domingo, 31 de julio de 2022

Los Perfectos Planes de Dios - DEUTERONOMIO (Parte VI) [Dt 31 a 34]

(Nota: Los párrafos en negrita son un resumen de los versículos bíblicos que se están estudiando (identificados al pie de cada párrafo); los textos en cursiva son los comentarios que surgen a partir de esos textos. Para ir al link de respaldo bíblico o de apoyo, hacer click en los enlaces.)

[Comenzar en Deuteronomio Parte I]


EL NUEVO LÍDER 


Concluyendo con su discurso, Moisés hizo ver al pueblo que él ya era de ciento veinte años, y no tenía las fuerzas para estar yendo y viniendo. Además, Jehová le había dicho que él no cruzaría el Jordán, sino que su sucesor Josué iría al frente, en cuyas manos Dios iba a entregar las naciones para que Israel hiciera con ellas lo que se le había mandado. Los exhorta a esforzarse y animarse, porque Jehová nunca los dejará ni desamparará. En seguida llamó a Josué, y delante de todo el pueblo le dijo: "Esfuérzate y anímate; porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus padres que les daría, y tú se la harás heredar. Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides". Moisés puso la ley por escrito, y la dio a los sacerdotes y levitas a cargo del arca de Jehová, y a los ancianos de Israel, diciéndoles que, cada siete años, el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos, debían leer esta palabra ante el pueblo, para que la escuchen, aprendan y teman al Señor, y la pongan por obra, y para que sus hijos, que aún no tienen uso de razón, la conozcan y aprendan a obedecerla. (31:1-13)

* Cuando llegamos a esta parte de la historia, nos entristece ver que Dios no permitió a Moisés entrar en Canaán, y conquistarla, (tras cometer el grave pecado de no glorificar al Señor ante los hijos de Israel), misión que fue entregada a su sucesor Josué. Pero lo cierto es que el plan de salvación estaba siguiendo el curso trazado desde el principio: Moisés era el mediador del Pacto hecho en Sinaí, donde Israel se comprometió a obedecer todo lo que Dios mandaba en la Ley, pacto que fue quebrantado por los israelitas, por lo cual, el Señor los entregó en manos de sus enemigos. Pero eso no significaba que el plan de Dios hubiera fracasado, porque, de hecho, la ley no tenía otra finalidad que la de ser una suerte de tutor para enseñar a Israel en los caminos de Jehová, y prepararlo para la venida de su Mesías.
 
Aunque sabemos que no sólo eso hizo la ley, también demostró que nadie podía alcanzar la vida eterna a través de ella, pues, transgredir un sólo mandamiento significaba hacerse culpable de todos, y el hombre sin la intervención del Espíritu Santo sólo tiende al mal. Conclusión, ningún descendiente de Adán puede ser salvo por cumplir la ley; todos necesitamos de un Redentor que pague rescate por nuestras vidas. Tanto Moisés como su Ley eran guías para conducir hasta las fronteras antes de recibir la herencia prometida, pero no tenían ni tienen las llaves que llevan a la eternidadLa vida eterna la recibimos por medio de un Mediador distinto de Moisés, y un mejor pacto. 

¿Dónde encontramos el argumento para afirmar todo lo anterior? Remontándonos a un evento registrado en las Escrituras mucho antes que la ley mosaica, y es la promesa que Jehová hizo a Abraham, más de cuatrocientos años antes de la Ley, de que en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra. Promesa que el patriarca recibió por haber creído a Jehová y actuado en consecuencia, en otras palabras, por haber tenido FE, (pues la fe que salva es la que produce obras que dan testimonio de la conversión).  

Con respecto a la vigencia de la ley, en cuanto ésta fue aprendida e incorporada como parte de la identidad de Israel, y habiendo entrado en escena el Mesías, autor y consumador de la fe, Israel ya no necesitaba ayo, porque Jehová prometió que Él mismo enseñaría a su pueblo, lo que cumple por medio de su siervo, el Cristo, quien va delante de las ovejas como el buen Pastor, y se sirve de su Palabra viva y eficaz, que tiene el poder de transformarnos desde nuestro interior, cuando es consumida como alimento diario.

Resumiendo: no son los hijos del pacto mosaico los herederos de la promesa, sino todos los que tengan la misma fe que le fue contada por justicia al patriarcaincluidos los hijos de Israel, el primogénito. Y ¿qué nos manda Jehová ahora? Que creamos en Aquél que Él envió para salvar: en Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, mediador del nuevo Pacto, a través del cual Dios nos salva por la FE, pacto que fue puesto en vigencia con la sangre de la cruz.  

