a algunos de Efraín y Manasés, cuando vieron que Jehová estaba con el rey Asa de Judá, quien había escuchado a Dios hablando a través del profeta Azarías para que se volvieran a él. Entonces el rey mandó quitar todos los ídolos, y reparó el altar de Jehová, y le servía. El resto de ambas tribus fue dispersado entre las naciones, tras caer el reino de Israel ante Asiria, en 722 a.C.

    La profecía para su cuarto hijo, Judá, nacido de Lea, decía: "te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará?  No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblosAtando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto
    Sus ojos, rojos del vino, y sus dientes blancos de la leche." (49:8-12)

     
    ** “El cetro no se apartará de Judá”, dijo Jacob. Efectivamente, el rey David era de la tribu de Judá, después de él, reinó su hijo Salomón, y cuando se dividió Israel en dos reinos, los gobernantes del reino del sur, todos fueron descendientes de Judá. Incluso, tras el cautiverio, se reconocía como autoridad al que debió heredar la corona, por su linaje. El evangelio de Mateo se preocupa de describir la genealogía de Jesús, hasta la llegada del Rey de Reyes (Siloh, el Mesías), cuyo reinado es eterno.
     
    Dijo Jacob que, cuando viniera Siloh, que es una denominación para referirse a Ungido de YHWH, se congregarían a él los pueblos. No sólo esta profecía, sino la de Ezequiel 37:15-28 se cumplen en Jesucristo. Él es el Mesías quien, por medio de su sangre derramada en la cruz, congrega a judíos y gentiles en un solo cuerpo, borrando las enemistades y diferencias que separaron a estos pueblos por años, y que ahora, unidos en Cristo, edifican el templo santo de Dios.
     
    *** Hay un episodio muy reconocible en las Escrituras, que es la entrada de Jesús al templo, montado sobre una asna y su pollino. La primera mención a este hecho no es la profecía de Zacarías 9:9, que todos recuerdan, sino estas palabras de Jacob a su hijo Judá que, por cierto, están referidas a su descendiente Jesús. La asna es un animal de carga, y el pollino es su pequeño hijo. La analogía tiene que ver con la inmensa carga de pecado que el pueblo judío llevaba sobre sí, por ser incapaces de cumplir con las exigencias impuestas por la ley mosaica. La ley fue dada a Israel para enseñarle lo que era correcto, pues antes de recibirla, cada uno actuaba según le parecía. Sin embargo, además de poner en evidencia el pecado del hombre, también demostró que para el hombre era imposible cumplirla a cabalidad, ya que, al transgredir sólo uno de sus mandamientos, se hacían transgresores de toda la ley. En otras palabras, ningún ser humano puede ser santo como Dios es santo sin la gracia divina, que nos hace santos por fePor otra parte, el pollino es un animal que nace de la asna, y representa a todos los provenientes de todas las naciones, hombres y mujeres que, como el pueblo judío, han conocido la Palabra de Jehová, temen al Todopoderoso, y lo buscan de todo corazón. Son aquellos que han recibido el llamado de Dios en sus corazones, y tras arrepentirse, también son librados de la carga que los esclavizaba, por la fe en el Hijo de Dios. A éstos, el Padre, en su infinita misericordia, por gracia, les regala la salvación, y los recibe como hijos en su Reino, formando de todos, judíos y gentiles, una nación santa, pueblo adquirido por Dios con la sangre de Jesús,  para anunciar a las naciones  las virtudes de Aquel que nos sacó de las tinieblas y nos llevó a su luz admirable. Jesús nos llamó a quitar las cargas de nuestros hombros y llevar su yugo, porque al caminar unidos a él, hallaremos descanso para nuestras almas. Las buenas obras son el fruto de la obra transformadora que el Espíritu Santo produce en el creyente que ha sido salvado por gracia.
     
    **** La profecía de Jacob decía que Siloh, descendiente de Judá, ataría el pollino a la vid; a la cepa, que es el tronco de la vid, del cual brotan los sarmientos, las hojas y los frutos. Siloh es Jesús, quien es la vid verdadera, y el pollino son aquellos que lo confiesan como Señor, y lo reciben en su corazón, convirtiéndose en ramas que nacen de este tronco, destinadas a dar fruto de calidad, lo que sólo conseguirán permaneciendo atados a Él, pues ninguna rama da fruto por sí misma, sino sólo cuando está en la vid. "Separados de mí, nada podéis hacer", dijo el Señor. La entrada de Jesús montado sobre el pollino estaba graficando esta escena, en que Siloh ató el pollino a la vid, haciendo a todos partícipes de la herencia de los santos.
     