Volviendo a Deuteronomio, Josué, el escogido para conducir a Israel a la tierra prometida, era un tipo de Jesús el Mesías. De hecho, el nombre de ambos en hebreo es Yeshúa, que significa Dios Salva. El Pacto de la salvación por Gracia no es como el de Sinaí, que fue escrito en piedras, sino uno en el cual Dios escribe su ley en los corazones de sus escogidos para que le obedezcan, y no se desvíen de sus caminos. Promesa que se cumple con la venida del Espíritu Santo al corazón de los creyentes en el nuevo nacimiento, quien produce el querer como el hacer en cada nuevo hijo de Dios. 

** El año séptimo es el año del perdón, que está haciendo referencia al tiempo de la venida de nuestro Redentor, en quien tenemos perdón de pecados y vida eterna. Se inició con la manifestación del Hijo de Dios; su llamado a escuchar el evangelio; su sacrificio como el Cordero pascual para expiación de pecados; su resurrección, y la puesta en vigencia del Pacto de la Gracia. A partir de entonces, comenzó a vivirse lo que el antiguo pacto representaba con la fiesta de los tabernáculos, un simbolismo que alude a la nueva condición del creyente renacido, que ahora habita en el mundo como extranjero y peregrino, porque su ciudadanía, que antes era de las tinieblas, ahora es del reino de los cielos, y aunque ya fue redimido, debe seguir en el mundo, habitando en sus cuerpos de carne y sangre, a los que el Apóstol Pablo se refiere como "tabernáculos", porque no son nuestra habitación definitiva. Sólo cuando el Señor vuelva por su iglesia, luego de la resurrección de los muertos, esta tienda de campaña que se deshace será transformada en un cuerpo celestial incorruptible, nuestra morada definitiva en la ciudad de Dios, en la tierra nueva que recibiremos junto a nuestro Señor Jesucristo, como herencia por la eternidad.

 

EL CÁNTICO DE MOISÉS


Luego Jehová anunció a Moisés que el día de su muerte se había acercado, y le mandó ir, junto a Josué, a la tienda de reunión, para ungir al sucesor. Estando allí, Dios apareció en la columna de nube que se posó sobre la puerta de la tienda. Entonces el Señor hizo saber a Moisés que, después de su muerte, luego que Israel fuera introducido a la tierra prometida, habiéndose saciado y engordado, se iba a prostituir, e iba a adorar dioses extraños, quebrantando el pacto, lo que iba a provocar la ira del Señor contra ellos, y recibirían muchos males. A fin de que el pueblo lo aprendiera, y no lo olvidara, Jehová mandó a Moisés escribir un cántico, el cual les iba a servir de testigo contra ellos, porque Él sabía adónde sus pensamientos los conducirían aun antes de introducirlos a Canaán. Moisés hizo como Jehová le ordenó, y enseñó el cántico a Israel. Asimismo, en cuanto terminó de escribir la ley, pidió a los levitas que la pusieran al lado del arca, como testigo contra Israel.  (31:14-30)

Y Moisés recitó a oídos de la congregación las palabras de este cántico: 

"Escuchad, cielos, y hablaré; y oiga la tierra los dichos de mi boca. 
Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento; 
Como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba; 
Porque el Nombre de Jehová proclamaré. 
Engrandeced a nuestro Dios. 
Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; 
Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto. 
La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, 
Generación torcida y perversa. ¿Así pagáis a Jehová, pueblo loco e ignorante? 
¿No es Él tu padre que te creó? Él te hizo y te estableció. 
Acuérdate de los tiempos antiguos, considera los años de muchas generaciones; 
Pregunta a tu padre, y él te declarará; a tus ancianos, y ellos te dirán. 
Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, 
Cuando hizo dividir a los hijos de los hombres, 
Estableció los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel. 
Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. 
Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; 
Lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo
Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, 
Extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas, 
Jehová solo le guio, y con él no hubo dios extraño. 
Lo hizo subir sobre las alturas de la tierra, y comió los frutos del campo, 
E hizo que chupase miel de la peña, y aceite del duro pedernal; 
Mantequilla de vacas y leche de ovejas, 
Con grosura de corderos, y carneros de Basán; también machos cabríos, 
Con lo mejor del trigo; y de la sangre de la uva bebiste vino. 
Pero engordó Jesurún, y tiró coces (engordaste, te cubriste de grasa); 
Entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación.
Le despertaron a celos con los dioses ajenos; 
Lo provocaron a ira con abominaciones. 
Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; a dioses que no habían conocido, 
A nuevos dioses venidos de cerca, que no habían temido vuestros padres. 
De la Roca que te creó te olvidaste; te has olvidado de Dios tu creador. 
Y lo vio Jehová, 
Y se encendió en ira por el menosprecio de sus hijos y de sus hijas. 
Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; 
Porque son una generación perversa, hijos infieles. 
Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; 
Me provocaron a ira con sus ídolos; 
Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, 
Los provocaré a ira con una nación insensata
Porque fuego se ha encendido en mi ira, 
Y arderá hasta las profundidades del Seol; 
Devorará la tierra y sus frutos, y abrasará los fundamentos de los montes. 
Yo amontonaré males sobre ellos; emplearé en ellos mis saetas. 
Consumidos serán de hambre, y devorados de fiebre ardiente y de peste amarga; 
Diente de fieras enviaré también sobre ellos, 
Con veneno de serpientes de la tierra. 
Por fuera desolará la espada, y dentro de las cámaras el espanto; 
Así al joven como a la doncella, al niño de pecho como al hombre cano. 
Yo había dicho que los esparciría lejos, 
Que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos, 
De no haber temido la provocación del enemigo, 
No sea que se envanezcan sus adversarios, 
No sea que digan: Nuestra mano poderosa ha hecho todo esto, y no Jehová.
 Porque son nación privada de consejos, y no hay en ellos entendimiento. 
¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, 
Y se dieran cuenta del fin que les espera! 
¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer huir a diez mil, 
Si su Roca no los hubiese vendido, y Jehová no los hubiera entregado? 
Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca, 
Y aun nuestros enemigos son de ello jueces. 
Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos, y de los campos de Gomorra; 
Las uvas de ellos son uvas ponzoñosas, racimos muy amargos tienen. 
Veneno de serpientes es su vino, y ponzoña cruel de áspides. 
¿No tengo yo esto guardado conmigo, sellado en mis tesoros? 
Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo su pie resbalará, 
Porque el día de su aflicción está cercano, 
Y lo que les está preparado se apresura. 
Porque Jehová juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá, 
Cuando viere que la fuerza pereció, y que no queda ni siervo ni libre. 
Y dirá: ¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban; 
Que comían la grosura de sus sacrificios, y bebían el vino de sus libaciones? 
Levántense, que os ayuden y os defiendan. 
Ved ahora que Yo, Yo Soy, y no hay dioses conmigo; 
Yo hago morir, y Yo hago vivir; Yo hiero, y Yo sano; 
Y no hay quien pueda librar de mi mano. 
Porque yo alzaré a los cielos mi mano, 
Y diré: Vivo yo para siempre, si afilare mi reluciente espada, 
Y echare mano del juicio, Yo tomaré venganza de mis enemigos, 
Y daré la retribución a los que me aborrecen. 
Embriagaré de sangre mis saetas, y mi espada devorará carne; 
En la sangre de los muertos y de los cautivos, 
En las cabezas de larga cabellera del enemigo. 
Alabad, naciones, a su pueblo, porque él vengará la sangre de sus siervos, 
Y tomará venganza de sus enemigos, 
Y hará expiación por la tierra de su pueblo". (32:1-47).

* No es coincidencia que el libro del profeta Isaías, (quien desarrolló su ministerio en Jerusalén entre 740 y 685 a.C.), comienza casi de la misma manera que este cántico. Isaías fue testigo de la caída de Israel, el reino del norte, en manos de los asirios en 722 a.C., y hacía lo imposible por evitar la caída de Jerusalén, (cuya caída en manos de Babilonia ocurrió unos cien años después de la muerte del profeta). Las palabras que siguen, expresadas por Jehová a través de Isaías, en tiempos en que el reino de Judá seguía los mismos pasos que llevaron al desastre a su hermana, la rebelde Israelmuestran cómo se iba cumpliendo cada palabra de la profecía contenida en este cántico: "Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra míEl buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños. Y queda la hija de Sion como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada. Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra." (Is 1:2-9 RVR60). 