    Cuando Jacob dice que Judá "lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto", está hablando de la purificación que la sangre de Cristo, derramada en la cruz, realizó. Ésa es la sangre redentora, que lavó nuestros pecados y purificó  para Dios un pueblo santo para que le sirva

    De Zabulón, dijo que vivirá a la orilla del mar, y será puerto seguro; de Isacar que, al ver que el establo era bueno, y que la tierra era agradable, agachó el hombro y se sometió a esclavitud; de Dan, que hará justicia en su pueblo, y que es una serpiente que muerde los talones del caballo para hacer caer al jinete; de Gad, que un ejército acometerá contra él, pero él lo contraatacará; de Aser, que su pan es delicioso, y ofrecerá manjares al rey; de Neftalí que es una cierva libre, que dirá cosas hermosas. (49:13-21)

    La profecía de Jacob para José decía que él es una Rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro. Le causaron amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los arqueros; mas su arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob (Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel), por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá con bendiciones de los cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está abajo, con bendiciones de los pechos y del vientreLas bendiciones de tu padre fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores; hasta el término de los collados eternos serán sobre la cabeza de José, y sobre la frente del que fue apartado de entre sus hermanos. (49:22-26)

    * La bendición de Jacob a su hijo José es una alabanza al Salvador, Jesús. La rama fructífera que nace del Espíritu Santo, cuyos vástagos se extienden para edificar el templo sagrado. Fue maltratado, vituperado, escarnecido, pero resistió y perseveró en su ministerio hasta que cumplió con todo lo que el Padre le mandó, y por eso, el Dios Omnipotente le dio un nombre que está por sobre todo nombre, y todos deben alabarle, los del cielo, de la tierra y debajo de la tierra, porque así lo manda Dios. El reinado de Jesús no tendrá fin.

    De su hijo menor, Benjamín, Jacob dijo: "Benjamín es lobo arrebatador; a la mañana comerá la presa, y a la tarde repartirá los despojos."  De ese modo, completó Jacob las bendiciones para sus doce hijos. (49:27-28)

    * Este pequeño Benjamín es el que, al final, obtiene la mejor parte, porque permaneciendo apegado a su Señor, arrebata al maligno lo que creyó tendría para siempre, y reparte los despojos con toda su casa. Es el pollino atado a la vid que asegura su vida. Jesucristo, al purificar por medio de su sangre a los que creen en él, les dio vida. Estaban muertos en sus pecados, pero Jesús anuló el acta de los decretos que les era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, despojando así a los principados y potestades, que creían haber triunfado cuando el Hijo de Dios murió colgado del madero, sin embargo, en ese momento el príncipe de las tinieblas estaba siendo derrotado por Uno más poderoso que él. Cuando Jesucristo fue crucificado y al tercer día resucitó, arrastró hacia sí a todos los que creyeron, creen, y creerán su palabra, y así nace este Benjamín, el hijo menor, que simboliza a los hijos de la simiente espiritual, que reciben una vida nueva por la gracia de Dios, debido a la fe en su Hijo Unigénito. Si bien es cierto, es Jesús el verdadero despojador, el pueblo santo se convierte en colaborador de su Señor, al ofrecerse voluntariamente para servir al Dios vivo.

    MUERTE DE JACOB


    Habiendo bendecido a sus hijos, Jacob les anunció que había llegado su hora para reunirse con su pueblo, y pidió lo sepultaran en la cueva del campo de Efrón, donde estaban sepultados Abraham, Sara, Isaac, Rebeca y Lea. Dicho esto, Jacob expiró, y fue reunido con sus padres. (49:29-33)

    * Es interesante que la única que no fue sepultada en la cueva de Macpela fue Raquel, cuyos restos quedaron en Efrata, camino de Belén. Cada uno de los patriarcas fue sepultado junto a sus esposas en el campo de Efrón: Abraham y Sara; Isaac y Rebeca; Jacob y Lea.