De más está decir que las palabras de este cántico también deben ser tomadas como una advertencia contra todo el que se levanta contra el Señor. Jesús dijo que no debemos temer a lo que pueda hacernos el hombre, sino, más bien, debemos temer a Aquél que puede matar el alma y el cuerpo en el seol, refiriéndose al Dios Altísimo. Dios está llamando, y ha sido más que paciente, esperando a que todos procedan al arrepentimiento, y se vuelvan a Él, pero llegará el momento en que las puertas se cerrarán, y ya nadie más podrá entrar al Reino. 

 

BENDICIÓN DE MOISÉS AL PUEBLO


Ese mismo día, Jehová habló a Moisés y le dijo que subiera al monte de Abarim, al monte Nebo, situado en la tierra de Moab, frente a Jericó, desde donde iba a contemplar de lejos la tierra de Canaán que Israel iba a recibir en herencia, pero que él no iba a entrar en ellapor cuánto, junto a Aarón, habían pecado en Meriba y que, así como Aarón ya había muerto, Él también lo haría sobre ese monte, para ser reunido a su pueblo. (32:48-52)

Antes de partir, Moisés pronunció las siguientes bendiciones a cada tribu:  

Rubén: "Viva Rubén, y no muera; y no sean pocos sus varones".   
* La BTX traduce: "aunque sus varones sean pocos...". Rubén era el primogénito de Jacob (Israel), hijo de su primera esposa Lea, pero perdió su primogenitura cuando traicionó a su padre durmiendo con una de sus concubinas. La primogenitura, dice la Palabra, pasó a José, el primer hijo de Jacob con Raquel, su segunda esposa, a la que él amaba.  

Judá: "Oye, oh Jehová, la voz de Judá, y llévalo a su pueblo; sus manos le basten, y tú seas su ayuda contra sus enemigos". 
* Como dijimos anteriormente, la primogenitura de Rubén pasó a José, sin embargo, en el Salmo 78:67-72, Asaf, inspirado por el Espíritu Santo, dice que Jehová, debido a la rebelión de Israel: "Desechó la tienda de José, y no escogió la tribu de Efraín, sino que escogió la tribu de Judá, el monte de Sion, al cual amó..."  para edificar su santuario.  Judá es el hijo de Israel del cual procede el Mesías, el León de Judá, como las Escrituras llaman a Jesucristo Sin dudas estas palabras aluden a Jesús.

Leví: "Tu Tumim y tu Urim sean para tu varón piadoso, a quien probaste en Masah, con quien contendiste en las aguas de Meriba, quien dijo de su padre y de su madre: Nunca los he visto; y no reconoció a sus hermanos, ni a sus hijos conoció; pues ellos guardaron tus palabras, y cumplieron tu pacto. Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel; pondrán el incienso delante de ti, y el holocausto sobre tu altar. Bendice, oh Jehová, lo que hicieren, y recibe con agrado la obra de sus manos; hiere los lomos de sus enemigos, y de los que lo aborrecieren, para que nunca se levanten". 

Benjamín: "El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará"
* Benjamín era el hijo menor de Jacob, el segundo hijo de Raquel. Como veremos más adelante, la tribu de Benjamín fue la única que permaneció desde el principio junto a la tribu de Judá en lo que se conocía como Reino del sur, después de la división de Israel en dos reinos, cuyo trono estaba en Jerusalén. Benjamín siempre habitó confiado en el lugar donde el nombre de Jehová era invocado.

José: "Bendita de Jehová sea tu tierra, con lo mejor de los cielos, con el rocío, y con el abismo que está abajo. Con los más escogidos frutos del sol, con el rico producto de la luna, con el fruto más fino de los montes antiguos, con la abundancia de los collados eternos, y con las mejores dádivas de la tierra y su plenitud; y la gracia del que habitó en la zarza venga sobre la cabeza de José, y sobre la frente de aquel que es príncipe entre sus hermanos. Como el primogénito de su toro es su gloria, y sus astas como astas de búfalo; con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra; ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés"

Zabulón e Isacar: "Alégrate, Zabulón, cuando salieres; y tú, Isacar, en tus tiendas. Llamarán a los pueblos a su monte; allí sacrificarán sacrificios de justicia, por lo cual chuparán la abundancia de los mares, y los tesoros escondidos de la arena"Gad: "Bendito el que hizo ensanchar a Gad; como león reposa, y arrebata brazo y testa. Escoge lo mejor de la tierra para sí, porque allí le fue reservada la porción del legislador. Y vino en la delantera del pueblo; con Israel ejecutó los mandatos y los justos decretos de Jehová"Dan: "Dan es cachorro de león que salta desde Basán"Neftalí: "Neftalí, saciado de favores, y lleno de la bendición de Jehová, posee el occidente y el sur". Aser: "Bendito sobre los hijos sea Aser; sea el amado de sus hermanos, y moje en aceite su pie. Hierro y bronce serán tus cerrojos, y como tus días serán tus fuerzas. (33:1-25) 

* Jacob tuvo doce hijos y una hija. Seis de sus hijos los tuvo con Lea, la esposa despreciada (Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón); dos hijos tuvo de Bilha, sierva de Raquel (Dan y Neftalí); dos hijos de Zilpa, sierva de Lea (Gad y Aser); dos hijos de Raquel su esposa amada (José y Benjamín), y su única hija fue Dina, hija de Lea.

** Llama la atención que no aparece ninguna referencia a la tribu de Simeón en estas bendiciones. Quizás fue un error de omisión de los copistas que transcribieron las Escrituras.


Finalmente, a todo Israel, dice: "No hay como el Dios de Jesurún, quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos; él echó de delante de ti al enemigo, y dijo: Destruye. E Israel habitará confiado, la fuente de Jacob habitará sola en tierra de grano y de vino; también sus cielos destilarán rocío. Bienaventurado tú, oh Israel. ¿Quién como tú, pueblo salvo por Jehová, escudo de tu socorro, y espada de tu triunfo? Así que tus enemigos serán humillados, y tú hollarás sobre sus alturas". (33:26-29)

* Las bendiciones de Moisés a cada tribu son una luz de esperanza para el pueblo, pues, habla de la fidelidad de Jehová que no termina, sobre lo cual los hijos de Israel necesitaban oír, tras haber recibido el cántico que era una dura advertencia de lo que iban a padecer, por desviarse de los caminos de Jehová. Las palabras de Moisés son, además, la última oración de intercesión del profeta por la nación de Israel ante Dios.  

MUERTE DE MOISÉS

Luego de esto, Moisés ascendió al Monte Nebo, frente a Jericó, y el Señor le mostró el territorio que Israel iba a heredar. Moisés murió en la tierra de Moab, a los ciento veinte años. Su cuerpo quedó sepultado allí, pero ningún hombre conoció el lugar de su sepulcro. Durante treinta días, Israel lloró la muerte de su líder. A partir de entonces, Josué - lleno del Espíritu de Sabiduría, porque Moisés puso sus manos sobre él - tomó su lugar a la cabeza de Israel, para introducirlo en la tierra prometida. Concluye el escritor del último capítulo de Deuteronomio diciendo: "nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel.".  (34:1-12)

* Los que conocemos a Cristo, con poderosos argumentos escriturales, podemos agregar... Hasta que vino el Hijo de Dios, el Mesías prometido, del cual Moisés habló al pueblo diciendo: "Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis" (Dt 18:15 RVR60). Porque Jesús es mayor que Moisés Él nos dio a conocer en su humanidad la imagen del Dios viviente. Por medio de Él fueron hechas todas las cosas, pues Él es el Logos de Dios Creador del cielo y de la tierra. En Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento; lo que Moisés ignoraba, Cristo lo sabía, porque Él es desde el principio; y Jesús es el verdadero Redentor de Israel. 

Moisés, por medio de su Ley, guio a los hijos de Israel hasta las fronteras de la tierra prometida, es decir, hasta la manifestación del Mesías enviado a redimir, y Jesús, el Mesías, es el que abre el camino a la eternidad, a través de su sacrificio y resurrección, liberándonos de la esclavitud del pecado, y trasladándonos de las tinieblas del mundo a su luz admirable. Él ahora nos pastorea por medio de su santo Espíritu a través del proceso de santificación, y va produciendo de día en día la transformación de todos los escogidos a la imagen de Aquél que nos creó, la cual se perfeccionará el día en que el Rey y Señor vuelva, para decirnos: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". (Mt 25:34 RVR60)


CONCLUSIONES:


Los pensamientos de Jehová y sus caminos son demasiado elevados como para que nosotros los comprendamos con nuestra pequeña mente. En esta vida, muchas cosas suceden que a nuestros ojos se perciben como tremendas tragedias, sin que logremos ver nada bueno en ellas, pero el Señor las usa para cumplir sus propósitos, convirtiéndolas en una bendición para la eternidad. Quizás nunca sabremos, mientras estemos en estos cuerpos, cómo esas experiencias amargas produjeron una bendición en la vida venidera. Es, quizás, ése el motivo por el cual las Escrituras nos invitan a alabar al Señor aún en la adversidadUn ejemplo de esto es la persecución de los cristianos en los primeros siglos, respecto de lo cual, Jesús dijo que ayudaría a que el evangelio se esparciera, y para que fuera predicado ante reyes, autoridades y los gentiles. Podemos imaginar el sufrimiento desgarrador de los primeros cristianos, sin embargo, sus huidas de un pueblo a otro sirvieron para que el evangelio se esparciera por todas las regiones, y muchos lo conocieran, y se convirtieran a Cristo, para salvación eterna.  
 