    Cuando el redentor Booz anunció que desposaría a Rut, gran parte de las bendiciones recibidas por Booz aludían a la joven moabita, diciendo: "Jehová haga a la mujer que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel" (Rut 4:11). Como dijimos previamente (Estudio de Génesis Parte III - Gn 30:16-24), en Raquel y Lea se refleja la nación de Israel dividida en los reinos de Judá e Israel, respectivamente. Lea murió antes que Raquel, y su cuerpo fue sepultado en el lugar donde yacían los restos de los padres que recibieron la promesa de Jehová de que, a su descendencia, daría la tierra en herencia. Pero Raquel, que es imagen del remanente, debía llegar un poco más lejos, hasta las cercanías de Belén, y allí quedarse, porque a partir de Belén comienza otra era: allí nació Aquél en quien se cumplen las promesas hechas a los padres, de que en Él serían benditas todas las familias de la tierra.


    José lloró por su padre, y ordenó embalsamar su cuerpo, lo que tomó cuarenta días. Los egipcios lo lloraron por setenta días. Luego José pidió autorización a faraón para cumplir el deseo de Jacob de ser sepultado en Canaán. Faraón accedió, y subieron con él todos los siervos de Faraón, los ancianos de su casa, y todos los ancianos de la tierra de Egipto, y toda la casa de José, y sus hermanos, y la casa de su padre; solamente dejaron en la tierra de Gosén sus niños, y sus ovejas y sus vacas. Después de hacer duelo por siete días, y lamentar con gran dolor la muerte de Israel, todos regresaron a Egipto. (50:1-14)

    Cuando volvieron de haber sepultado a Jacob, los hermanos de José tuvieron miedo de que éste les guardara rencor, y fueron hasta él para decir que Jacob, antes de morir, le había enviado a decir que perdonara el pecado de sus hermanos que lo habían tratado tan mal, y clamaron a José: "te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre". José lloraba cuando oía estas palabras, entonces, sus hermanos se postraron ante él, ofreciéndose a ser siervos suyos. José les contestó: “No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos". (50:15-21)


    * El mensaje que José entrega a sus hermanos refleja también el amor y perdón de Jesús hacia quienes lo condujeron hasta la cruz para matarle. Así como José perdonó a sus hermanos, Jesús, estando en la cruz, oró a Dios pidiendo que los perdonara, pues no sabían lo que hacíanEl Hijo del hombre debía padecer todo lo que le hicieron, pues debía cumplirse a cabalidad todo lo que estaba profetizado en las Escrituras. La Salvación de la humanidad dependía del derramamiento de la sangre preciosa y pura del Cordero de Dios, a fin de expiar el pecado de todos los hombres, y librarlos de la muerte eterna. Algo que parecía un error irreparable, tenía un sentido más profundo que nadie entendió en ese momento, pero que, después de la resurrección, fue comprendido en su totalidad.

    José vivió en tierra de Egipto hasta los ciento diez años, y vio a los hijos de Efraín hasta la tercera generación; y a los hijos de Manasés, también los tuvo en sus rodillas. Antes de morir, José dijo a sus hermanos que Dios los visitaría, para llevarlos a la tierra que había prometido a Abraham, Isaac y Jacob, y que cuando eso ocurriera, debían llevar sus huesos hasta allá. Cuando José murió fue embalsamado, y puesto en un ataúd en Egipto. (50:22-26)


    CONCLUSIÓN:


    Como pudimos aprender, el libro de Génesis no sólo cuenta cómo nace el pueblo hebreo, y el origen de sus patriarcas, sino también es la historia velada del plan de restauración de todas las cosas, por medio de la reconciliación entre Dios y el hombre en Jesucristo

    Escrito por Moisés, según la tradición judía, está lleno de misterios que apuntan a mostrar al Mesías prometido por YHWH.

    Jesús dijo a los judíos que lo perseguían que, lo que escribió Moisés en los cinco primeros libros de la Biblia, hablaba de Él:


    "Ustedes estudian con diligencia las Escrituras 
    porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. 
    ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor
    Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida." 
    ..."Pero no piensen que yo voy a acusarlos delante del Padre. 
    Quien los va a acusar es Moisés, en quien tienen puesta su esperanza. 
    Si le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él
    Pero si no creen lo que él escribió, ¿cómo van a creer mis palabras?"  
    (Jn 5:39-40, 45-47 NVI)




    (Iniciar Estudio Libro de Éxodo)




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