Los planes de Dios no pueden ser estorbados, y Él tiene el poder de hacer que incluso la maldad de los hombres se convierta en una bendición para las almas de sus escogidosLa caída de Israel, si bien no fue provocada por Jehová, sino que fue producto del pecado de los hijos de Israel, y la malévola ambición y soberbia de los pueblos enemigos, Dios la usó para cumplir sus propósitos, lo que podemos comprobar, por ejemplo, al devolvernos al Génesis:

Allí vemos a Jacob, poco antes de morir, dando la bendición a sus nietos, los hijos de José. De manera intencional el patriarca puso su mano derecha sobre Efraín en vez de Manasés, el primogénito, y ante la advertencia de José, de que estaba equivocándose al dar la bendición de primogénito al hijo menor, Jacob insistió, diciendo: "también él (Manasés) vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor (Efraín) será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones." (Gn 48:19 RVR60). La historia cuenta que las diez tribus que conformaban el reino del norte, Israel, luego de ser desterradas de Samaria (testimonio que encontramos en los libros de los Reyes y las Crónicas en la Biblia), fueron dispersadas por el mundo, desconociéndose su destino final. No es extraño deducir que, como no tenían arraigado el temor de Jehová, no tuvieron problemas en mezclarse y formar familias con los habitantes de los lugares a que llegaron, lo que los llevó a perder su identidad hebrea y, de hecho, no ha sido posible, hasta ahora, encontrar e identificar fehacientemente a esos descendientes de Israel. El reino del norte (o casa de Israel) es llamado Efraín en las Escrituras, y no cabe dudas de que la profecía de Jacob se cumple con la dispersión de Efraín por el mundo, lo que permitió que, al unirse a las naciones, su descendencia se multiplicara de maneras que no podemos dimensionar. Es probable que la mayoría de esos hijos de Abraham según la carne, nacidos en tierras extrañas, no tengan idea de que por sus venas corre sangre de aquel a quien fueron hechas las promesas... Pero el Señor prometió que los traería de regreso. Los únicos hijos de Israel que pueden identificarse plenamente como descendientes de Abraham (hay otros descendientes de Abraham, pero no son la descendencia de la promesa) son los que ahora conocemos como judíos, que provienen del remanente del reino de Judá (o casa de Judá) que volvió de Babilonia a Jerusalén después del cautiverio de setenta años: la mayoría era de las tribus de Judá Benjamín, (con el tiempo, se agregaron al reino de Judá familias de todas las tribus del reino del norte, que escaparon al del sur, al ver la rebelión del reino de Israel contra Jehová), además de los levitas que tenían parte en los territorios de estas dos tribus, y de los que salieron de Samaria al ser excluidos del servicio sacerdotal. 
 
Con todo, importante es aclarar que no importa si corre sangre de Abraham por nuestras venas, porque las Escrituras dicen que los herederos de la promesa no son según la sangre, sino según la fe, pero sí podemos extraer de este análisis que los designios de Dios siempre se cumplen. 


Los últimos tiempos ya llegaron, y corren desde que el Señor fue exaltado, y recibido a la diestra de Jehová. Ahora es cuando, tanto gentiles, como los descendientes de la casa de Israel y de la casa de Judá, están siendo llamados a mirar a la cruz, y volverse a Jerusalén, no la terrenal, que sigue en esclavitud, sino la ciudad que levanta sus muros con piedras vivas, la Jerusalén renacida por el Espíritu en Cristo Jesús. Si oímos hoy su voz, no nos hagamos los desentendidos, ni seamos como los que vivían en tiempos de Isaías, a los cuales Jehová les anunció lo que iban a padecer por causa de su rebelión, y en vez de lamentar y arrepentirse, dijeron “Comamos y bebamos, que mañana moriremos. ¡Cuidado!, porque muchos son los llamados, pero pocos serán escogidos, dijo el Señor, y el tiempo apremia.

 




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